Raúl López Gómez/Cosmovisión
Los Duarte, Borge y Mancera, en un show de la Zona Rosa.
Aunque el origen del pleito Duarte de Ochoa-Yunes Linares se remonta al sexenio de Fidel Herrera Beltrán, poco importa eso ahora a los veracruzanos cuando el estado se hunde en la hiel que ambos destilan al atacarse. Quizá no sea así, pero a todas luces comunican que su odio está por encima del bienestar de sus paisanos.
Si no es Duarte es Yunes Linares, y viceversa. En los últimos tiempos, ocupan espacio en medios nacionales más por las frases chuscas y ofensivas que se lanzan, que por resultados otorgados al estado que los vio nacer. El daño es tal que en este momento, la percepción nacional sobre Veracruz se guía por el conflicto que sostienen ambos personajes, y en bastante menor grado, por el avance del estado.
Resulta que Veracruz es hoy, más allá de lo que fue algún día, en materia de medios de comunicación, un puñado de nombres que intercambian calificativos. No me voy a poner fatalista, pero Veracruz ya no es Veracruz; Veracruz es Javier Duarte; Veracruz es Héctor, José y Miguel Yunes (por mencionar sólo algunos); Veracruz es escándalo, violencia, corrupción, desastre financiero y morbo diario; Veracruz ya no es «el estado que lo tiene todo».
En Veracruz ya no se quiere saber de Veracruz por lo que dijo tal o cual personaje; ojalá se hablara de avances en turismo, inversiones, justicia, seguridad. «Oye, tu estado…», «oye, tu Gobernador…», «oye, los Yunes…», «oye, cuidado con tu profesión…», me dicen conocidos cuando visito otros lugares. Tienen razón.
Comía en un conocido restaurante de una poblada colonia en la Ciudad de México, de esos donde asisten encorbatados e informales. Al salir del lugar, justo en la esquina, tres payasos montaban una pieza chusca mientras la gente los rodeaba para verlos. Eran como cincuenta personas; me uní a ellas.
Bromeaban con la política mexicana y estadunidense, se mofaban de personajes, nadie se salvaba, eran buenos los tipos, pues ahí seguíamos viéndolos. «Y ahora, les vamos a presentar al bueno, el malo y el feo de la política mexicana». Sacaron 3 máscaras de papel: una de Roberto Borge, otra de César Duarte, y la última, de Javier Duarte.
De pronto, se activa una grabadora con la música de aquella famosa película estelarizada por Clint Eastwood, la pieza El Cóndor Pasa. «El bueno es nuestro Góber de Quintana Roo, porque es bueno para robar; el malo es Duarte, el que se llama César, porque es un ratero marca diablo, y el feo, pues es Javier, porque en todas las fotos sale mal, y medio mundo se da vuelo con él en los memes».
«Y ahora señores, vamos a pasar con un sombrero para que nos apoyen con alguna moneda que tengan, nada más permítanos quitarnos las máscaras de los Duarte y de Borge, porque capaz que en menos de un minuto desaparece nuestra propina, jajaja». Todos rieron. Alguien grita atrás: «les faltó Manceraaa». «Chin, tiene usted razón, pa’l siguiente show les pondremos Los Cuatro Fantásticos, ahorita llegando a mi huacal hago la máscara». Volvieron a reír.