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XALAPA, Ver., 29 de noviembre de 2024.- Alejandro Mancilla es periodista y comunicador veracruzano. También es experto en cultura pop. Ha publicado en Vanity Fair, GQ, Vogue, Playboy, Chilango, entre otros reconocidos espacios.
Apenas el pasado mes de agosto publicó su libro titulado (de)generación de cristal, que es un tratado de corrección e incorrección política, conceptos que están influyendo a tope en el pensamiento y comportamiento de la sociedad que nos rodea.
El autor, originario de la ciudad de Orizaba, tiene una mirada propia, directa, sin titubeos, de los tiempos que corren, donde nadie se salva de la autocensura, la cultura de la cancelación y la inclusión forzada. Todo ello en el plano nacional e internacional del mundo de la música, el cine, las series televisivas y la publicidad, por citar algunos ejemplos.
En entrevista, Alejandro Mancilla, quien también ha publicado relatos en libros de ficción, habló a fondo de esta su primera entrega como autor en solitario, bajo el sello de Editorial Gato Blanco.
¿Cómo nace la idea de escribir este libro (de)generación de cristal?
El libro nace cuando me doy cuenta de que hay muchas historias que contar sobre este tema de la corrección y la incorrección política y en este momento de la cultura pop, llámese música, cine, televisión o streaming. Y también en el contexto de las relaciones personales y profesionales que existen.
Fue un poquito al percibir cómo nos ha rebasado la llamada cultura de la cancelación y cómo las diferentes generaciones convivimos ahora en la aldea digital de la que nos hablaban los teóricos de la comunicación. Convivimos pero de una forma a veces en confrontación, con diferentes ideas y con menciones peyorativas como generación de cristal, justamente. Y el libro se convierte en (de)generación de cristal obviamente como un juego de palabras.
Entonces al detectar lo ridículo que puede llegar a ser cómo nos sobrepasó esta cultura de la cancelación y de la corrección e incorrección política, es que surge la idea de hacerlo y también tiene mucho que ver mi experiencia periodística de más de una década, mirando de frente cómo sucede este fenómeno.
En el libro señalas que corrección política es un término mutante, que va cambiando, pero ¿tú cómo definirías y explicarías este concepto?
Sí, a la hora de tratar de definir desde diferentes puntos de vista la corrección y la incorrección política, pues te das cuenta de que es un término que va cambiando según el contexto, tanto cultural como temporal o histórico, porque no es lo mismo la corrección y la incorrección política en el México de los años ochenta que en el México moderno.
Desde mi punto de vista, más allá de esas definiciones que se intentan buscar, la corrección política es el tratar de quedar bien como sea. Y por otro lado, la incorrección política curiosamente también va por ahí, porque se volvió como un cliché, entonces en medio de esas dos corrientes es donde está el punto que debemos encontrar; encontrar las cosas por las que vale la pena luchar y no indignarnos, por ejemplo, porque alguien dijo compañero en lugar de compañere, que eso es muy debatible pero por otro lado creo que es una batalla que ya se perdió, porque fue un pequeño grupo el que pidió ese cambio y no permeó en la sociedad.
Digo, no es que esté mal, cada quien lucha por sus propios objetivos, pero sí quería subrayar que esa batalla del lenguaje inclusivo se perdió, y eso puede ser un poquito polémico pero es uno de los puntos que trata el libro: las batallas que vale la pena luchar y cómo se perdió de vista lo que realmente tenía que indignarnos.
El cine vive una inclusión racial o forzada que se está desbordando. ¿Qué nos puedes decir de todo esto?
El cine, junto con otras disciplinas, vive esa inclusión racial forzada, que también creo que en algún momento va a apagarse. Yo creo que la inclusión debe ser natural, orgánica, corresponder a los tiempos; si lo haces nada más para estar a la moda, pues la misma gente lo detecta y el resultado han sido grandes fracasos cinematográficos, en series y en todo tipo de obras culturales.
Hay cosas que caen en lo ridículo realmente, y no es que se trate de ser demasiado cuadrado, simplemente que se nota cuando las cosas se hacen nada más con el afán comercial o con el afán de pertenecer a una tendencia.
En el caso de cambiar los personajes que ya están inscritos dentro de una historia, que tienen un bagaje detrás, pues puede ser ridículo. En el libro menciono que sacaron a un Winston Churchill me parece que afroamericano y la gente empezó a decir ‘está increíble, qué bueno’, pero ese es un ejemplo de lo patético que puede ser cambiar el origen étnico de algunos personajes con tal de ser, en teoría, incluyentes, pero te repito, esto ya no es inclusión sino un fenómeno comercial y absurdo.
En HBO, ahora Max, quitaron Lo que el viento se llevó, otro ejemplo que señalas en el libro, ¿no?
Ahora critican la película Lo que el viento se llevó porque mostraba esclavos afroamericanos, que realmente era terrible toda esa etapa de la esclavitud, una infamia que afortunadamente ya se abolió, pero no podemos negar que fue una época histórica que existió.
Entonces, si tratas de hacer de cuenta que no pasó, estás negando un pasado y le estás negando a la gente que conozca una historia terrible, pero que sucedió, estás mutilando la historia y eso no está padre.
Inclusive es como una ofensa para la gente que sufrió eso, porque estás borrando lo que sufrieron; de tajo estás borrando algo grave que es conveniente que las futuras generaciones conozcan para no repetir. Lo mismo con las canciones, las canciones son historias, así como las películas.
También comentas el caso de Yalitza Aparicio, que tras su actuación en la película Roma no se le podía señalar como mala actriz porque se te echaban encima.
