Pablo Jair Ortega/Columna sin nombre
¡QUÉ RENUNCIE!
El mandatario mexicano está enfrascado en tejer las estrategias para enfrentar “las bolas rápidas y ensalivadas”, enviadas por un desquiciado Donald Trump desde el montículo principal de la Casa Blanca.
Quien dice tener otros datos y especialista en desdeñar las evidencias científicas, sostiene que hay disponibilidad y no cerrazón para dialogar y evitar así que se apliquen aranceles a los productos mexicanos.
“No me voy a enganchar en una confrontación, busco una solución pacífica ante las controversias”, comenta López Obrador.
Mientras, sube el dólar, suben las tasas de interés y se desploma el precio del crudo.
El primer ejercicio electoral de su gobierno (pese al alto abstencionismo registrado), no le preocupa tanto, porque sabe que aún persiste un cachito de su “luna de miel” con el pueblo sabio.
Por su parte, miles de voces veracruzanas, inmersas en una crisis económica, política y social, gritan en silencio y a todo pulmón: ¡Qué renuncie!
Sí. Que renuncien los ineptos, los corruptos, los desleales y, por supuesto, los arrogantes.
Como precisó en una conferencia mañanera mi amigo y hermano Ricardo Rocha (somos hijos del mismo padre, del extraordinario ser humano Paco Ignacio Taibo I) “la soberbia ni llama, ni contesta llamadas”.
Veracruz, merece funcionarios capaces, sensibles y probos.
Han transcurrido seis meses y muchos servidores públicos de todos los niveles, han fracasado en su intento por responder a la enorme encomienda.
¿Dónde quedaron las promesas de campaña?
¿Dónde quedó la eficiencia?
¿Por qué permitir tanto nepotismo?
Si no pueden con la responsabilidad… ¡Que renuncien!
Unos, se “quemaron” muy pronto por “meterle mano al cajón”; pero ya se van, tienen los días contados.
Otros, acomodaron en posiciones claves a familiares y a sus amantes, con quienes viajan por el estado para resolver temas de “trabajo”. Nepotismo puro, que es una forma también de corrupción.
Lo bueno que AMLO, en su séptima visita a Veracruz, se comprometió a investigar la existencia de parientes de Cuitláhuac García, incrustados en la nómina estatal.
Insistió que no permitirá el nepotismo y que desconocía si en la administración de su pupilo consentido, hay ese trato a favor de familiares y amigos, sin mérito alguno.
Por ese abuso de poder, vienen los ceses y enroques.
Así, poco a poco, se van acomodando las piezas del ajedrez político del gobernador García Jiménez, quien una vez más, recibió el espaldarazo de su padrino tabasqueño.
Hay un pasaje histórico del notable estadista, historiador y escritor británico, Winston Churchill, donde, con sorna, suelta la frase “Qué renuncie”, locución que corre de boca en boca entre los veracruzanos.
Existía, por supuesto, enfado de la Monarquía y de sus adversarios hacia su persona, porque el Primer Ministro no quería retirarse de la vida política.
La reina Isabel II le organizó un festejo por sus 80 años de vida.
El viejo zorro y apasionado de la política, se aferraba al poder; era su vida.
En cambio, la joven e inexperta Soberana, imponía sus estrategias y exigía salud y eficiencia para gobernar.
Winston, había sufrido dos derrames cerebrales que mermaron su vida y, por ende, le impidieron presidir sus actividades como Primer Ministro.
Al agradecer el agasajo, Churchill improvisó, con su inigualable humor, un mensaje donde se pitorreó de la monarquía y de los funcionarios lacayos.
“Es un gran honor estar aquí hoy. Ningún político había recibido un honor tan grande y estoy muy agradecido. A pesar de ello, estoy consciente después de haber servido a mi país durante 54 de mis 80 años. ¡Qué renuncie!, es la frase que ronda en el aire, y claro que es la ocasión perfecta para ello. El escenario está listo, la audiencia reunida, todo listo para el discurso de despedida. Solo hay un problema: el actor principal olvidó sus líneas y en lugar de retirarse, él escribirá unas nuevas. Cuando tus colegas políticos son tan amables para regalarte un retrato hecho por un ambicioso modernista, uno debe preguntarse: es un regalo o es una maldición”.
La audiencia en lugar de abuchearlo, vitoreó al hombre leyenda del liderazgo británico, quien poseía una presencia política incomparable.
Un servidor público se aferra al poder y se ancla a su escritorio.
Quiere eternizarse.
Pero, el pueblo sabio ya se puso exigente y denuncia.
“Si no pueden… ¡Que renuncien”!
Por muy honestos que sean, deben ser aptos y estar a la altura de la problemática.
La honestidad, no es sinónimo de eficiencia.
Es tiempo de corregir desatinos.
Pero, si no pueden…
¡Que renuncien!