Raymundo Jiménez/Al pie de la letra
La firma condicionada del Compromiso por la Paz del Episcopado por parte de la candidata morenista Claudia Sheinbaum Pardo reventó una operación político-electoral de la iglesia católica formada por obispos que le deben lealtad a la curia de Roma, al Papa como príncipe extranjero y al Estado Vaticano y por lo tanto desnudó una intervención de la Iglesia conservadora cuya puerta había abierto la candidata opositora Xóchitl Gálvez Ruiz cuando acudió al despacho papal a postrarse como candidata ante a el poder intervencionista del clero.
El Compromiso por la Paz del Episcopado rompió los marcos legales y constitucionales del Estado laico, porque una cosa es que se practique la religión dentro del territorio de la fe –las iglesias— y otra muy diferente que el Episcopado que encarna a la iglesia vaticana de Roma en México obligue a los candidatos presidenciales del poder civil a firmar compromisos que trascienden la fe e involucran políticas de Estado, como la exigencia del poder de la sotana de terminar con la estrategia de participación constitucional de las Fuerzas Armadas en apoyo a labores de seguridad pública bajo la doctrina de seguridad interior.
El documento del Episcopado en los hechos obliga a los candidatos a someterse a los criterios de la Iglesia católica que responde a los intereses del Vaticano de Roma. En diciembre de 1988, esa misma iglesia católica de Roma pactó en secreto un acuerdo político con el presidente electo Carlos Salinas de Gortari: asistir a la toma de posesión del nuevo mandatario para legitimar su cargo que había sido producto del fraude electoral de julio, pero a cambio obtuvo el compromiso de Salinas de regularizar constitucionalmente la existencia de la Iglesia para convertirse en un poder terrenal que responde no a la fe en Dios, sino a los intereses geopolíticos y económicos neoliberales de la Iglesia católica en el mundo. Salinas cumplió el compromiso y reformó el artículo 130 que había sido producto de la lucha de la Revolución Mexicana contra los intereses del Vaticano en México y que condujo al país a la contrarrevolución cristera.
La redacción del documento Compromiso por la Paz del Episcopado no es retórico ni de fe, sino que establece una obligatoriedad en el compromiso que introduce a la iglesia católica no sólo a los documentos básicos de los candidatos presidenciales, sino que a través de la firma los obliga a cumplir con el contenido del documento. En este contexto, el rechazo de la candidata morenista Sheinbaum reveló el juego de poder de la Iglesia católica y su instauración como un poder con capacidad de subordinar al Estado a los intereses de la curia vaticana de Roma.
El documento mexicano, por cierto, responde a un activismo geopolítico del Papa Francisco, como la reciente declaración de Francisco pidiéndole al presidente Zelenski la rendición de Ucrania y la aceptación de las condiciones de la Rusia de Putin. Como en los tiempos del Papa Juan Pablo II, el Vaticano –que carece de legiones militares para entrarle a los juegos de guerra– utiliza como chantaje la fe católica en un Dios superior para meterse en la geopolítica de los intereses de seguridad nacional terrenal de las grandes potencias.
Otra afirmación contenida en el documento Compromiso por la Paz del Episcopado Vaticano en México –que funciona como nunciatura informal de tipo diplomático– debiera llevar a la Secretaría de Gobernación a exigirle a los curas una explicación de la grave acusación contenida en la página 18, que a la letra dice: “reducir el uso de la fuerza letal por las Fuerzas Armadas encargadas de tareas de seguridad en las entidades federativas”, un señalamiento que ignora que las Fuerzas Armadas constitucionales ejercen tareas legales de apoyo, en ningún momento obedecen instrucciones de letalidad y los resultados de bajas corresponden a ataques por parte de los grupos criminales.
La desmilitarización que exige el episcopado ignora la capacidad de fuerza criminal y asesina de las bandas delictivas.
Lo único cierto es que la iglesia no sólo se metió en política electoral, sino que está obligando a los candidatos a obedecer a Dios y al Vaticano de Roma y no a los electores.
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Política para dummies: la política es el poder civil, no la dominación religiosa.
Hoy en El Independiente TV: https://www.youtube.com/@el_independiente: en la mesa de debates de hoy miércoles, la descomposición electoral en Ciudad de México.
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