Raúl López Gómez/Cosmovisión
La cleptomanía… de Gómez Pelegrín
Antonio Gómez Pelegrín, es un paradigma de la cleptomanía financiera de Veracruz.
Fue el último as que sacó de la manga Javier Duarte (de quien Carlos Loret de Mola escribe que está cerca de respirar aire fresco) para que le cubriera las espaldas en la secretaría de Finanzas.
Pero las pillerías fueron de tal magnitud que se lo llevaron entre las patas, lo hundieron.
Esa enfermedad crónica que contagió a los “Niños de la Fidelidad” es originada por carencias infantiles y estimulada por una compulsión incontrolable de robar.
No respeta condición social.
Los médicos que atienden a Gómez Pelegrín le han normalizado su ritmo cardiaco, pero la ansiedad irresistible de hurtar no tiene cura.
La cleptomanía es un trastorno de salud mental poco frecuente pero grave; si no se trata, podría causar mucho dolor emocional personal y familiar.
El ex funcionario tuvo la instrucción de cerrar la puerta del socavón financiero, pero como también le “metió mano al cajón”, quedó atrapado entre el fango de la corrupción, la ambición y el abuso de poder.
Pagó, sin querer queriendo, a empresas fantasma y desvió recursos etiquetados a otros rubros.
Fue quien zarandeó la licuadora del negocio de Duarte y Karime.
Hoy, es un prófugo de la justicia.
Nada se compara con tener encima a los sabuesos de la policía y llevar siempre bajo el brazo un amparo.
Vive en constante zozobra.
Y todo por disfrutar una vida de lujo momentánea.
Esa es la situación de quien en su momento reconoció accionar la “licuadora” cada vez que el mandatario lo requería.
“Prácticamente se dio como hábito, como mecanismo”, reconoció el recomendado de Ricardo García Guzmán, ex contralor duartista.
“A confesión de parte, relevo de pruebas” sostienen los abogados.
Fue el sexto secretario de Finanzas. Sustituyó a Mauricio “El Borrego” Audirac, quien sufre pesadillas constantes en Pacho Viejo.
Inició esa responsabilidad el 17 de marzo de 2015 y la bomba financiera le explotó en las manos el 14 de noviembre de 2016, cuando su jefecito Duarte emprendió la graciosa huida.
No alcanzó a cerrar la puerta del desgobierno.
Aceptó que asumía la responsabilidad “que pudiera tener por omisión o acción”.
Sin embargo, a la primera denuncia presentó un amparo para librarse de no ir a prisión.
Para la Auditoría Superior de la Federación (ASF), Gómez Pelegrín está involucrado en la desaparición de 7 mil 458 millones de pesos que no ha podido comprobar.
Además, la ASF puntualizó que el ex titular de Finanzas “no realizó una gestión eficiente ni transparente” de las participaciones federales.
En 2016 recibió 27 mil 724 millones de pesos, depósito que no tenía un uso específico. Es decir, se podía aplicar al arbitrio de las autoridades.
Al ejecutar una auditoría sobre 20 mil millones de ese dinero, no se justificaron 7 mil 458 millones. Están “perdidos”.
Ahí empezaron los problemas para “Don Toño”, quien sumiso nunca se negó a cumplir las órdenes, con tal de tener abierta la caja del tesoro.
Su responsabilidad no sólo consistió en accionar la “licuadora mágica” sino también “meterle mano al cajón” y favorecer a sus cuates.
Durante su gestión se llevó a cabo “El robo del siglo”, uno de los más grandes desvíos de recursos de la Federación hacia un estado.
Flavino “N” (según la Fiscalía podría ser reingresado a prisión preventiva) y Gómez Pelegrín tuvieron que dar la cara a la embestida del nuevo “gobierno del cambio”.
Y sufrir, cabizbajos y avergonzados, la perorata de insultos del entonces alcalde de Boca del Río, Yunes Márquez, quien encabezó la toma del Palacio reclamando recursos.
No soportó más. Los nervios alteraron su ritmo cardiaco.
Estuvo al borde de un infarto fulminante.
Renunció.
Empezó entonces el Vía Crucis y se ha escondido hasta por debajo de las piedras para no ser detenido.
Sus abogados tramitan amparo tras amparo, pero todos han sido improcedentes.
Vive a salto de mata.
La mano de la justicia está por alcanzarlo.
Unos afirman que se encuentra hospitalizado en Puebla o CDMX; otros, que deambula en Chihuahua custodiado por guarros malosos.
Al ex poderoso secretario de Finanzas se le acumularon las denuncias penales.
Su misión era de “bombero atómico” para apagar el incendio que originó Mauricio Audirac, pero salió peor el remedio que la enfermedad.
Se chamuscó.
Todas sus huellas quedaron plasmadas en el desorden administrativo y financiero del peor gobierno que se tenga memoria en la historia de Veracruz.
Gómez Pelegrín, resultó ser un cleptómano de grandes ligas que podría “robarle” los calcetines, sin quitarle los zapatos.