Carlos Ramírez/Indicador político
¡ATRAPADOSIN SALIDA!
Mientras caminan muy sosas las precampañas políticas, ex funcionarios de la administración duartista, siguen en el ojo del huracán.
Unos, encarcelados en Pacho Viejo, claman su inocencia y buscan con desesperación la libertad.
A salto de mata, otro ha intentado ampararse para evitar ser detenido.
Sin embargo, no ha obtenido el beneficio jurídico.
Hay una vieja conseja que reza: “No pido que me den sino que me pongan donde hay”.
La clase más corrupta de la política mexicana aplica puntualmente este refrán.
Una expresión muy a la mexicana que refleja una casta burocrática de la administración pública que se siente poderosa e intocable.
Por desgracia esa ralea se enquistó en el Gobierno de Veracruz y floreció en todo su esplendor en la putrefacta administración de Javier Duarte.
Karime Macías, esposa del ejecutivo, jugó un papel preponderante en la distribución del erario público.
Fue el cerebro maligno que dejó en quiebra a los veracruzanos.
Y permitió que casi todos los funcionarios le metieran mano al cajón.
Es el caso del escurridizo Antonio Gómez Pelegrín, que arribó en las postrimerías de la administración duartista a la Secretaría de Finanzas para cerrar la puerta, pero ni eso pudo maniobrar.
Quedó atrapado entre la corrupción, la ambición y el abuso del poder.
Pagó a empresas fantasma y desvió recursos etiquetados a otros rubros dentro de la “licuadora” o cuenta concentradora.
Fue Ricardo García Guzmán, ex contralor de la administración duartista, quien recomendó los servicios de Gómez Pelegrín (laboraba en esa dependencia con bajo perfil), para la titularidad de la Sefiplan.
Al aceptar el cargo más complicado del gobierno, se metió en el ojo del huracán.
La bomba financiera había detonado.
La abundancia financiera ya estaba en manos de Karime Macías y su pandilla.
Los dineros iban a todos lados, menos a su destino etiquetado.
El secretario de Sefiplan tenía fama de cumplidor, trabajador y eficiente en labores administrativas.
Y llegó como “bombero atómico” para apagar el incendio que dejó Mauricio Audirac (hoy en Pacho Viejo), pero salió chamuscado.
La fama de impoluto se le fue al bote de basura.
Muchos confiaban en su capacidad para enderezar la nave pero le ganó la avaricia, la mezquindad y afloró en él la “rata” que lleva por dentro.
Quedó mal con empresarios y proveedores respetables.
Y quedó bien con su jefe interino quien autorizó pagos solo a incondicionales.
Empezaron las protestas y la Auditoría Superior de la Federación le puso marcaje especial a la administración de Veracruz.
El escándalo llegó a niveles inimaginables.
La famosa “licuadora mágica” explotó y empezaron a salir las corruptelas que a lo largo de la administración trataron de ocultar.
Ver tanto dinero junto, enloqueció a Gómez Pelegrín.
El discípulo de Juan Maldonado Pereda arribó a Finanzas en marzo del 2015 y se mantuvo hasta el 14 de noviembre del 2016.
Veinte meses donde el desvío de recursos fue el pan nuestro de cada día.
Nunca quiso decir no a un jefe enloquecido por el poder interino (Flavino Ríos Alvarado) y que finalmente cayó en el grave delito por encubrimiento, tráfico de influencias y abuso de autoridad.
Flavino, ya entronizado, ya posicionado, ejerció el poder y desafiando a las leyes, facilitó recursos del gobierno estatal al entonces ejecutivo con licencia.
Le dictaron prisión preventiva y fue remitido a Pacho Viejo.
Tuvo problemas con su salud pues su ritmo cardiaco se vio alterado y purgó condena desde su domicilio. Le prohibieron ausentarse del país.
Con el correr de los meses fue exonerado y hoy goza de plena libertad, alejado de la vida política. Está dedicado a su entorno familiar.
Pero el daño a su “plumaje político” quedó manchado para siempre.
A Gómez Pelegrín se le hizo fácil usar las técnicas del pasado y cayó en la voracidad.
Se convirtió en uno más de la banda duartista.
Fue el último tren por eso engordó su “cochinito” para el retiro.
Y sin pudor alguno, le metió mano al cajón.
Salió mal de Finanzas pero sus huellas quedaron plasmadas en todo el desorden administrativo y financiero de la peor administración de la historia de Veracruz.
Huye a salto de mata pero la mano de la justicia está por alcanzarlo.
Luego de perder varios amparos que interpuso para salvarse, está a punto de caer en manos de los sabuesos de la Fiscalía y concluir su vejez en el reclusorio de Pacho Viejo.
Ahí estará en compañía de sus compañeros de pillerías, entre ellos su antecesor en Finanzas (Mauricio Audirac).
Su estado de ánimo está por los suelos. No puede conciliar el sueño y vive estresado.
El timorato ex funcionario será recordado como uno más de la “pandilla brava” que traicionó a Veracruz.
Hoy sufre las consecuencias.