Ese es un caso bien concreto. El hecho que de repente digas ‘a mí no me parece buena actriz Yalitza’ no te hace menos mexicano, tampoco racista ni nada, porque estás hablando de la actuación que no te pareció. Otra cosa es que empieces a hablar mal de sus raíces o siendo misógino.
Pero se vale ser crítico tanto con hombres como mujeres, si perdemos esa capacidad de criticar pues perdemos todo, porque nos convertimos en una sociedad uniforme.
Lo que no se vale es no poder opinar por miedo a que te digan que estás mal, y eso sucede con el tema de Yalitza Aparicio, a quien también en algún momento entrevisté.
En el plano de la música me viene a la mente Café Tacvba que dejó de cantar La ingrata, y tú señalas el caso de The Cure que tuvo que modificar el nombre de una canción basada en la novela El extranjero de Camus. ¿Qué panorama hay en la música?
En el libro hay varias entrevistas con músicos, comenzando con Camilo Lara del Instituto Mexicano del Sonido, que menciona el problema que puede llegar a ser la corrección política en la música porque no te permite expresarte. Alejandro Rosso de Plastilina Mosh también comenta lo indignante que puede ser, valga la redundancia, que la gente se indigne con lo que un artista está expresando, porque tradicionalmente la música, sobre todo determinados géneros, se trata de provocar algo, para bien o para mal, sobre todo en el rock.
O sea, qué sería de grupos históricamente provocadores, desde Chuck Berry, Elvis, Beatles, los Doors, todo el punk, el heavy metal y todas las subculturas del metal, qué serían sin la provocación. Realmente no existiría todo este catálogo musical, ni toda esa cultura que trascendió los sonidos y se convirtió en un estilo de vida.
Muchas de las canciones que ahora están siendo canceladas simplemente están relatando historias, como dije antes. En el caso de Ingrata, está contando la historia de una mujer fatal que tristemente termina mal, pero que son cosas que vemos todos los días y que los corridos mexicanos, que es en lo que se inspira Café Tacvba, toda la vida han tratado. Ya cuando raya en lo escatológico, y repito ahí es cuestión de cada quien escucharlo o no, es cuando entra en juego el sentido común y decir ‘esto está horrible’.
Señalas que otra acepción de corrección política es el querer quedar bien con todos. ¿Qué nos dices de esto?
Justamente esa acepción de corrección política es querer quedar bien con todo mundo. A parte de que es imposible porque nunca se puede quedar bien con todos. Realmente para mí es muy criticable porque ya no estamos siendo sinceros con la realidad que nos toca vivir, y opinamos, actuamos y dejamos plasmado en nuestras redes sociales, por temor a la cancelación o al qué dirán, una imagen y una idea de lo que somos como personas que no corresponde a lo que realmente hay dentro.
Entonces nos estamos convirtiendo en una sociedad de hipócritas al opinar con tal de quedar bien, engañándonos a nosotros mismos. La tolerancia convertida en intolerancia al no opinar igual.
Estoy de acuerdo con eso de que una cosa es la ficción, que ayuda a reflexionar, y otra cosa es el chiste humillante. Pienso, por una parte, en series como The Office o Seinfeld y por otra parte en los standuperos. ¿Tú qué opinas?
Lo de la comedia también es un tema bien complejo porque hay una línea bien delgada. Yo creo que, como menciona el libro, la comedia también se ha transformado y es un reto para quienes la hacen, hacerlo de forma que no atente contra los nuevos tiempos.
Personalmente creo que estas series como Seinfeld, o como Qué vida más triste, estaban en un momento contextual en el que la comedia era así, desafortunadamente ahora las convenciones son diferentes, aunque sigue habiendo muchas propuestas que de forma sutil siguen con la tendencia.
El stand up puede ser el último bastión de esa resistencia, pero también el problema es que está abusando. Creo que en la comedia lo que no se vale es cuando atentas con quienes no se pueden defender.
Generación de cristal pareciera aludir a las generaciones jóvenes, pero lo cierto es que muchos también nos ofendemos con nimiedades, ¿no?
La generación de cristal se supone que es la generación Z o Alfa, pero en el libro también se menciona que la generación X o los millennials son una generación que realmente nos ofendemos de todo. Si nos dicen ‘es que los Beatles son el peor grupo del planeta’, ‘es que The Cure apesta’ o ‘te gusta Judas Priest y su cantante es gay’, son cosas que ofenden a las generaciones anteriores, lo cual se me hace un reflejo de que en esta aldea digital ya todos nos comportamos de la misma forma y nos indignamos de cosas que nos deberían valer madre completamente.
El libro se llama (de)generación de cristal aludiendo obviamente, con un juego de palabras, a la generación de cristal, pero esta cultura de la indignación nos toca a todos, justamente por esa convivencia digital, global, que tenemos. El libro trata de cómo toda esa cultura nos ha afectado intergeneracionalmente.
Y evidentemente sí hay una tendencia, tampoco se puede negar que las nuevas generaciones, afectadas por esa inclusión forzada, también de repente brinquen ante cosas por las que no vale la pena brincar y se pierden de vista todas esas causas por las que sí valía la pena alzar la voz.
Por último, Alejandro, ¿dónde se puede conseguir tu libro?
El libro está en la librería El Sótano, en línea y en tienda. En Xalapa va a estar disponible en algunas librerías, librerías independientes, sobre todo.
En el instagram de Editorial Gato Blanco o directamente en el mío, que estoy como @yasoymoderno, ahí se les puede enviar. En Ciudad de México, igual en varias librerías independientes, en librería Péndulo y en Amazon quedan copias de parte de Editorial Gato Blanco.