Pablo Jair Ortega/Columna sin nombre
Otro nuevo episodio de las contradicciones del gobierno se suscito está mañana, como en casi todas las veces, el escenario fue la mañanera, pero esta vez estuvo a cargo del secretario de Gobernación, también aspirante a la candidatura presidencial de Morena, Adán Augusto López Hernández, quien señaló que las especulaciones en torno a la salud del presidente, son parte de una “campaña de odio”.
Reprobó que circulara esa publicidad negativa: «Es lamentable que por responder a intereses evidentemente políticos, se llegue al nivel de una campaña de odio. El presidente, afortunadamente, y como lo dijimos desde el lunes aquí en la mañana, y como él lo dio a conocer el domingo, está bien…” podría asegurar que la mayoría de los mexicanos nos dio gusto saber que está estable, ya que a final de su sexenio, no convienen cambios drásticos.
Lo incongruente de todo este asunto, es que se repruebe una campaña de odio, cuando el personaje principal que se dedica a etiquetar y a descalificar todos los días a quienes no están de acuerdo con él, es el propio presidente. En esta ocasión, si bien no merece que le auguren una mala salud, y tampoco lo comparto, pero es él quien pone el ejemplo de odiar para entender la política.
No son pocos calificativos que ha vertido. Tenemos desde “la mafia del poder”, los “fifis”, sobre la prensa ha dicho que “no hay profesionalismo, es una prensa tendenciosa, vendida”, “conservadores”, su clásica “fuchi caca”, a la clase media les dice “aspiracionistas” pero con una connotación de descalificación que pareciera que les dice ambiciosos.
Cabe recordar que hace poco en una de sus mañaneras, estuvo insultando a quienes participaron en la marcha en defensa del INE, uno fue mi tío Adrián LeBarón, así que lo exhibió en su pantalla junto a otras personalidades y lo llamo “supuesto defensor de los derechos humanos… falsario”, esas descalificaciones dudo que provengan del amor, es el odio profundo que guarda el presidente.
Le quiero comentar que no elegimos el destino. Cuando ocurrió la masacre contra nuestra familia, nos ocupamos en pedir justicia, pero al pasar el tiempo nos dimos cuenta que nuestro legado podría ser más, que no bastaba con ver a los culpables encerrados, queremos que el país sea un poco diferente, y en este camino se nos han acercado víctimas que han sobrepasado sus miedos y decidieron luchar por los otros.
Así que ese valor nos ha dado fuera y combustible para seguir adelante, porque somos muchos los que buscamos que nuestro país sea mejor. Es un insulto que le haya dicho “supuesto defensor de los derechos humanos” cuando lo único que hemos aportado es hacer visibles las injusticias de este país, y lo seguiremos haciendo aunque no le guste, porque si algo hemos entendido es que no existen las causas ajenas.
Otro gran insulto es esa risa burlona para negar que existieran masacres en México. Esa acción también duele, no sólo por nuestra familia, si no también por todos los casos que se ven casi a diario, en Guanajuato Zacatecas, Tamaulipas, etc. Esa negación también tiene su raíz en el odio con el que llegó a gobernar, el “creer” que todo va bien no significa que así sea.
Tiene un problema el presidente López Obrador, llegó al poder odiando, y todos los días lo transmite. Todos los días tomas sus decisiones basado en su poca empatía con lo diferente, y mientras sea así, esperemos que termine de la forma más tersa posible su gobierno. Si hoy recibe odio, es porque se ha encargado de sembrarlo. Le sorprendería lo que ocurre cuando es al contrario.