Raúl López Gómez/Cosmovisión
¡Chaqueteros!
Después del debate organizado por el OPLE para conocer las propuestas y perfiles de los candidatos al gobierno de Veracruz, Pepe Yunes, el nativo de Perote, demostró ser la mejor alternativa para tan importante responsabilidad.
Por su experiencia, tiene sutileza y detalle en su discurso.
Es enfático y persuasivo.
Su perseverancia ha sido fundamental en el desarrollo de la campaña y como dice el viejo refrán “más vale paso que dure y no trote que canse”.
Cuitláhuac, Pepe o el hijo del góber, son las opciones que tiene la población electoral.
Tres aspirantes con diferentes culturas y experiencias políticas.
Uno, de extirpe académico.
Otro, con una excelsa preparación universitaria, gran gestor y prestigiosa trayectoria política.
Y el último, que según las encuestas de sastrería (trajes a la medida) lo ubican como puntero, es el menos indicado, pero eso sí, el más arrogante de la terna.
Solo puede ganar al ritmo de la “malagueña”.
Cuenta con el apoyo de la estructura gubernamental y presume los suficientes recursos financieros para “dar la pelea”.
Sin embargo, todo puede suceder en nuestro querido Veracruz (que sabe sufrir y callar) donde el empoderado gobierno hace lo imposible por imponer al vástago quien, para miles de ciudadanos, “el traje le queda muy grande”.
Durante los días de campaña se han suscitado diversos escenarios que rayan en la ironía política.
Del lado de los azules se observan a dinosaurios ex priistas que operan a favor de la causa del mandatario en turno.
Son identificados como “chapulines” o “chaqueteros”.
Son esas ratas de dos patas que abandonan el barco cuando por instinto presienten que se va a hundir.
Vieja consigna marinera indicadora que esos roedores miomorfos son los primeros en huir despavoridos cuando la nave está a punto de irse a pique.
No aceptan estar en la oposición, alejados del poder y sobre todo, fuera de nómina, porque, dicen, es vivir en el error.
Unos saltan en forma individual casi sin hacer ruido para pasar desapercibidos, pero otros lo hacen en grupo y con mucha estridencia. En montón, la vergüenza es menos dolorosa.
A nivel nacional son numerosos los casos de “chaqueteros” que se han tragado sus palabras para congraciarse con su nuevo mesías.
Muchos panistas, priistas, perredistas, verdes y de todos colores se han alineado a MORENA para sobrevivir al inminente cambio.
Cambian de chaqueta, sin rubor alguno, por conveniencia política, pero sobre todo para mantener sus privilegios. Nunca han tenido una ideología qué defender.
El pragmatismo es su divisa.
El ejemplo que se da en el altiplano se refleja en la aldea.
Nadie ignora que en Veracruz desde hace tiempo el cambio de color político es una mala costumbre entre los hombres del poder.
Brincaron del PAN al PRI o al Verde. Ahora van de regreso y otros se movieron a MORENA.
Algunos mudaron de piel política en cuanto se dio el “cambio” en la administración estatal y además, se convirtieron en delatores de sus antiguos compañeros de correrías.
Unos más, cambiaron la camiseta rumbo a la elección y se enfundaron en la azul, amarilla y naranja. Renato Tronco es la figura más emblemática.
Muchos pretendieron ser incluidos en las listas para diputados federales en la fórmula plurinominal.
Los más valientes dijeron que se la jugaban y buscarían el voto, pero cuando sus aspiraciones no se reflejaron en candidaturas se incomodaron y marcharon a otro partido.
Los acostumbrados a vivir del poder decidieron apoyar al hijo del gobernador en su capricho de heredar el cargo de su padre.
Amadeo Flores Espinosa encabeza la lista y ya se viste de azul porque los rojos lo relegaron de la repartición de candidaturas y no consideraron a sus incondicionales.
La gran pregunta es: ¿Cuántos directivos actuales del priismo son leales a la militancia y quiénes participan como espías en el escenario electoral?
Se quedan en el tricolor los verdaderos militantes que se fajan impulsando a su candidato.
Al final de cuentas, los tránsfugas de la política aligeraron la carga de los priistas.
Ahora sólo falta que aprovechen la fuga de los “chaqueteros”, para demostrar que su “marca” sigue viva.
¿Será?