Bryan LeBarón/A 5 años, no dejemos solo a nadie
Seguramente el tema de mayor controversia en el marco del pensamiento de la izquierda ha sido la decisión de López Obrador de militarizar al gobierno civil. En realidad, la reserva no sólo viene de ese segmento ideológico o político; cualquiera, liberal, conservador, nacionalista o lo que sea difícilmente puede aceptar una decisión de tal gravedad y seriedad.
Al presidente López Obrador lo deslumbró la disciplina castrense. También su sentido de lealtad. Hay error de apreciación: someterse al Presidente es eso, un deber hacia una institución no a una persona. Se requiere formación, disciplina y cultura cívica para entenderlo y saber lo que significa. El presidente no cumple con ninguno de los atributos referidos y por lo mismo no entiende la lógica y razón de su apoyo al mandatario.
Es obligado preguntarse si López Obrador cambió su idea de los militares ya instalado en la Presidencia o de siempre ocultó sobre su verdadera opinión, ya que en la oposición habló reiteradamente del regreso de los militares a los cuarteles, incuso de su desaparición. López Obrador ya presidente no sólo los mantuvo en la calle, sino que amplió su participación, militarizó a la policía nacional y les entregó responsabilidades propias del gobierno civil en muchas tareas ajenas al quehacer regular del ejército o la marina.
Es claro que el poder de la presidencia, cual embrujo, hizo cambiar la idea de López Obrador sobre los militares. Incluso, se puede decir ha profundizado y ampliado su idea de lo que pueden hacer para su gobierno. Este proceso ocurrió en los primeros días de su arribo al poder y seguramente tuvo que ver con el informe, quizás sesgado, sobre la descomposición de la policía civil. La detención de García Luna le hizo confirmar el prejuicio sobre la situación. Por eso la primera batalla de la guerra de López Obrador, su combate temprano al huachicol, lo hace con los soldados al frente. De allí todo lo demás ha sido consecuencia.
El desencanto con el gobierno civil, la corrupción, el burocratismo, la complejidad del desempeño público le hizo creer en una supuesta ejecutividad superlativa de quien obedece sin vacilar porque esa es su naturaleza y condición. Los soldados oficiales y tropa son leales al presidente, lo que tiene que ver con su historia y formación, aunque el general Secretario no ha dado muestra de institucionalidad ya que ha tenido deslices en los que confunde la institución presidencial con el proyecto político de quien ahora es Presidente de la República. Son dos cosas distintas. Sin duda esa confusión es más del funcionario que de quienes conforman la institución. También el general Luis Rodrigo Bucio titular de la Guardia Nacional se ha visto participando en el proselitismo ilegal de Morena en la consulta para la revocación de mandato.
Cierto es que el presidente no solo ve en los militares lealtad, probidad y eficacia, también asume que es la mejor fórmula para dar continuidad a proyectos de su gobierno. Su percepción idealizada no se apega a la realidad, al menos no en los extremos que asume. Ningún ejército está a prueba de la tentación o debilidades de algunos de sus miembros. Cualquier corporación histórica lo ha padecido sea la Iglesia Católica o la milicia, mucho más cuando se cierran al escrutinio externo. Los peores horrores ocurren precisamente porque el ideal se da por hecho y se desiste de toda forma de control o rendición de cuentas exógeno a la corporación.
El Presidente se equivoca en asumir que lo entregado a los militares allí se queda. No ocurrirá así, precisamente por la lealtad y sentido de obediencia institucional del ejército y la armada mexicana. Su compromiso es con México, no con un proyecto político. Su entrega no es con Andrés Manuel López Obrador, sino con quien se desempeñe como titular de la Presidencia de la República.
Sin duda la militarización de la vida civil es uno de los grandes errores del actual Presidente. Quien le suceda en la responsabilidad deberá corregir. México cuenta con fuerzas armadas confiables, pero el Presidente nunca entendió que su misión, su tarea es otra y de mucho mayor relevancia a la que él les ha conferido: salvaguardar la soberanía nacional.