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Teresa Gil/Libro de ayer y hoy
Elevemos el nivel
En los últimos cinco años fueron muchas las historias sobre supuestos pleitos, rupturas, o distanciamientos entre el hoy Gobernador Javier Duarte, y su antecesor y padrino político, Fidel Herrera.
En muchas de esas ocasiones aquí mismo se advirtió que había algo más fuerte que la simple amistad, o la lealtad de grupo, que los unía, y que esos lazos permanecerían por muchos años más.
Apenas hace un par de semana se difundió otra falsa historia de confrontación entre ambos, surgida -según algunas fuentes- de la prolífica imaginación del nativo de Nopaltepec. Él mismo se encargaría de desmentirla, para hacer sentir que era víctima de una intriga.
Muchos de estos pleitos ficticios tuvieron como fin deshacerse de las rémoras que acosaban al nuevo Gobernador, en busca de favores o posiciones en el gabinete, con el único argumento de que “los manda Fidel”.
Así pues, la práctica de las falsas rupturas es una enseñanza que dejó Fidel Herrera a sus pupilos.
Pero no siempre el alumno capta a plenitud la lección del maestro.
Javier Duarte creció bajo el cobijo de la Fidelidad y aprendió, en ese proceso de formación, muchas de las mañas que le dieron fama a su antecesor.
El “bullyng” político era práctica común en los tiempos en los que los jóvenes que hoy gobiernan trabajaban para Fidel Herrera. Eran comunes los apodos humillantes y las bromas pesadas contra algunos de los compañeros del gabinete.
Desde entonces Javier Duarte se destacó por ser de los que más pesado jugaba, de los que más apodos imponía, de los que gastaba las más duras bromas, para provocar la risa de sus compañeros.
Quienes lo conocen de aquel entonces aseguran que la ocurrencia de regalarle una caña de pescar a Héctor Yunes Landa es propia de las bromas que suele gastar el Gobernador.
Hay otra teoría.
Que el famoso pleito es una farsa montada para elevar los niveles de popularidad del senador Yunes Landa, quien caía de picada desde la realización de su fastuoso y opaco informe de labores.
Desde ese día se le colocó a Héctor Yunes, una vez más, la etiqueta de “duartista” y dejó de ser atractivo para los grupos políticos que esperaban su ruptura definitiva con los nietos de la Fidelidad.
¿Qué mejor forma para regresar a la contienda que simulando un divorcio definitivo con Javier Duarte?
De la ocurrencia de Javier Duarte el pasado domingo, hasta ahora el más favorecido ha resultado Yunes Landa. Pasó rápidamente de ser un incondicional de Javier Duarte, a ser su víctima. Pasó de predicar el respeto a la figura del Gobernador, a denostarlo, como replica por la “ofensa” sufrida.
Si la teoría del pleito ficticio es real, les fallaron los cálculos. Las repercusiones de esta confrontación se están viendo en la prensa nacional. Hoy las noticias sobre Veracruz, todas, son negativas.
A estas alturas, propios y extraños, priistas, panistas y veracruzanos sin partido reclaman mesura por parte de quienes gobiernan en Veracruz. La violencia vinculada con el crimen organizado no ha cesado en este territorio, como para que se le sume ahora la violencia política, el circo mediático, el pleito de lavadero.
Nada de eso ayuda a elevar el nivel del debate. Nada de eso resuelve los severos rezagos que vive Veracruz y que se acumularon en los, últimos once años.
Veracruz no merece ese trato.
En alguien debe caber la mesura.