
Raúl López Gómez/Cosmovisión
Ayer discutí con mi mujer por, quítame estas pajas, y me tragué el disgusto con una sonrisa conciliadora después de suavizar la discusión con el viejísimo chiste: -“me estás robando el oxígeno, mejor muérete”, a lo que ella respondió inmediatamente, aunque con menos buen humor:- “y por qué no te mueres tú, a ver, muérete ahorita mismo”.
En la noche soñé que viajábamos a admirar la cascada de Naolinco desde el mirador. Íbamos en un pequeño coche Renault (zapatito), mi mujer, mi hermano gemelo, mi padre y yo manejando el auto. Justo frente al profundo barrancón, enfrente de la cascada se apagaba el motor, entonces les pedía yo que se bajaran a empujar para arrancar el auto de bajadita. Entonces mi mujer se ponía enfrente del coche para impulsarlo hacia atrás, dado que éste había quedado dando el frente a la barranca, mientras que mi hermano y mi padre se paraban atrás, tontamente; pero los sueños sueños son, su espontaneidad es incontrolable.
Pues resulta que el auto daba un brinco y arrojaba a mi mujer hacia la cañada. Al momento de verla volando sobre el precipicio, el auto arrancaba y entonces les decía yo a mi padre y hermano que se subieran para ir a ver cómo caía. Ellos subían al carro y yo aceleraba hasta llegar al fondo de la barranca, en donde había un restaurante al aire libre, con mesas y parasoles. Nos sentábamos, pedíamos unas cervezas y esperábamos muy campantes a ver el zapotazo. En efecto, pasados unos segundos: “Cuas”.
Cuando en la mañana le conté el sueño a mi mujer ahogándome de risa, ella me miró feo y me dijo: “Pendejo”.