Carlos Ramírez/Indicador político
Abusos sexuales en la Iglesia, después del Informe McCarrick
Felipe de J. Monroy*
Hay que decirlo con claridad: La publicación y extensa divulgación del Informe MacCarrick supone un inmenso cambio de paradigma en la acción de la Santa Sede y el Estado Vaticano respecto al flagelo del abuso sexual de menores cometidos por ministros religiosos
Por primera vez, la Iglesia católica permite al mundo entero echar un vistazo a las entrañas relacionales y operativas de la institución cuyos lenguajes, prácticas, complicidades e ignorancias no sólo facilitaron la comisión delitos contra personas vulnerables, sino que constituyeron un espacio seguro para los perpetradores cobijados por un ominoso silencio que incluso permite a los sospechosos criminales ascender posiciones de la jerarquía eclesiástica. El caso McCarrick resultará paradigmático pero, por desgracia, no es único en su especie.
El martes 10 de noviembre, la página oficial de noticias de la Santa Sede (Vatican News) publicó un extenso artículo del experimentado vaticanista Andrea Antonielli, editor en jefe del servicio de información. El texto básicamente es un prólogo introductorio al hoy ya célebre ‘Informe McCarrick’ de 461 páginas que en realidad se titula: “Reporte sobre el conocimiento institucional y el proceso en la toma de decisiones de la Santa Sede respecto al ex cardenal Theodore Edgar McCarrick 1930-2020) que la Iglesia también divulgó íntegramente en su traducción italiana.
Theodore McCarrick nació en Nueva York en 1930, fue sacerdote, obispo y cardenal hasta febrero del 2019 cuando fue expulsado del sacerdocio tras ser hallado “culpable de delitos de solicitación y abusos sexuales a menores y adultos con el agravante de abuso de poder”. A lo largo de su carrera eclesiástica iniciada en 1958, McCarrick ascendió todos los escalafones posibles de la jerarquía: primero fue obispo auxiliar en su ciudad natal, posteriormente le tocó iniciar la andadura pastoral de la nueva diócesis de Metchuen; fue promovido a arzobispo de Newark y en el 2000 fue designado a la poderosa sede de Washington y proclamado cardenal tres meses más tarde.
Según el Informe, en los años noventa, McCarrick fue considerado para ser promovido de Newark a los arzobispados de las grandes ciudades en Chicago o Nueva York, pero ya había acusaciones sobre la desviada conducta sexual del obispo desde su paso por Metchuen. El Informe deja en claro que los rumores y los señalamientos preocuparon a Roma antes de ser promovido a Washington, pero los obispos consultados dieron informaciones parciales, incompletas y sesgadas (en ese lenguaje ‘vaticanés’ que suele disfrazar la verdad con frases grandilocuentes, eufónicas, pseudo piadosas y obsequiosas); además, en el balance, la Santa Sede prefirió el talento de McCarrick para granjearse amigos poderosos en Estados Unidos, su capacidad para hacerse de recursos económicos y, como el propio excardenal lo reconoció: “para dar obsequios a los funcionarios de la Curia romana”.
A lo largo de la lectura del Informe también queda claro que sin las denuncias mediáticas contra los ministros religiosos perpetradores de abusos sexuales, la Iglesia católica jamás hubiera comprendido la gravedad de los hechos ni de la información que corría entre despechos eclesiásticos sin ninguna consecuencia; y que, el dinero, por desgracia, sigue siendo esa red de seguridad de compra de conciencia y silencios que desoye la voz de las víctimas y premia a la figura encumbrada.
El Informe además nos obliga a preguntarnos si actualmente hay otros casos semejantes al de McCarrick. Es decir: ¿Hay otras informaciones sobre ministros acusados de actos criminales que saltan entre parroquias, obispados o nunciaturas y que siguen atadas por intereses de autopreservación o beneficio económico? ¿Hay personajes encumbrados en la Iglesia católica que gozan del silencio cómplice de sus homólogos o subalternos ya sea por ‘prudencia’ o por ‘vergüenza’?
Por fortuna, la larga y dolorosa ruta de la ‘Tolerancia cero’ al abuso sexual dentro de la Iglesia católica avanza poco a poco y se institucionaliza a través de diferentes organismos especializados. Hay muchos católicos que verdaderamente buscan hacer un cambio real en esta materia; y el Informe (junto a las reacciones de los involucrados en el caso) es materia de imprescindible lectura para sacerdotes, religiosos, obispos y laicos; para las organizaciones eclesiásticas, diócesis, seminarios, prelaturas, órdenes religiosas e instituciones apostólicas
Por fortuna, hoy en día la convicción por la Protección de Menores y Personas Vulnerables comienza a ser más relevante entre los fieles y las estructuras eclesiales; sólo hay una sombra que se asoma en el horizonte de la crisis económica de las iglesias derivada de la pandemia: Que este cambio quede relegado ante la necesidad hoy apremiante de la recolección de fondos. Un talento que la Iglesia católica recompensó a McCarrick a pesar de los comentarios en su contra.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe