Carlos Ramírez/Indicador político
Ventana
Las trampas de la fe
¿Hasta cuándo se sabrá la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad de la tragedia de Iguala?
La lógica de la investigación más compleja en toda la historia de la PGR no es la lógica de la protesta por los desparecidos.
A los deudos huérfanos de Ayotzinapa poco importan la certeza y profundidad de las investigaciones oficiales; nada interesan los testimonios criminales, tampoco si las detenciones se multiplican al infinito o si la autoridad logra integrar una narrativa coherente y precisa para explicar la masacre de Iguala.
Cual sea, la conclusión de la PGR está condenada al descrédito. Quienes conducen la protesta no aceptarán la muerte de los jóvenes; pedirán de aquí a la eternidad pruebas científicas, confiables y contundentes para aceptar los dichos de El Cepillo y el resto de los Guerreros Unidos capturados.
Las pruebas demandadas son imposibles de obtener, y ellos lo saben; difícilmente habrá más restos identificables como los correspondientes a Alexander Mora Venancio. En el muy remoto caso de que los forenses de Innsbruck tuvieran éxito solo podría confirmarse el homicidio colectivo.
Pero la negativa a aceptar cualquier resultado del trabajo pericial no tiene que ver con la necesidad de aferrarse a la más mínima esperanza de encontrarlos con vida. Los nombres y los rostros de los jóvenes estudiantes de Ayotzinapa están asociados con la maniobra política de movimientos sociales solidarios, adheridos con vehemencia e interés a la coyuntura para reivindicar las causas del gremio magisterial guerrerense, vinculado con la educación normal rural y ésta con la reforma educativa; la realidad se muerde la cola.
A la autoridad corresponde deslindar a unos de otros
¿Qué va a pasar cuando eso ocurra? No va a pasar nada, las protestas van a continuar.
No hay posibilidad de engranar la lógica social con la lógica oficial, porque aceptar lo que el gobierno diga implica desaparecer un movimiento político y si ese movimiento político desaparece, desaparece el respaldo a todos los demás movimientos sociales que lo están alimentando.
Tras el reclamo legítimos de justicia por la tragedia de Ayotzinapa persisten otros afanes perversos; una parte del movimiento sigue contemplando un cambio de fondo en las estructuras del poder guerrerense; a varios atrae la tentación de la toma de alcaldías y la imposición de nuevos modelos de gobierno. Algunos sueñan aún con aquella vieja utopía de la revolución que nunca ocurrió.
EL MONJE LOCO: En política no hay coincidencias. Minutos antes del virtual carpetazo al caso Ayotzinapa el Presidente de la República pedía paz; “No quedar atrapados”. Para el mandatario cuatro meses son suficientes; la sombra impune de los crímenes de Iguala es un lastre cada vez mas pesado. La verdad histórica y sus implicaciones jurídicas buscan exorcizar a los demonios que andan sueltos.
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