Rinden protesta 8 diputados suplentes
CDMX, 8 de septiembre de 2022.- La alfabetización va más allá de enseñar a leer y escribir, es abatir la desigualdad social, romper estereotipos y garantizar el derecho a la educación a las personas adultas que no pudieron ir a la escuela cuando eran niñas y niños. Así que el Instituto Veracruzano de Educación para los Adultos (IVEA) brinda atención educativa en español, lenguas originarias, lengua de señas mexicana y braille a quienes se encuentran en condición de analfabetismo.
Al conmemorar el Día Internacional de la Alfabetización, el director General del IVEA, Héctor Amezcua Cardiel reconoció el compromiso social de las mujeres y hombres que participan de manera solidaria como asesores educativos para encontrar, motivar, acompañar y enseñar a leer y escribir a las personas mayores de 15 años que no tuvieron la oportunidad de asistir a la primaria o tuvieron que abandonarla para trabajar desde su niñez.
Desde el coloquio Retos y perspectivas de la educación para personas jóvenes y adultas que reúne a los titulares de todo el país, Amezcua Cardiel dijo que se requiere que la iniciativa privada, los ayuntamientos e instituciones sociales se involucren en las acciones de promoción y de atención educativa de las personas que no saben leer y escribir, como actualmente sucede con estudiantes de educación media superior y superior que participan como promotores y asesores educativos de familiares.
Analfabetismo, historias de desigualdad
En la localidad de Chijol, en la laguna de Cabo Rojo, al norte veracruzano, el
IVEA creo un círculo de estudio para personas adultas en condición de analfabetismo, como Rosario, de 35 años, que tuvo que abandonar la escuela
porque tenía que trasladarse en lancha y porque su abuelo decidió que debía trabajar o don José de 57 años que tenía muchas ganas de aprender, pero como no había maestro aprendió el oficio de pescador.
Don Benigno dice que la escuela se acabó para él cuando tenía 6 años porque se quedó su maestro, y tuvo que agarrar el machete para trabajar en el campo y ayudar a sus tíos.
Para Rosario, José y Benigno, no saber leer y escribir les quitó oportunidades,
pero hoy aprenden a leer y escribir porque quieren superarse.