
Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
Coatepec no solo es un Pueblo Mágico por decreto, sino por lo que representa: historia, identidad, raíces… pero también futuro. En ese mismo sentido, la política que hoy exige nuestra gente es una política cercana, tangible, auténtica. No basta con ganar una elección, ni con repetir slogans: lo que se necesita es liderar con la capacidad de generar confianza y proyectar rumbo.
Ese fue el mensaje —sutil, pero poderoso— que dejó el reciente encuentro entre el presidente municipal electo Nacho Luna y el diputado local Adrián González Naveda. No se trató de un acto protocolario ni de una reunión casual. Fue una postal que dice mucho más de lo que aparenta. En una sociedad que valora cada vez más la coherencia entre discurso y acción, verse en un café, en pleno centro de Coatepec, representa una decisión política clara: hay disposición de dialogar, de escuchar y de construir desde abajo.
Cuando un legislador afirma públicamente que «con Nacho Luna, nuestro Pueblo Mágico sí brillará», está hablando más allá de la cortesía. Está activando una narrativa de validación que tiene peso, porque no proviene del círculo íntimo, sino de una figura con trayectoria, con autonomía política, y con voz propia. Se trata de una forma de respaldo que no se entrega por compromiso, sino por convicción.
Y lo reafirma en sus palabras: «Quienes conocemos a Nacho sabemos de su convicción y vocación por servir al pueblo, además de que conoce a fondo las problemáticas de Coatepec». Esa declaración no solo lo avala como futuro alcalde, lo sitúa como un líder territorial con diagnóstico, sensibilidad y legitimidad social.
La política contemporánea ya no se mueve solo con ideología, se mueve con percepción. Y en términos de percepción pública, estos gestos estratégicos —diálogos públicos, fotos significativas, mensajes coordinados— son lo que permite construir una imagen creíble, empática y sólida. Cada paso que da Nacho Luna reafirma algo fundamental: no se trata de improvisar el gobierno, sino de preparar el terreno con visión, con alianzas y con sentido de propósito.
Desde el punto de vista de la comunicación política, este tipo de encuentros cumple varias funciones simultáneas: Disipa dudas sobre posibles aislamientos o rupturas entre el municipio y el Congreso; refuerza la idea de que la administración entrante no solo gobernará, sino que gestionará con respaldo; posiciona a Nacho Luna como un actor central en la vida pública regional, no como un actor aislado, sino como un articulador de agendas comunes.
Pero también hay un elemento simbólico profundo: la política de lo cotidiano. Sentarse en un café, hablar con la ciudadanía alrededor, dejarse ver sin filtros… es parte de una estrategia que apuesta por una comunicación horizontal. Frente a quienes construyen muros de poder, Nacho Luna tiende puentes. Frente a quienes buscan polarizar, él suma.
Por eso este encuentro debe leerse como algo más que una reunión entre dos figuras públicas. Es un mensaje: que el gobierno que viene no será lejano, ni encerrado, ni soberbio. Será un gobierno con los pies en el territorio, con la vista en las prioridades del pueblo, y con las puertas abiertas a quienes tengan voluntad de trabajar por el bien común.
Y ese tipo de liderazgo no se impone… se gana. Se gana con trabajo, se gana con palabra, se gana con hechos. Hoy, en tiempos donde muchos aún creen que la oposición se ejerce con sarcasmo en redes o con fuego amigo disfrazado de crítica, ver que hay quienes se sientan a construir, genera esperanza. Una esperanza real, fundamentada, sin falsas promesas, pero con voluntad comprobada.
Coatepec necesita manos que sumen, no voces que griten desde la orilla. Y en Nacho Luna, como ya lo dijeron desde el Congreso, hay una apuesta real por el futuro. Porque en política también hay encuentros que brillan. Y este, sin duda, fue uno de ellos.