
Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
En junio del año anterior la Fiscalía General del Estado (FGE), presumió que los feminicidios habían disminuido un 55 por ciento en el gobierno de Cuitláhuac García. Y dio a conocer una gráfica donde mostraba que en 2018 se registraron 101; en 2019, 98; en 2020, 73; en 2021, 67; en 2022, 65 y en 2023 fueron 45 los contabilizados.
Le mostré la gráfica a una integrante del Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres de la Universidad Veracruzana, que tras echarle un vistazo me contestó con un lacónico: “Pamplinas, esas son mentiras”.
Y en efecto, desde antes del 2024 la FGE ya era señalada de reclasificar los feminicidios para hacer creer que han disminuido, lo que aparte de ser una falta de ética es una falta de algo mayor.
En el primer semestre de este año se registraron treinta. De ellos veintidós se cometieron en los municipios del sur y Coatzacoalcos se llevó el deshonroso primer lugar con cuatro. Pero en general casi todo el estado es un riesgo para las mujeres.
De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), de enero a mayo se registraron nueve feminicidios en la entidad, pero en junio se contabilizaron nueve, con lo que la cifra se duplicó en apenas treinta días y convirtió a junio en el mes más letal en lo que va del año.
A ver columnista, estos dieciocho feminicidios que reporta el SESNSP no empatan con los treinta que estás dando a conocer en el cuarto párrafo de este bodrio.
Ni empatarán, lector.
Sucede que el SESNSP se basa en los datos que le proporciona la FGE que como dije, los reclasifica. Mientras que el Observatorio Universitario recurre a notas periodísticas que investiga con todo cuidado.
Pero más allá de los números está la saña con que las asesinan. Ya se está haciendo costumbre saber que murieron apuñaladas, desmembradas o torturadas. También ya se hizo costumbre saber que ocho de cada diez feminicidas andan sueltos y paseando su impunidad.
Lo grave y quizá estés de acuerdo conmigo, es que esas cruentas muertes ya no nos sorprenden, asombran o espantan.
Recuerdo que en 1991, cuando estaba la conmoción por las Muertas de Juárez, mi admirado maestro el periodista Vicente Leñero, dio una conferencia en la Septién y ahí nos dijo. “El día que no nos horrorice una tragedia como ésta, el día que no nos cause dolor, estupor o consternación una desventura de esta naturaleza, habremos valido madre como sociedad y como seres humanos”.
Qué bueno que no vive para verlo.
La cotidianidad con la que se cometen los feminicidios (más de 3 mil al año en promedio) nos ha vuelto apáticos, displicentes e insensibles. “Mientras no toquen a una mujer de mi familia lo demás me vale”.
A lo anterior hay que agregar la ineficacia de las autoridades para prevenir crímenes como estos y castigar a los responsables.
Pero qué le vamos a hacer, en este país hay otras prioridades como las elecciones del 2027, como ir preparando a Andy para el 2030, como que nadie toque al señor de Palenque, como que Cuitláhuac deje de fregar a la gobernadora, como que ya dejen como está el “Pirata” Fuente, como que llamen a Zenyazen para que responda por el cochinero que dejó en la SEV y como a quiénes embarrará Ovidio.
¿Será que algún día se acaben los feminicidios y la impunidad de los feminicidas? Claro que sí, por supuesto que sí, pero no ahora.
No en estos tiempos del somos el país más democrático del mundo; del ya no hay impunidad, del se acabó la corrupción y el huachicol, del pronto se regularizará el abasto de medicamentos.
¿Seguro columnista que se acabará esta pesadilla?
Reitero que sí, claro que sí, pero no en estos tiempos del ya no somos colonia de nadie, del somos independientes y soberanos, del a México se le respeta.
En síntesis, no en estos tiempos de la 4T.