Pablo Jair Ortega/Columna sin nombre
Aunque la inseguridad ha regresado la violencia a las calles, la pandemia continúa su suma inexorable de fallecidos y la Casa Blanca no acepta la autonomía nacionalista de México, el problema número uno de México en el 2022 y hasta el 2024 será el producto interno bruto como síntesis del regreso de México a los niveles del subdesarrollo.
El PIB revela el efecto de las estrategias de desarrollo nacional y sus principales puntos comparativos son el crecimiento anual de la masa económicamente activa, la tasa de creación de empleo y el porcentaje de aumento de la población. Una economía tiene niveles aceptables de desarrollo si el PIB está por arriba de estos referenciales, pero revela crisis social si es menor a las demandas de bienestar.
La política de desarrollo fue diseñada al finalizar 2018 en función de dos variables: los objetivos de política social y de infraestructura del gobierno entrante como centrales y la ausencia de un mapa de riesgos socioeconómicos que aparecieron como pesadilla en el 2020 con el COVID-19.
Las cifras de actividad económica difundidas en los últimos días revelan una disminución del crecimiento precario en el último trimestre del año pasado, con datos adicionales de falta de estímulos productivos para dinamizar la producción. El PIB oficial de entre 5.8%-6.8% para 2021 definidos en los criterios generales de política económica será abajo del referente menor; y la meta para 2022 de 3.6%-4.6% se situará en la vertiente baja.
Los últimos reportes de expectativas del Banco de México señalan que el PIB promedio anual en los próximos diez años de 2022 a 2032 será de 2.2%, exactamente igual al PIB promedio anual del ciclo neoliberal 1983-2018, y solo un tercio del 6% de largo periodo populista 1934-1982.
Las bajas expectativas del PIB solo revelan la ausencia de una estrategia integral de desarrollo para el largo plazo, la inexistencia de una estrategia de enfrentamiento de la recesión provocada por la pandemia y la falta de una estrategia de reactivación productiva pospandémica. Inclusive, los criterios generales de política económica para 2022 hablaron solo de un restablecimiento del ritmo productivo, es decir, de la reanudación automática de la actividad económica y no de un modelo programático de reactivación por sectores multiplicadores de la actividad económica.
El nuevo secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, aparece más preocupado por asentar su poder político en la burocracia y no por retomar las funciones centrales de esa dependencia para redefinir la estrategia de desarrollo nacional pandémica-pospandémica. En términos promedio y sin ninguna política de reactivación el PIB promedio del sexenio actual será de 0%, igual al logrado en el sexenio del presidente Miguel de la Madrid 1983-1988.
El crecimiento 0 implicará un retraso en el desarrollo económico de más de dos décadas porque la reanudación del crecimiento se dará con la acumulación de desempleo, nuevos demandantes de empleo y deterioro de la calidad de vida por seis años sin crecimiento económico: la población económicamente activa crece 2% promedio anual, la población aumenta casi 2% y el 80% de la población vive con una a cinco restricciones sociales.
El referente económico ha sido percibido en Palacio Nacional y el presidente de la república decidió dedicar la mañanera de cada primer jueves de mes para hacer un seguimiento de la economía. Esta decisión reveló la preocupación gubernamental sobre el efecto social que están causando las cifras del estancamiento económico.
El otro dato que revela la inquietud gubernamental en materia de PIB y desarrollo se localiza en las reuniones urgentes en Palacio Nacional con empresarios nacionales para analizar las decisiones apremiantes que conduzcan a la reactivación inducida y conducida –no solo restablecida– de la actividad económica. Hasta finalizar el año 2021, ha habido reuniones y compromisos gobierno-empresarios para detonar la reactivación vial infraestructura, pero los resultados concretos han sido nulos.
La sociedad parece estar conviviendo con los estragos de la seguridad y de la pandemia, pero sus principales preocupaciones se reducen al empleo y los salarios y, de manera reciente, al repunte inflacionario que ha golpeado en el centro de la canasta básica y ha afectado el consumo ya deteriorado por la baja actividad económica.
La nueva señal presidencial esta dada: la prioridad será la economía y sin duda que podría ser clave para la sucesión presidencial del 2024.
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Política para dummies: La política es economía en estado puro.
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