
José Luis Enríquez Ambell/Café de mañana
Pasé a surtir la receta que me dio mi oftalmóloga, a una de esas boticas modernas que engañan a la clientela desde el nombre: “Farmacias del Ahorro”, cuando lo más adecuado es que se llamaran farmacias del engorro. Un poco más de trecientos pesos me costó un centímetro y medio de agüita, dentro de un gotero opaco, del tamaño de la falange de mi dedo anular, que no concede ningún indicio de cuando se agota. El precio relacionado con el tamaño del gotero, me pareció un asalto en despoblado, así que me fui al internet con el nombre del medicamento a consultar qué clase de medicamento era. Leí todo al respecto, pero para abreviar, puedo concretar la investigación diciendo que las mentadas gotas no son otra cosa que centímetro y medio de lágrimas sintéticas… ¿Más de trescientos pesos por centímetro y medio de lágrimas? ¡Y encima sintéticas! Me sentí víctima de un engaño.
El mentado gotero se vació en la primera semana de exprimirlo tres veces al día sobre mi ojo y de plano me resistí a ocurrir otra vez a la farmacia del engorro a comprarme un segundo frasquito. Pues si nomás son lágrimas, con que llore yo tres veces al día resuelvo el asunto sin mayor gasto, así que después de pensarlo bien, me fui al puesto de mi “pirata” de cabecera en el pasaje Clavijero, y por una bicoca me compre una docena de películas de Libertad Lamarque, Sara García, Marga López; algunas de Pedro Infante como Nosotros los Pobres y Ustedes los Ricos, Tizoc; algunas muy crueles de dibujos animados como Bambi, (antes de Lucerito), el Rey León, el orejón Dumbo, primera víctima del “bullying”, antes de que se conociera con ese nombre.
Frente a la pantalla del televisor, soy un mar de lágrimas auténticas y baratas, nada de sintéticas y caras; la semana entrante que tengo cita con mi bella oftalmóloga para que me dé de alta, le llevaré un porrón como de agua electro-pura lleno de las lágrimas que me han sobrado, para ver si hacemos negocio. Ya hasta tengo pensada la cantinela de publicidad en radio y televisión, para vender mis lágrimas auténticas; es la misma de la película Tizoc: “Porque te quero, más que a mis ojos, porque mis ojos te vieron…” ¡Barato, cien pesitos por cada centímetro cúbico y nos hacemos ricos