Carlos Ramírez/Indicador político
* Pepe Yunes: ¿Voto o veto?
Hay un sector de la política local que insiste en que para la sucesión del 2016, la opinión del actual Gobernador, Javier Duarte de Ochoa, será fundamental. Son los mismos que advierten que si el actual mandatario estatal no tiene voto, al menos tendrá veto.
El mensaje ha sido persistente: «Nadie gana la gubernatura en Veracruz si no es con el aval -y la ayuda- de Javier Duarte».
Esto, sin embargo, no es más que una mera especulación, pues ya ha quedado demostrado que cuando desde el centro optan por una carta distinta, ajena a los intereses locales, el Gobernador en turno se tiene que disciplinar y hacer suya la tarea de llevar a la victoria al «candidato del Presidente».
Cercano está el ejemplo de Dante Delgado Rannauro, que al final de su cuatrienio impulsó con todo ánimo a Miguel Alemán Velasco para que lo sustituyera. Cabildeó a los más altos niveles del Gobierno Federal, pero finalmente no pudo contra la decisión del Presidente, de enviar a Veracruz a su amigo Patricio Chirinos Calero.
En el berrinche, Dante Delgado llegó a expresar frente a algunos amigos: «Pues quiero ver que gane sin mi respaldo». Más tardaron en enterarse en la capital del país de estas expresiones, que en enviar un emisario para dejarle en claro al Gobernador de Veracruz que la decisión ya estaba tomada, y que se esperaba de él todo el apoyo para que su compañero de partido saliera triunfante.
Dante Delgado, político de tiempo completo, entendió la señal y dispuso lo necesario para que el candidato del PRI se impusiera en las urnas.
Algo similar le ocurrió al propio Miguel Alemán, quien presentó las más diversas opciones para sucederlo, con el afán de que se diluyera el activismo de Fidel Herrera. Al final no pudo evitar que le impusieran a su relevo.
Es cierto que son otros tiempos, que hoy por hoy los gobernadores no tienen el control absoluto del tema electoral en sus territorios (como quedó claro en Nuevo León) pero suele suceder que aquellos que lucen sin el suficiente capital político para hacer ganar a un candidato, con lo acumulado en su trayectoria sí les da para hacerlo perder.
Siempre será más fácil destruir que construir.
En los últimos días, justo después de que pasaran las elecciones federales, el discurso del senador Pepe Yunes se endureció. Ya no sólo habla de la mala administración de su amigo Javier Duarte, sino que se atreve a sugerir que hay quienes están operando para evitar que llegue él a la gubernatura y, por primera vez desde que confesó que le interesaba ser Gobernador, ha admitido que su salida del PRI no es imposible.
Aclara, sin embargo, que para que sucediera algo así «tendría que pasar algo sumamente lamentable».
Hoy por hoy José Yunes Zorrilla ya no habla de un pacto indestructible con Héctor Yunes. Hoy advierte que éste se mantendrá, siempre y cuando ambos coincidan en la urgencia de impulsar un proyecto distinto para Veracruz y en la decisión de combatir frontalmente la corrupción. «Mientras estos supuestos sigan sin alterarse, el pacto continúa», señaló.
De pronto se había generado la impresión de que se podía pasar por encima de José Yunes, toda vez que éste no respondería a un atropello, debido a su respeto a las instituciones y a las decisiones de su partido.
El mensaje que hoy manda Pepe Yunes es que se equivocan quienes lo toman como alguien «tibio». Está advirtiendo que no permitirá ningún tipo de «veto».
Y es que la jugada que hoy se percibe es la intención de los fidelistas de «fintar» con la posibilidad de impulsar a un candidato independiente, para al final inclinar la balanza a favor de Héctor Yunes Landa.
Esta versión suena como la historia del gato y el cascabel. La idea puede ser buena, lo importante es saber quién le pone el cascabel al gato.