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VERACRUZ, Ver., 15 de mayo de 2015.- El llamado de su vocación magisterial llegó a sacudir su corazón desde muy joven. Aunque inicialmente su plan no era ser docente sino trabajadora social, Mercedes inició su formación normalista a los 13 años cuando ingresó al bachillerato en la Normal de Profesores de Toluca. Un año más tarde tuvo que regresar a Veracruz, donde continuó con sus estudios en la escuela primaria Carlos A. Carrillo, institución en la que trabajó durante 28 años como docente.
Las historias que Mercedes Vargas recuerda sobre su tiempo como docente activa le remueven sentimientos muy profundos, ya que fueron varias generaciones las que estuvieron a su cargo, con quienes compartió, más que conocimiento, experiencias de vida.
“Cuando terminé mis estudios me dieron una base en la misma Normal donde empecé, ahí trabajé 28 años y tuve muchas experiencias en la colonia Playa Linda, porque cuando yo llegué en 1975, la colonia era muy pobre, marginada, la mayoría de los padres de familia eran albañiles, pescadores, boleadores de zapatos, gente muy humilde. Mis niños no llevaban mochila, sino bolsitas de plástico del mandado, muy humildes”.
La maestra jubilada relató que las carencias que experimentaban sus alumnos de primero y segundo grado de educación primaria la llevaron a involucrarse aún más en las situaciones que vivían sus alumnos, ya que la ausencia en clases, el maltrato y la falta de recursos repercutían en su desempeño educativo.
“Cuando salí de la docencia vi que mis niños estaban muy sanos mentalmente. Aunque estaban llenos de parásitos, tanto intestinales como de pediculosis, eran niños a quienes cuidaba su mamá, sanos de su alma”.
Compartió que durante su tiempo como docente se preocupó por gestionar campañas de desparasitación, encargándose ella misma de sacar de los pequeños cuerpos de sus estudiantes el resto de las lombrices cuando se quedaban atoradas, o incluso lavando sus cabezas en una toma de agua con productos para repeler la plaga de piojos que les acompañaba desde casa.
“Tengo experiencias muy bonitas. Mis primeros alumnos se convirtieron en médicos, licenciados, obreros, empleados, y es muy bonito cuando uno empieza a darles ciertos valores, porque los principales valores morales los reciben en su casa y en la escuela se refuerzan, además adquieren cultura. Cuando ves a esos niños convertidos en gente de bien, aunque no hayan terminado una carrera, pues te sientes satisfecho, porque dices yo fui la base para que estas personas sirvan a su sociedad”.
Las vueltas que da la vida la han llevado a encontrarse nuevamente con sus ex alumnos, quienes a pesar de haber sido muy jóvenes la recuerdan con mucho cariño, incluso ha tenido la oportunidad de que algunos le retribuyan algo del amor que les ofreció, pues velan por su salud y bienestar y le demuestran su cariño con un abrazo y un beso.
“La docencia fue una experiencia inolvidable, no me arrepiento, y si volviera a nacer, volvería a ir a la Normal para ser maestra, porque ese afecto de los niños, esa sinceridad con la que te hablan, no la encuentras en ningún adulto. Bien dicen que los niños siempre dicen la verdad y sí es cierto, ahí te enterabas de todo”, sostuvo mientras caían lágrimas de su rostro.
Mientras preparaba la comida para recibir a su familia, Mercedes contaba que sólo eran necesarios unos minutos en un aula para reconocer el reto tan grande que representa estar al frente de un grupo de niños, por lo que pidió a los maestros en activo que se encargaran de ofrecer lo mejor de sí para que los niños que tienen en sus manos se conviertan en personas de bien.
“Si eligieron el magisterio por convicción, que hagan todo lo posible por ayudar a estos niños. Desgraciadamente el sistema en el que estamos actualmente deja mucho que desear, pero deben poner todo de su parte por apoyarlos, pues están en sus manos”.