Raúl López Gómez/Cosmovisión
El presidente López Obrador con toda claridad dijo este martes pasado: el acuerdo referente a los premios para los no ganadores del proceso interno para seleccionar candidato presidencial aplicaba a los integrantes de Morena no a los del PVEM y PT, es decir, a los senadores Manuel Velasco Coello y Gerardo Fernández Noroña. Hace sentido, AMLO es líder moral de Morena, el proceso fue organizado y ejecutado por Mario Delgado, su dirigente. Si se aplica la lógica partidista, López Obrador y la virtual presidenta tienen razón, más allá de la opinión que merezca el afectado e inconforme. Sería absurdo que los coordinadores parlamentarios de la mayoría provinieran de partidos distintos al que más legisladores obtuvo.
La situación revela la compleja relación de los partidos asociados a Morena. En algunos casos se asimilan a lo mismo, en otros están claramente diferenciados no sólo por los casos en que compiten de manera independiente, como la elección de gobernador en San Luis Potosí o de legislador, sino porque la historia, las agendas, estructuras y objetivos son diferentes. Relevante porque Morena tiene claridad sobre el futuro; la hoja de ruta es la iniciativa presidencial de reforma constitucional, que no es la del PVEM y PT, al menos no en todo.
La coalición que conforman Morena, PT y PVEM fue electoral y en muchos temas existe consenso, no en todos, tanto que la asignación de diputados por la representación se realiza por partido no por coalición, que permite al conjunto de la coalición una mayoría calificada muy sobrada. El pragmatismo y el interés de sus dirigentes permite que las iniciativas presidenciales se resuelvan sin mayor resistencia, con la excepción de la electoral cuando se afectan a las minorías.
López Obrador integró su gobierno, definió su agenda y resolvió procesar la sucesión a partir de su propio criterio. Morena aceptó sin reserva alguna y también los legisladores y dirigencias de los partidos asociados. De hecho, muchos de los diputados y senadores eran en realidad militantes de Morena, sólo que compitieron por el PES y PT para darle vuelta al límite de la sobrerrepresentación. El mismo Mario Delgado fue electo por el PT, al igual que Ricardo Monreal en su momento.
Gerardo Fernández Noroña seguramente es más afín a Morena que al PT, del que fue propuesto precandidato presidencial, partido muy afín a López Obrador, no así el PVEM, que seis años atrás suscribió coalición con el PRI. Sin embargo, los dos partidos son aliados imprescindibles en el sentido de que la aprobación de las reformas requiere su participación. Morena carece de mayoría absoluta en la Cámara de Diputados desde 2021 y no la alcanzará en la siguiente legislatura. Si prosperara la exclusión de la pluralidad, en 2027 podría lograr por sí mismo 80% o 90% de las curules.
Claudia Sheinbaum integra el gobierno a partir de su visión del gobierno y de los factores de influencia. El más poderoso, sin duda, López Obrador, que no significa sumisión o cohabitación en el ejercicio del poder presidencial, cargo unipersonal. Los designados son responsables ante ella y corresponde a la futura presidenta determinar la manera de ejercer el gobierno, a nadie más. El PT y PVEM tienen su espacio, pero no son factor mayor porque el voto de sus legisladores no atiende a la línea partidaria. Impensable un voto diferenciado de diputados y senadores por determinación de sus partidos, un intento así significaría una migración hacia Morena y dejaría al descubierto la sobrerrepresentación mayor a los 8 puntos previsto en la Constitución.
El PT y PVEM gozarán de trato privilegiado del poder, como durante los pasados seis años. Sus dirigentes están ocupados más en las ventajas personales que en los intereses de la organización. Además, su agenda electoral, especialmente la del PVEM, ocasionaría se repitieran casos como la elección de gobernador San Luis Potosí y recientemente Hidalgo, donde compitió contra Morena. Sin embargo, el poder cohesiona y la inercia más poderosa significa actuar de acuerdo con la línea política que se origine en la presidencia de Claudia Sheinbaum, siempre y cuando no afecte el interés de tales partidos, como eliminar la representación proporcional en la integración del Congreso, ya que los volvería prescindibles y su viabilidad descansaría en la gracia de la mayoría de ofrecerles candidaturas a legislador.