
Raymundo Jiménez/Al pie de la letra
En un entorno postelectoral donde abundan las narrativas polarizadas y los señalamientos sin sustento, la respuesta de la gobernadora Rocío Nahle ante las acusaciones de intromisión electoral por parte de Jorge Álvarez Máynez, dirigente nacional de Movimiento Ciudadano, refleja una estrategia madura de comunicación institucional. Más allá del desahogo político, Nahle supo posicionar su investidura con firmeza y sin estridencias: desarticuló la crítica al exponer contradicciones en el actuar de MC, particularmente al recordar la postulación de perfiles presuntamente ligados a otro tipo de intereses, y lo hizo sin ceder al pleito personal. El mensaje fue claro: en Veracruz no se toleran simulaciones ni ataques vacíos, y la gobernadora, al evitar caer en provocaciones, proyectó liderazgo, serenidad y control narrativo.
Lo que la gobernadora Rocío Nahle expresó en su respuesta pública no fue una simple reacción a una acusación coyuntural, sino una jugada estratégica con implicaciones profundas en el terreno de la comunicación política. Su mensaje se construyó con varios niveles de intención: por un lado, reposicionar su figura no como parte de una disputa partidista, sino como la jefa de Estado de una entidad que no acepta injerencias ni discursos irresponsables; y por otro, exhibir la fragilidad discursiva del dirigente de Movimiento Ciudadano al poner en duda tanto su conocimiento de la realidad veracruzana como la coherencia ética de sus postulaciones.
Desde el punto de vista de la narrativa, Nahle se ancló en tres recursos claves: el desapego emocional (“he aprendido a no caer en provocaciones”), el contraataque con datos (“postulaciones ligadas a intereses de otro calado”) y la reafirmación de principios (“gobierno limpio y transparente”). Con esto, no solo blindó su administración ante las acusaciones, sino que también elevó el costo político de atacarla sin fundamento. En comunicación política, esta técnica se conoce como subida de peldaño: responder desde una posición más alta, donde el rival queda reducido a un papel reactivo. Nahle convirtió un conflicto en oportunidad para reafirmar autoridad, temple y claridad de propósito.
En contraste, para Jorge Álvarez Máynez, el resultado del intercambio tiene una carga compleja. Al instalar una denuncia sin pruebas concluyentes, su discurso fue rápidamente neutralizado y en parte deslegitimado. Nahle le colocó una etiqueta peligrosa en el ámbito político: la de “simulador profesional”. En términos de percepción pública, ese tipo de caracterizaciones, si se sostienen en el tiempo, erosionan credibilidad y diluyen liderazgo. Además, el llamado a que “se informe un poquito más” funciona como una descalificación suave pero efectiva, pues apunta a una carencia de conocimiento o interés real por los problemas de Veracruz, lo que puede traducirse en desapego del electorado local.
Así, Nahle no solo respondió con contundencia, sino que lo hizo de manera que capitaliza a largo plazo: se mostró en control, reforzó la narrativa de legalidad y transparencia de su gobierno, y marcó claramente los límites de respeto institucional. Para cualquier figura política, lograr un mensaje que combine defensa, reposicionamiento y proyección de liderazgo en un solo acto comunicativo, representa un punto de inflexión favorable. La gobernadora lo logró, y eso fortalece no solo su imagen, sino también la cohesión política entre otros niveles de gobierno.
En este contexto, resulta especialmente relevante y positivo que alcaldes electos como Nacho Luna, próximo presidente municipal de Coatepec, cierren filas con la mandataria y reconozcan su conducción responsable. Esta cohesión no solo fortalece la relación entre los órdenes estatal y municipal, sino que anticipa una nueva etapa de gobernabilidad, coordinación y respaldo a las acciones de transformación que benefician directamente al pueblo. La unión entre la nueva generación de liderazgos municipales y el gobierno estatal augura una administración más eficiente, con un lenguaje común y una causa compartida: el bienestar de las y los veracruzanos.