
Día Nacional de la Federación Rusa, 2025: Celebración en México
Hay una expectativa legítima —y necesaria— de que las nuevas administraciones municipales escuchen a su gente. Después de todo, ¿quién no quiere sentirse tomado en cuenta por quienes tienen en sus manos las decisiones públicas más cercanas a nuestra vida diaria? Que las y los presidentes electos regresen a las calles, escuchen a las colonias y recorran las comunidades no solo es una buena señal, es una práctica que dignifica el ejercicio del poder. El contacto directo con la ciudadanía es el principio de todo buen gobierno: permite ver, sentir y entender lo que no se aprecia desde el escritorio.
Pero también es importante hablar con franqueza: las autoridades municipales no tienen una varita mágica ni presupuestos infinitos. La gente necesita saber qué sí y qué no puede hacer el cabildo por ella. Y en medio de ese diálogo honesto, sin falsas promesas ni discursos huecos, está la posibilidad de construir comunidad desde la corresponsabilidad. Porque si bien es cierto que los gobiernos tienen la obligación de servir al pueblo, también lo es que una ciudadanía informada y participativa es esencial para avanzar con pasos firmes y duraderos.
Todas y todos quisiéramos una mejora directa en nuestra cuadra, en nuestra calle o en nuestra casa —y eso es natural—, pero el trabajo de una administración responsable consiste en traducir esas necesidades individuales en soluciones colectivas, sostenibles y técnicamente viables. Por ejemplo, cuando se habla de pavimentar una calle, es fácil pensar que el beneficio será inmediato y visible. Sin embargo, si no se revisa antes el estado del drenaje, se corre el riesgo de que la obra se destruya meses después por una filtración, un colapso o una fuga, ¿Lo mejor? Irnos por partes para no incumplir con la normativa vigente.
Lo mismo aplica al alumbrado público: instalar lámparas sin evaluar el sistema eléctrico es poner parches temporales a un problema estructural. Son ejemplos cotidianos que muestran que el trabajo municipal es complejo y exige pensar en red: lo que se hace en una colonia impacta al conjunto del municipio.
Por eso, antes de ofrecer soluciones, cualquier administración entrante necesita hacer una revisión profunda de las arcas municipales, conocer los saldos reales, los compromisos financieros pendientes, los contratos heredados, las cotizaciones de insumos y servicios, así como las reglas de operación de los programas estatales y federales disponibles. Solo entonces se podrá tomar decisiones inteligentes, responsables y realistas.
Es normal que la ciudadanía quiera respuestas inmediatas tras el proceso electoral, y las tendrá. Pero primero se necesita trabajar con seriedad en un Plan Municipal de Desarrollo, un documento que ofrece una ruta que convierta la voluntad popular expresada en las urnas en acciones con rostro, con territorio, con sentido. Ese plan debe construirse con la voz de las comunidades, el conocimiento técnico de las y los especialistas, así como la mirada a largo plazo que exige el momento.
Finalmente, conviene hacer un llamado a la calma. Se entiende que hay mucha expectativa por conocer los nombres de quienes acompañarán a las y los presidentes electos en sus respectivas administraciones, pero hay tiempos legales claramente establecidos para ello. Adelantar pronunciamientos, hacer filtraciones o presionar para colocar nombres antes de tiempo puede ser no solo contraproducente, sino injusto con el proceso que apenas inicia.
Las administraciones municipales no pueden ni deben funcionar bajo la presión del inmediatismo. Están llamadas a construir. Para construir bien, primero hay que escuchar, luego entender y, finalmente, decidir. Ese es el camino hacia una transformación que se viva en cada calle y en cada conciencia.