Bernardo Gutiérrez Parra/Desde el Café
Hace unos días apareció la nota del dueño de un rancho en el municipio de Los Herreras, en Nuevo León, que grabó una noche llena de incertidumbre y miedo. Estaban esperando que en cualquier momento se diera un enfrentamiento con hombres armados, quienes pretendían invadir su propiedad.
A través de transmisiones de redes sociales, evidenciaba como en la penumbra de la noche, estaba con su familia y trabajadores, esperando que en algún momento se desatara la violencia. Narró que 7 horas estuvieron alertas, querían que llegara la fuerza civil o alguna autoridad local.
En esta angustia, alcanzó a lanzar un mensaje que nos debería llamar a todos a la reflexión: “si me fui, me fui defendiendo a mi familia”. Esto creo que refleja el espíritu de todos los que de alguna forma u otra, hemos levantado la voz esperando que exista un país donde se pueda garantizar la libertad y justicia.
Éste es sin duda, el origen de las autodefensas, que son ciudadanos que decidieron armarse y organizarse para enfrentar la actividad criminal, y es que nadie puede criticarlos por hacer algo que le correspondería a las autoridades y que ante su inacción, los dejaron a merced de grupos que pretendían quedarse con años de construir patrimonios.
Aquí en México existe otro caso emblemático, el del Dr. Mireles, quien en Michoacán cansado del asedio de criminales que mataban a sus vecinos, violaba a las jovencitas, y despojaban de tierras, decidió junto con su comunidad, armar un grupo de autodefensa.
Hoy en día, estas autodefensas se pueden encontrar también en poblaciones de Michoacán y Guerrero, que se cansaron de ser víctimas del crimen organizado. En algunos lugares ya se institucionalizó y el gobierno ha terminado por regularlas. Pero volvemos al mismo punto, ante la ineficacia del gobierno, el poder de defenderse, que es muy legítima, la toma el pueblo.
Existe otra opción ante el asedio que se está volviendo muy común, y es abandonar los lugares de origen. La gente termina agarrando sus pertenencias y emigra a lugares donde sea más seguro vivir. Tan sólo en 5 años, se dieron 75 mil desplazados, de acuerdo al Instituto Belisario Domínguez.
Hasta 2022, Chiapas, Chihuahua, Durango, Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Sinaloa, concentraban el 91% de los casos y 97% de la población. Esto significa que cada vez hay más pueblos fantasmas, cada vez hay más regiones que dejan de producir, que el crimen se los come y que es muy difícil que vuelvan a florecer.
El crimen no sólo devora pueblos, atenta contra el futuro de todos. En nuestro país, durante el año 2021, la situación de violencia costó 4.92 billones de pesos, lo que representa el 20.8% del producto interno bruto del país, seis veces el presupuesto designado a educación y siete veces el presupuesto gastado en el sector salud, esto de acuerdo al Índice de Paz México.
Afortunadamente el ranchero y su familia sobrevivieron la noche. Pero el mensaje sigue siendo el mismo. El país y los mexicanos no deberían estar soportando esas veladas. La inacción de las autoridades frente al crimen hace que todos estemos en resistencia, desde nuestras trincheras, nos defendemos y alzamos la voz, esperando un día, nos tomen la llamada.
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