Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
Imparable abuso policíaco en CDMX
Los excesos de Policías de Cdmx se multiplican, están desatados. En total impunidad agreden, siembran evidencias, levantan falsos, torturan, extorsionan ¿Con qué aval los policías proceden con ese nivel de abuso Secretario de Seguridad Pública de la CDMX, Raymundo Collins y Edmundo Garrido, titular de la PGJ?
Hay que tener cuidado si visita la Cdmx, estas y otras historias se repiten a diario y la televisión los evidencia sólo por los operativos en bares. Luego se preguntan por qué la gente les pierde la confianza.
Hoy aterra el incremento de redadas de inocentes que no se atreven a denunciar por las amenazas. Nuestra colega periodista Socorro Valdés Guerrero, exhibe la arbitrariedad policiaca en CDMX al narrar el horror vivido la noche del viernes:
“¡Ya nos dejaron en libertad! Sí, después de llevarme con mi hija esposada e intentar “cuadrármela”. Con esas palabras que no son mías, que usó quien dijo era Israel Rodríguez, sujeto que se dijo responsable del operativo. Nos detuvieron junto con otros; mujeres y hombres detenidos, que también golpearon y jalonaron. A todos nos insultaban. Y se ensañaban con una jovencita que se orinó del miedo. Pedí la dejaran, le quitarán las esposas.
Me identifiqué, advertí de su error de nuestra detención y logré hablar ya detenida con su titular de Comunicación, Octavio Campos. Le informé de esa equivocación, de esos abusos, de los golpes, del operativo. No le importó a nadie. Quisieron arrebatarme el celular sus mujeres policías; lo sujeté fuerte; me ordenaban dárselos, me empujaban. Era alertar ante lo incierto, ante no saber porque nos detenían, era informar mi ubicación. Decir de la detención. Había incertidumbre y desconcierto; gritos e insultos. Era un caos en ese camión repleto de detenidos.
No tuve miedo, lo confieso, había enojo, impotencia de no saber en manos de quienes estaba. Y señor Secretario, era darle valor a mi hija. Hoy no tengo temor, tengo rabia, tengo coraje por esa ilegalidad; esa detención absurda por ir a comer tacos, comprar jugos y refrescos. Primero fue golpear a una de mis hijas que compraba esos jugos; después a la otra, luego a mí. ¿Dígame, qué haría, cuál sería su reacción si golpean a sus hijas? Y después detenidas. Solo yo y una de mis hijas éramos detenidas esposadas.
De la otra hija no sabía nada. Me preocupaba su destino, porque nada sabíamos de ella. Nosotras preguntábamos, le gritábamos su nombre en ese autobús blanco, sin logotipos.
¿Cómo puede permitir tanto abuso? De verdad, ¿cómo? ¿Por qué permite que por no dejarnos de excesos y abusos de sus policías, de un error, de golpes contra mis hijas, contra mí, nos hayan detenido? Si, detenidas y esposadas, como delincuentes, con lectura de nuestros derechos. Unos derechos que tuvieron que escribirle a la policía, porque no se sabía el “guión” ni leía bien. Se trababa.
Nos bajaban esposadas y nos ordenaban pararnos en la calle y voltear ante las cámaras de video públicas para que comprobaran que nos leyeron los derechos; era en San Lorenzo, de la Vicente Guerrero a Ermita Iztapalapa y de ahí a San Lorenzo, para encerrarnos por supuestos delitos cometidos.
Sí, íbamos detenidas, ahora en una camioneta, y ¿por qué? Insisto, para “cuadrarme ¡DELITOS!”, si con esas palabras, lo afirmaba quien dijo era Israel Rodríguez, quien tartamudeando y enojado se dirigía primero a mí con insultos, y luego a mi hija, si, “¡Tú, tu, tú, tú! Por…Por…Por lesiones, también te vas!”.
Y ellas, las uniformadas se victimizaban se decían con lesiones, y acusaban a mi hija, me acusaban y decían resistencia a la autoridad y ahora hasta ultraje”. Uf, que ignorancia, ¡Ultraje! Y después deseaban negociar. Y ¿Usted qué haría? Yo, quedarme hasta las últimas consecuencias y sola, no con mi hija, porque el error en un operativo, no fue mío, no fue de ella, fue de su personal, sí de su personal sin capacitación que arrasaron con inocentes, que golpearon por un operativo fallido contra quienes estaban en la vía pública. Contra quienes pudieron agarrar “sin ton ni son”. Contra quienes, como mis hijas y yo comíamos tacos. O salían de la tienda de comprar. Eran ellos, policías uniformados, mujeres y hombres, que ahora acusaban a inocentes de lesiones, de resistencia a la autoridad y a particulares.
Pero ahora, ellas querían negociar hasta el “ultraje”, querían un acuerdo de no denuncia penal ni civil. Ahora era sólo yo y mi hija, a quienes querían fotografiar como delincuentes y de quienes tenía nuestros datos personales.
Y sigo sin miedo, y sigo con rabia. Hay coraje de tanta impunidad. De tantos excesos; de un viaje por agencias del ministerio público, y ¿ahora acuerdo, un acuerdo para no proceder legalmente contra mujeres policías? y ¿hay que guardar silencio; hay que solapar excesos y abusos, ¡no señor secretario! Hay un responsable de un operativo, hay responsables, y hay que acabar con la impunidad de quienes en aras de la ley, la violan, golpean y detienen a personas inocentes”, concluye Socorro.
Por lo pronto hay que estar vigilantes de la seguridad de quienes han denunciado. Usted Opine.