Gabriel García-Márquez/Sentudo común
Zunduri, la esclava de Tlalpan
Cómo poder dormir sabiendo de una mujer casi niña con achaques de anciana
Ana se llama; sin apellido. Medía 1.60 y ahora, mucho menos… los azotes con tubos, palos y planchas ardientes le achicaron el cuerpo; fue vejada de todas las formas imaginables; vivió encadenada dos años bajo el yugo de cinco criminales patéticos; el hambre la obligó a comer basura y beber agua podrida; con trabajos digiere alimentos; no le funcionan los riñones; no tiene senos; no regla…
Tarde, aplican a Ana hierro y calcio, comida y cama, en un esfuerzo acelerado por compensar tanto agravio y sufrimiento…
–¿Cómo pueden repararse los maltratos crónicos, el suplicio acumulado, la disminución de la dignidad triturada?
–¿Cuál castigo merecen estos crímenes en el país de los desollados, los decapitados y los “pozoleados”…
–¿Habrá quien defienda los derechos humanos de estos verdugos?
La justicia podría sentenciar hasta por setena años a los culpables, sí, pero la ley de la cárcel seguramente les cobrará mucho más caro la vesania.
Por desgracia la historia de Ana no es novela. Ni siquiera una mala novela. Es, sí, expresión del dolor y brutalidad inhumana; de sevicia e inconsciencia; el horroroso drama de la única víctima de un campo de exterminio, en un rincón de Tlalpan; una calamidad, como seguramente –por desgracia– ocurren otras…
Según el Índice Global de Esclavitud podría haber 266 mil Zunduris en el país… sólo falta conocerlos, aun cuando podemos imaginarlos. Si usted sabe de algún caso como este, denúncielo, o cargue con la culpa, si es capaz.
Hoy jueves, lo políticamente correcto será festejar el Día del Niño, celebrar la promulgación de una ley que los protege, como si de verdad esto fuera a servir de algo en un país donde las leyes existen pero no se aplican, y los jueces juzgan pero no castigan, y los medios conmueven hasta las lágrimas al difundir el episodio de otra renglón torcido.
Pero cuando todo este oleaje se termine, cuando Ana sea apenas una anécdota de reporteros policiacos, no quedarán ni las crónicas, ni la memoria… sólo prevalecerá el horror, y en alguien, quizá, un poco de vergüenza.
EL MONJE LOCO: Zunduri en japonés significa “niña hermosa”… Ana lo es… ¿pero podrá ella sola curar las cicatrices indelebles de su desgracia? ¿La Fundación del Camino –donde se aloja– le devolverá las ganas de vivir, cuando más allá de la caridad no habrá quien se ocupe de ella?; el infierno existe… y la ventana de la zozobra está muy abierta.
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