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Subestimar la complejidad
Pasadas las compras de pánico de la temporada “Guadalupe-Reyes”, comienzan las compras de pánico sobre rebajas que los comerciantes anuncian desfachatadamente hasta de un setenta por ciento. Desde luego uno se pregunta con desconsuelo: ¿Pues cuánto le ganan estos desalmados a lo que venden, para poder hacer esos descuentos sin perder ganancias? Pero nadie escarmienta, ahí va uno dizque a “ahorrar”.
En la temporada navideña, me llevó mi mujer a Suburbia. Yo por sí sólo no voy a esos antros de perdición de dinero, pero arriado hago de tripas corazón y entré a mirar… y vi unas camisas de franela a cuadros, propias para esta temporada de fríos, que costaban $350.00 cada una. Yo ni loco gasto ese dinero por una pinchurrienta camisa, me dije para mis adentros, y me salí a babosear a los pasillos del centro comercial.
Al día siguiente, caminando por mi calle hacia una tienda de reciclados cibernéticos, me topé con un comercio poco visible, donde venden camisas que de momento me parecieron iguales a las de Suburbia, pero que costaban sólo cien pesitos. Ni siquiera lo pensé, entré, compré dos que estaban colgadas en ganchos y llegué a presumir a mi casa de mi inteligente compra. Mañana me estreno una, anuncié y así lo hice.
Al ponerme la camisa sentí las mangas demasiado anchas por lo que le busqué los botones para abrochármelas… no tenía botones, entré en la duda. ¿Y los ojales?… no tenía tampoco ojales. La boca de las mangas era redonda como un tubo de albañal. ¡Bueno! Me dije, será la moda del 14. Pero al quererme abrochar el cuello de la camisa, me di cuenta que tampoco tenía ni ojal ni botón en el cuello; el último ojal y botón de la hilera me quedaban por el rumbo del pecho. Sospeché: Esta pinche camisa parece de piyama, y me fui en busca de una vieja piyama de franela que me compré en la década de los ochentas, pero que todavía aguanta algunas puestas, antes de desintegrarse. Pues ni más ni menos, el diseño es desde cuando se inventaron las piyamas y no del 2014 como creí. Corrí por la segunda camisa partiendo de la idea de que esa si era de vestir y diciéndome: “No es posible que me hayan hecho pendejo dos veces, la otra debe ser normal” y… pos también resultó piyama.
Ahora he tenido que echarme un clavado en el baúl de ropa vieja, para ver si encuentro dos calzoneras de manga larga que hagan juego con mis camisas de franela, para olvidar el asunto y dormir calientito.