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XALAPA, Ver., 10 de septiembre de 2015.- Solovino, un perro vagabundo de Xalapa, llegó a la Escuela Secundaria Técnica Número 3 para quedarse. Hoy juega con los alumnos, descansa en las banquetas y hasta se da tiempo para entrar a clase de inglés.
Por años, Solovino deambuló en el centro de Xalapa y los parques Los Berros y Los Tecajetes; hasta entraba a misa en la Catedral.
Este singular canino negro con manchas blancas dormía a veces dentro de un cajero automático en la esquina de las calles Revolución y Constitución, donde era conocido como Canelo.
El canino se salvó dos veces de morir sacrificado en la perrera municipal, y aunque sabía cruzar las calles (espera la luz verde del semáforo) y era alimentado y cuidado por varios vecinos, los maestros de la Técnica 3 decidieron que a sus 12 años era muy arriesgado dejarlo con su vida callejera, así que decidieron adoptarlo.
Echado en un pasillo afuera del Departamento de la Coordinación de Servicios Educativos, Solovino espera su comida, pero hay que remojarla porque ya no puede masticar bien sus croquetas.
El amigo canino está en recuperación de una cirugía en un colmillo tras una herida que sufrió en la calle. Se entretiene con una mosca que le revolotea y disfruta las caricias de los alumnos que pasan entre clase y clase.
“Es un perro muy carismático, muy noble. Jamás ha peleado, es muy accesible”, cuenta la maestra Magali Gómez Fernández, quien junto con la maestra Francisca, jubilada de esta escuela, lo procura y cuida.
No sólo los maestros y alumnos se han encariñado con él, los padres de familia ya lo ven como una mascota, por lo que para su última cirugía no dudaron en cooperar cuando los maestros organizaron un boteo. Solovino de plano logró juntar más dinero que lo boteado para otra causa.
Paquita era la maestra de educación física y aunque ya concluyó su servicio, no deja de dar sus vueltas por la escuela para saludar a su amigo: “Solovino ha tenido muchas enfermedades. Le pegaron, le lastimaron el hocico, la patita…, pero gracias a Dios lo hemos curado. Tiene todas sus vacunas”, afirma mientras preparan su alimento.
Satisfecho con su comida, Solovino camina por el pasillo y sube las escaleras hasta el segundo piso y se encamina a un aula con la puerta abierta. No necesita pedir permiso a la maestra de inglés ni disculparse por interrumpir su clase.
Al fondo lo espera un plato con agua y el cariño de los alumnos que no dejan de acariciarlo y sonreírle como si fuera un niño.
Solovino, quien cuenta con su propia página de Facebook y un espacio especial en la fanpage de la Técnica 3, decide que es suficiente de protagonismo y se echa para tomar una siesta hasta que suene el timbre de salida, momento en que se despide de los alumnos del turno matutino para después saludar a los estudiantes del turno vespertino, con los que quizá tenga ánimo de jugar.
Con información de Telenews Veracruz