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MÉXICO, DF, 9 de enero de 2014.-Los afectados tardan entre ocho y 12 años en buscar atención, hasta que resultan evidentes consecuencias que pudieron detenerse con una detección oportuna, como el abandono de metas académico-profesionales, divorcios, problemas legales y abuso de sustancias expuso Ingrid Vargas Huicochea, del Departamento de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM.
La bipolaridad impacta al paciente y su entorno; quienes la padecen y sus acompañantes suelen tener diferentes perspectivas sobre esta enfermedad que afecta al 1.6 por ciento de los mexicanos. Las repercusiones familiares incluyen el dispendio de ahorros y patrimonio para costear tratamientos. Los pacientes deben recibir tratamiento con estabilizadores del ánimo, aunque también es posible emplear la psicoterapia cognitivo-conductual.
Vargas Huicochea indicó que en el núcleo familiar no todos los miembros atienden al enfermo y quien asume esa responsabilidad (el cuidador primero informal) suele ser una mujer.
El padecimiento se puede presentar a cualquier edad, incluso en niños y adultos mayores, aunque lo habitual es que se manifieste alrededor de la tercera década de vida.
La universitaria advirtió que todos tienen derecho a experimentar cambios de humor, pero hay que observar si estas modificaciones se intensifican y prolongan. “Esto no tiene que ver con una forma de ser, es una patología con implicaciones en la vida del individuo”.
Al respecto, señaló que hay pocas herramientas terapéuticas, “no somos una sociedad que fomente recursos preventivos de rehabilitación. Si es difícil para quien lo padece, lo es más para los familiares”.
La académica subrayó la necesidad de sensibilizar a la población con información veraz sobre esta psicopatología e hizo hincapié en la importancia de una detección oportuna y de favorecer una distribución homogénea de psiquiatras, pues hay pocos en el país y casi todos están en el Distrito Federal.