
Alejandro García Rueda/Cuarto de guerra
Aunque no recuerdo el año, me tocó estar en Coatzacoalcos el día que Javier Duarte colocó la primera piedra de lo que sería el Hospital Materno Infantil “más moderno del sur de la entidad. Un hospital que ha sido esperado por generaciones y que será realidad gracias al esfuerzo de… bla, bla, bla”.
El hospital comenzó su construcción a marchas… lentas y en 2016 fue entregado pero incompleto. Lo concluyó Miguel Ángel Yunes que aprovechó el foro para señalar que debido a la corrupción y el latrocinio de su antecesor, había en Veracruz hospitales a medio terminar o en obra negra.
Pero el nosocomio estuvo semiabandonado ya que sólo prestó servicios de forma temporal durante la emergencia por la pandemia de Covid.
Este domingo y después de muchos años de atrasos, pretextos y mentiras, el Hospital Materno Infantil de Coatzacoalcos al fin fue inaugurado por la presidenta Claudia Sheinbaum y la gobernadora Rocío Nahle que dijo: “Con esta obra, nuestras niñas y niños contarán desde el primer minuto con atención igualitaria y un servicio de salud sin condiciones”.
Por su parte, la doctora Sheinbaum reafirmó el compromiso de su administración con la atención médica gratuita, la consolidación del IMSS-Bienestar y la ampliación de infraestructura hospitalaria en todo el país.
Palabra de honor que no es mi intención aguarles la fiesta, pero ¿están seguras que el Hospital está terminado y funcionando al 100 por ciento y no adolece de fallas que puedan brincar más adelante?
Sería un golpe muy duro para la credibilidad de ambas señoras que por ejemplo, al edificio le pasara lo que al Hospital General de Perote que se inundó por una falla en las tuberías horas después de que lo inauguró Cuitláhuac García. O lo que pasó con el puente de Acontitla, que quedó bajo el agua tres días después de que este sujeto cortó el listón inaugural.
Antes de inaugurar una obra (un puente, una escuela, un mercado, una carretera, un hospital etc.), Adolfo Ruiz Cortines enviaba a personas de su entera confianza junto con peritos especializados a inspeccionarla, pero a conciencia.
Si la obra tenía fallas se corregían, si por razones no especificadas en el contrato la obra se retrasaba, jamás se volvía a contratar a ese constructor. Si éste cometía el error de alterar los costos sin justificación, era enviado al bote y de ahí al ostracismo.
Lo mismo hicieron López Mateos y Díaz Ordaz y los gobernadores de esa época. ¿Resultado? Por ese entonces no se supo de una obra mal hecha y cientos de ellas siguen de pie y funcionando hasta la fecha.
Pero también eran corruptos ¿o qué me dices columnista del diezmo que los constructores le pagaban al gobierno? Pues le pagaban y punto, pero eso no le daba manga ancha al contratista para hacer las obras con las patas.
Las cosas se comenzaron a descomponer en sexenios posteriores y un ejemplo es Enrique Peña Nieto. El mexiquense dejó para la eternidad la conclusión del tren México-Toluca porque está durando eso: una eternidad. Y de López Obrador mejor ni hablar.
Acá en la aldea Fidel Herrera construyó mucho, pero dejó mucho sin terminar. Su sucesor Javier Duarte dejó carreteras y hospitales inconclusos. Miguel Ángel Yunes agarró por su cuenta el Hospital Pediátrico de Veracruz y el Materno Infantil de Coatzacoalcos y los entregó hechos una porquería. Y Cuitláhuac García fue el peor de todos, porque hasta las carreteras recién inauguradas se cuartearon o de plano se partieron y quedaron intransitables.
Si les hicieran una auditoría como Dios manda, los veracruzanos se infartarían al saber de las millonadas que se echaron a la bolsa por inflar los presupuestos para cada una de sus obras, terminadas o sin terminar.
No es que este tu servidor lector, te quiera salir con la babosada de que todo tiempo pasado fue mejor. Ni lo mande Dios. Pero se extrañan las obras hechas por aquellos gobiernos: útiles, fuertes, seguras, duraderas y sin sobreprecio.
Ojalá la presidenta Sheinbaum y la gobernadora Nahle siguieran esos ejemplos. Así se evitarán penosas vergüenzas, innecesarios dolores de cabeza y sobre todo, tener que dar excusas tan inútiles como ociosas, igual a las que vomitaba tiro por viaje el gobernador más honesto y honrado que ha tenido Veracruz.