Carlos Ramírez/Indicador político
* Una crisis anticipada
– La situación es tan grave, y está tan deteriorado el prestigio de Veracruz, que cuando voy a México a gestionar recursos para mi municipio, en cuanto se enteran que soy de esta entidad se me cierran todas las puertas. «Para Veracruz nada, porque todo se lo roban», me dicen.
Así se expresó un afligido Presidente Municipal que, como muchos otros, busca la forma de resolver las necesidades más urgentes de sus paisanos.
Y cuando el titular de la Secretaría de Finanzas, Antonio Gómez Pelegrín, dice estar revisando con la Universidad Veracruzana la calendarización de pagos para cumplir con los compromisos pendientes, los trabajadores del sector educativo adheridos a la Sección 56 del SNTE suspenden labores para protestar porque la administración estatal incumplió con un calendario de pagos similar al que pretenden acordar con la UV.
Apenas el 7 de febrero llegaron firmaron una minuta los dirigentes del sindicato y representantes de las Secretaría de Finanzas, en la que se establecía que el pasado martes 16 de febrero se haría un primer pago, que no llegó.
Y lo mismo pasó con los trabajadores adheridos al Sindicato de la Escuela Normal Veracruzana y con los de la Sección 70 del Sindicato Democrático de Trabajadores de la Educación.
Y mientras en el sector educativo protestan por el incumplimiento de los compromisos establecidos, consejeros del Organismo Público Local Electoral (OPLE) advierten que el proceso electoral que se avecina está en riesgo, pues la Secretaría de Finanzas adeuda a esa institución más de 186 millones de pesos.
Bueno, ya hasta el comúnmente disciplinado Alberto Sosa Hernández, magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia, salió a los medios para amagar con recurrir a los tribunales para reclamar el pago de fondos que tiene retenidos la administración estatal.
Hay días en los que la nota negativa la dan las organizaciones criminales, que parecen haber encontrado en Veracruz territorio cómodo para sus fechorías, y en otros el tema discordante, el que enciende las luces de alerta, es el financiero que, igual que el de seguridad, no parece tener solución a corto plazo.
Y no se trata de un problema de percepción local. Como bien lo expresó el alcalde mencionado al principio del presente comentario, en el centro, en la sede del Gobierno Federal, persiste la visión de que la actual administración en Veracruz es un desastre y que, por lo tanto, no es conveniente liberar recursos de los que no se tiene la certeza de su destino.
Este tipo de escenarios se suele dar en los últimas días de una administración estatal, cuando la palabra del gobernante vale poco menos que nada, y desde la capital del país ordenan retener las partidas en espera de asignárselas al sucesor. No es normal que esto suceda cuando faltan aún nueve meses, prácticamente todo este año.
Veracruz no se puede paralizar tanto tiempo.
Si Javier Duarte no se quiere ir, entonces se tiene que poner a trabajar. Tiene que tocar puertas, gastar saliva para convencer a los dueños del dinero de que respalden su administración.
Si para convencerlos debe sacrificar a algunos de sus colaboradores, los más «mañosos», no debe tentarse el corazón. No es momento de encubrir a los amigos, es tiempo de cumplirle a Veracruz.
*Este texto es responsabilidad absoluta del autor.