
Raúl López Gómez/Cosmovisión
En marzo de 2024 fue publicado el libro “Huitzilan de Serdán, la derrota de los caciques” del periodista Alejando Envila Fisher, un importante trabajo de investigación documental y de campo, para contar la historia de un pueblo que logró liberarse del férreo control caciquil ejercido en su contra y que incluyó episodios de terror entre los años 60´s y 80´s del siglo pasado. Hazaña que solo fue posible con la organización de la mayoría de sus habitantes dentro de las filas del Movimiento Antorchista Nacional.
Envila Fisher entrelaza diversos testimonios de pobladores de Huitzilan de Serdán, con fuentes hemerográficas de diversa índole para reconstruir la verdadera historia de transformación de un pueblo enclavado en la Sierra Nororiental de Puebla, que pasó de ser uno de los municipios más pobres y marginados de la geografía nacional hasta convertirse en la actualidad en un importante polo de desarrollo social para toda esa región.
Asimismo, el autor, un prestigioso periodista y profesor de la UNAM al que no pueden acusarlo de ningún sesgo ideológico, rastrea con rigor objetivo el origen de la mal llamada “leyenda negra de Antorcha Campesina”, una falsa imagen de la Organización terriblemente distorsionada por la prensa nacional y tantas veces repetida impunemente por políticos de toda ralea.
En sus páginas queda claro que las acusaciones de “brazo armado del PRI”, “grupo de choque”, “organización paramilitar” fueron adjetivos fríamente escogidos y repetidos hasta el hartazgo, precisamente por las fuerzas retrógradas que han visto afectados sus intereses de dominación política y económica con el trabajo de organización y politización realizado por el Movimiento Antorchista entre los sectores más humildes del país.
Los caciques a los que se refiere el título del libro son las familias Aco y Bonilla, adinerados mestizos avecindados en Huitzilan de Serdán y que para la década de los 60’s del siglo pasado “controlaban el comercio y tenían la posesión de la mayor parte de la tierra. Así, ejercían control también sobre las cosechas y el arrendamiento de las parcelas” y que paulatinamente habían ido despojando a los campesinos hutziltecos de su único bien: la tierra, “explotando la necesidad de la gente, mediante la manipulación y el engaño; desde prestarles dinero para sembrar sus tierras o darles anticipos a sueldo hasta venderles bebidas en sus locales, alcoholizarlos para después fiarles y contabilizar deudas que se hicieron impagables, para luego cobrarles con extensiones de sus tierras” (pág. 52).
La situación de pobreza creciente y abandono de Huitzilan de Serdán permitió la llegada la Unión Campesina Independiente (UCI) en 1975, organización que inicialmente se presentó con consignas revolucionarias como la de arrebatarles las tierras a los caciques para repartirla entre los campesinos o el fomento del trabajo comunitario. Sin embargo, pronto esta organización terminaría perdiendo el rumbo y siendo cooptada por los caciques que convirtieron a sus integrantes en sus pistoleros con lo que impusieron la ley del hierro en el pueblo.
En 1977 y 1984, mucho antes de la llegada del Movimiento Antorchista, se cometieron decenas de asesinatos brutales de campesinos indefensos, los pistoleros de la UCI secuestraron la presidencia municipal, expulsaron a los pocos maestros del pueblo, cerraron las escuelas e incomunicaron totalmente al municipio, al que ya de por sí era muy difícil acceder. Fue una época oscura y de terror que muchos indígenas hutziltecos sobrevivientes recuerdan con mucha congoja y llenan con testimonios desgarradores las páginas del libro en comento.
La situación de violencia e ingobernabilidad que afectaba a Huitzilan de Serdán provocó un éxodo masivo de habitantes a otros pueblos o hacia la capital poblana y estas fueron las causas objetivas de que algunos hutziltecos ilustres sintieran la necesidad de organizarse para enfrentar esta situación, devolverle la paz al pueblo y permitir el regreso de los exiliados y fue esta necesidad lo que los llevó a buscar la guía y dirección del Movimiento Antorchista Nacional, cuando la Organización comenzaba su trabajo en la década de 1980.
El libro de Envila Fisher demuestra fehacientemente que fueron los propios pobladores de Huitzilan de Serdán quienes organizaron el primer comité antorchista, pusieron a funcionar una cooperativa, organizaron elecciones municipales para restablecer la autoridad en el pueblo y dieron la lucha ante los gobiernos estatal y federal para exigir la intervención del Ejército y el regreso de todos aquellos que habían huido del pueblo, con la guía clara y valiente del Ing. Aquiles Córdova Morán y la Dirección Nacional antorchista.
En marzo de 1984, después de casi una década de terror, se organizó el regresó de los exiliados y tomó posesión del cargo el primer presidente municipal antorchista, por ello, este año se festejan 41 años del trabajo antorchista en Huitzilan de Serdán, pues a partir de ese momento comenzó la transformación de las condiciones materiales y espirituales de un pueblo sumido en el atraso, la pobreza y la violencia criminal, como resultado del control que hasta antes de esa fecha habían tenido los caciques.
Está claro que nada de lo que se ha logrado ha sido fácil, después de 1984 continuaron los asesinatos de los campesinos y también de diversos presidentes municipales antorchistas elegidos por la mayoría del pueblo y también nació “la leyenda negra de Antorcha”, una intensa campaña de ataques, calumnias y mentiras en la que tomaron parte activa varios integrantes de la llamada “izquierda” tradicional mexicana que dieron cobijo a los caciques derrotados y sus pistoleros y que intentaron culpar de los crímenes y el estado de terror en que habían sumido a Huitzilan de Serdán a los integrantes del Movimiento Antorchista.
Pero, a pesar de las adversidades, el progreso actual de Huitzilan de Serdán es innegable y ha quedado bien documentado por Alejandro Envila. Esta es una prueba más de que las verdaderas y profundas transformaciones sociales sólo pueden ser obra de los oprimidos a condición de que se organicen, tomen conciencia de su papel social, se alleguen de una concepción científica del mundo y esten guiados por líderes con una filosofía profunda y verdaderamente revolucionaria. Eso han aprendido los campesinos de Huitzilan y, por ello, 41 años después la llama ardiente del antorchista alumbra más que nunca.
Invito a mis pocos lectores a sacar estas y muchas otras lecciones valiosas de la lectura del libro “Huitzilan de Serdán, la derrota de los caciques”, documento imperdible, escrito en un lenguaje ameno y asequible para todos los públicos.