Carlos Ramírez/Indicador político
JTA
EL SILBATO
Cecilio García Cruz
Si el mes patrio se pintó de rojo (terremotos y huracanes), el de octubre inició con el pie izquierdo.
Parece ser que no canta mal las rancheras.
Viene muy entonadito para silbar corridos de mala muerte.
Esperemos que no ocurra así.
El décimo mes del año dañó las puertas de La Ciudad del Pecado: Las Vegas, Nevada, donde se produjo la más grande y sangrienta masacre de la historia de EEUU, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Ya son 59 muertos y más de 529 heridos.
Vivimos tiempos de dolor y tragedia.
México, aún llora a sus muertos.
Las heridas aún no cierran.
Muchas vidas se apagaron al quedar atrapadas en los escombros violentados por los sismos.
Sin embargo, cada día nos preparamos con gran entereza para enfrentar las contingencias de la naturaleza.
Algunas son impredecibles.
Conmueve la unidad ejemplar de los ciudadanos que sacudió el rumbo de la política de los truhanes, saqueadores y malos gobernantes.
Ojalá no se pierda.
La cultura es el eje transversal de toda transformación revolucionaria.
Un rescatista especializado en salvar vidas comentó que el silbato más que un simple instrumento de juego o trabajo, representa un hálito de vida.
En el dramático filme El Titanic, el fuerte sonido de un silbato de acero, salvó la vida de la actriz protagónica Rose DeWitt Bukater (Kate Winslet), atrapada en las aguas congeladas del océano.
La desesperación de Rose era evidente.
Se apropió del silbato de un hombre que no resistió la tragedia, y empezó a soplar con gran fuerza.
Llegaron las brigadas de auxilio y milagrosamente la rescataron.
Los hay de diferentes tipos.
Los más frecuentes son usados por agentes de tránsito para organizar el flujo vial de las ciudades; otros, son instrumentos de trabajo de árbitros de futbol.
Existen unos especiales para personal de locomotoras o barcos, que se accionan en caso de hundimientos, como sucedió con el Titanic.
Los avances tecnológicos los han elaborado con una acústica especial y diversidad de tonos.
Debido al flujo forzado de aire, es audible a una distancia mayor que el sonido de la voz humana, por ello se convierte en un medio de advertencia.
En CDMX, el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera dio el primer “pitazo” para crear la Cultura del Silbato.
Puso en funcionamiento la “Estrategia 30-100 contra la violencia hacia las mujeres en el transporte y espacios públicos”.
El aspirante a la candidatura presidencial sostiene que el silbato es una herramienta de prevención de ilícitos.
El objetivo es evitar que la mujer sea agredida por sátrapas y delincuentes.
Es de plástico, color blanco y rosa, marca Acme Tornado, de fabricación inglesa, similar al usado por Kate Winslet en el naufragio del gigante de los mares.
Se distribuyó gratuitamente entre mujeres que se transportan por diversas estaciones del Metro.
Es el primer lote de 11 mil que tuvieron un costo de un millón de pesos.
El mandatario anunció que los habrá también de color negro para uso exclusivo de hombres.
Usarlo como llavero podría salvar su vida.
Si a nuestros hijos les inducimos esta cultura, lo sumamos a tener una esperanza de supervivencia, en casos de emergencia.
Escuchar un sonido real y contundente, es la diferencia entre especular o tomar acciones directas para lograr un rescate.
La labor de Los Topos y brigadas de auxilio sería más concreta y certera. Se perdería menos tiempo para salvar vidas.
Hay un silbato diferente. Ese que emite un sonido estridente que penetra en la clase política como un dardo de advertencia.
Y esa estridencia retumbó con mayor fuerza en la conciencia de esos líderes de pacotilla ausentes en los sismos.
El INE debería obligarlos a portar un silbato para cuando el pueblo decida lincharlos por corruptos, emitan “pitazos” desesperados para salvar su pellejo.
En tanto, se muerden las uñas en busca de la candidatura presidencial.