En el cuento “Samsa enamorado”, de Haruki Murakami, una mujer jorobada, con la que Gregorio Samsa entabla una conversación, expresa: “Todo se está desmoronando a nuestro alrededor, y sin embargo hay gente a la que aún le importa una cerradura descompuesta, y también existen aquellos que aún se preocupan diligentemente por repararla… Quizá así deba ser. Tal vez el trabajar honesta y diligentemente en esas pequeñeces es la única forma de mantenerlos cuerdos en un mundo que se desmorona”. (Nexos/438/junio-2014)
¡Válgame Dios, algo me recordó! Pero no es mi intención, por ahora, ahondar más en el agotador camino del pesimismo, aunque tampoco en la empalagosa senda del optimismo, sino todo lo contrario.
No importa que la directora del Programa Universitario del Medio Ambiente, Mireya Imaz Gispert, afirme que los efectos de la degradación ambiental hayan comenzado a pasar factura en la salud humana; no importa que más de 2 millones de personas mueran cada año en el planeta por causas relacionadas con la contaminación atmosférica, ni que el consumo de agua contaminada esté entre las principales causas de morbilidad y mortalidad. Son simples datos, estadísticas, estudios, análisis, sesudos pronósticos, pero no pasa nada. Además, ya descubrimos la “mega tierra” Kepler-10c, a donde iremos (¿iremos, Quimosabi?) para conquistar y empezar de nuevo… a destruir.
Cierto, trabajar honesta y diligentemente en las “pequeñeces” es la única forma de mantenernos cuerdos en un mundo que se desmorona. ¿Qué son esas “pequeñeces”? he aquí la cuestión, Chespirito. Que cada quien lo descubra y, sin estar en Facebook, comparta la buena nueva.
Yo me detengo, y digo: “Así pues, tengo la piel dolorosamente ardida” de un siglo por no conocer algo nuevo que hayas escrito, pero cada vez que te visito en tus obras escritas, vuelvo a encontrarme con muchos otros mundos bellos que guardan y aguardan tus poemas. Por eso, Efraín Huerta, en el centenario de tu nacimiento te recuerdo y te releo.
Fuiste tú quien versificó: “Miro pasar las nubes de la noche./ Miro pasar tu cuerpo, tu sombra de laurel./ Oigo los sueños de la noche/ (nubes también, o aves)/ y conozco el misterio de lo eterno/ la sabia voz de lo desconocido”.
Caramba, en estos tiempos todo eso hemos perdido, sólo algunos cuantos miramos y nos damos cuenta del paso de un ángel, del alba… Y sí, Efraín, vivimos en una “Ciudad tan complicada, hervidero de envidias,/ criadero de virtudes desechadas al cabo de una hora”.
No puedo olvidarme, desde luego, de tus poemínimos, sencillamente porque “Yo/No/Pienso/Luego/Existo”. Además “Sería/Más/Fácil/Hallar/Una/Bruja/En un/Pajar”.
Un abrazo, Efraín Huerta, y mucha (sin) razón tienes “No hay/Peo/Lucha/Que la/Que/No se/Hizo”.
Por cierto, los versos finales de tu poema “El Tajín” dicen: “Tajín, el trueno, el mito, el sacrificio. /Y después, nada”. Así quedará después de tantas Cumbres Tajín? es pregunta ¿eh?
Los días y los temas
Vamos, muchachos! No, no me refiero a los jugadores de la Selección Nacional allá en Brasil, sino a los diputados de la LXIII Legislatura estatal, quienes encabezados por el maestro Juan Nicolás Callejas Arroyo y la bella e inteligente Anilú Ingram, hicieron un buen papel en la IV Asamblea de la Conferencia Permanente de Congresos Locales (Copecol). Con seguridad trajeron pa’ acá varios planteamientos para enriquecer las leyes de Veracruz.
A seguir chambeándole…
Por lo pronto ahí se ven.