Raúl López Gómez/Cosmovisión
Felipe de J. Monroy*
La historia refiere como epítome de las ‘discusiones bizantinas’ a aquel debate sobre la cantidad de ángeles que caben en la cabeza de un alfiler en el que estaban enfrascados los sabios cristianos en Constantinopla mientras el asedio omeya mantenía bajo asedio a toda la ciudad durante cuatro años. La ciudad se salvó un poco más pero la leyenda quedó como ejemplo de cómo el pensamiento místico cuando se encuentra descarnado (desnaturalizado de la condición humana y del contexto histórico) pierde la oportunidad de obrar en la cultura y en las complejas necesidades de la humanidad.
Me vino a la mente este pasaje por la multiplicación cada vez más extraña de voces que aseguran –vía rumores– que el papa Francisco prohibirá de una vez y para siempre un estilo litúrgico de misas en latín. En realidad, el término correcto es la Misa bajo el ritual de Pio V o misa tridentina de 1570, esto es: tal como se celebraba de manera regular antes del Concilio Vaticano II; porque en realidad también se puede celebrar la misa en latín bajo el novus ordo promulgado por el papa Paulo VI en 1969.
Como sea, todo esto nace de un rumor publicado por el blog Rorate Caeli en el que asegura que, desde los círculos cercanos al cardenal Arthur Roche, prefecto del dicasterio pontificio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el papa Francisco “intenta implementar una solución estricta, radical y definitiva que prohibirá la misa tradicional en latín”. Aseguran que los “ideólogos” detrás del pontífice “quieren prohibir y cerrarla en todas partes e inmediatamente; quieren hacerlo mientras Francisco esté en el poder y que sea lo más amplia, definitiva e irreversible posible”.
El puro rumor ha bastado para que personajes públicos (en su mayoría gente cercana a la élite británica y al jet set) como Bianca Jagger, activista ex pareja de Mick Jagger de los Rolling Stones; Julian Fellowes, creador de la serie Downton Abbey; Tom Holland, autor agnóstico analista del cristianismo occidental; la princesa de Kent; los lores británicos David Alton y Michael Berkeley; así como varios distinguidos artistas, músicos, diseñadores de interiores y periodistas firmaran una carta dirigida al papa Francisco para que considere su intento de prohibición. Otros personajes de la farándula y el espectáculo en otras partes del mundo se han subido a esta tendencia; aunque incluso el nonagenario cardenal mexicano, Sandoval Íñiguez, también envió una misiva al Santo Padre: “Papa Francisco, no permitas que esto suceda. Tú eres también el custodio de la riqueza histórica, cultural y litúrgica de la Iglesia de Cristo”.
Más allá del rumor; es cierto que Francisco ha impuesto condiciones más rígidas para la celebración del rito tridentino, condiciones que había desregulado su antecesor Benedicto XVI. El pontífice argentino ha explicado sus razones para limitar las celebraciones bajo el rito de Pío V hoy sólo permitida a muy pocas organizaciones y a aquellos sacerdotes a los que su propio obispo les conceda un permiso formal. Para el Vaticano, las misas del rito tridentino son utilizadas esencialmente por grupos subversivos al magisterio posconciliar, siembran una división en la Iglesia universal que ha caminado con los últimos cinco pontífices y, desde una peana de puritanismo contracultural, critican y condenan a todos los que no se encierran en las certezas de su propia lectura de la ‘tradición’, el ‘dogma’ y el ‘magisterio’ de la fe.
Ni Francisco ni la curia romana están ‘dando la espalda’ a la riqueza cultural e histórica de las prácticas religiosas católicas centenarias; pero quizá sí buscan evitar que las congregaciones y asambleas de fieles afectos a los signos tradicionalistas, a las ‘viejas glorias’ palatinas y a las jerarquías de privilegio y poder vertical dinamiten desde un falso purismo el camino eclesial del último medio siglo.
¿Es esta una de esas discusiones bizantinas? Quizá sí, porque en efecto el papa Francisco ha sido categórico al reconocer que la cultura universal en este siglo se ‘descristianiza’ como producto de un cambio de época total que pone en crisis no sólo a las instituciones y sus valores sino al propio ser humano, su naturaleza y sus anhelos. La discusión sobre permisos, facultades o prohibiciones no atiende la misión última de la evangelización de la cultura. Así lo plantea una de las mentes más brillantes del catolicismo contemporáneo y actual prefecto para el Dicasterio para la Cultura y la Educación, cardenal José Tolentino Mendonça:
“A veces me asalta la duda de si estamos construyendo un cristianismo demasiado cristalizado, con las cosas muy ordenadas, una organización impecable, una máquina bien engrasada, pero sin horizonte, como si fuésemos (y perdóneseme la analogía) un departamento de mapas y guías de viaje, y no una asociación de exploradores, alpinistas, marineros y viajeros… somos convocados para peregrinar, para contrastar la profundidad en el movimiento, para vislumbrar, a través de la incesante dislocación, lo que permanece”.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe