Carlos Ramírez/Indicador político
Yo, pecador, me confieso
“Yo, pecador, me confieso a Dios todopoderoso, a la bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado san Miguel Arcángel, al bienaventurado san Juan Bautista, a los santos Apóstoles Pedro y Pablo, a todos los santos, y a vosotros, hermanos, que pequé gravemente con el pensamiento, palabra, obra y omision; por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa. Por tanto, ruego a la bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado san Miguel Arcángel, al bienaventurado san Juan Bautista, a los santos Apóstoles Pedro y Pablo, a todos los santos, y a vosotros, hermanos, que roguéis por mí a Dios nuestro Señor. Amén”.
Esto dije ayer temprano cuando fui a la iglesia de La Piedad, la más cercana a donde vivo en Xalapa, para hacer mi oración dominical, para dar gracias a Dios por lo que me dio en la semana inmediata anterior y para pedirle su bendición, para mí y para los míos, para la que inicia. Es mi ritual personal, religioso, que procuro hacer cuando estoy a solas ante el Señor, esto es, apenas abren y antes de que llegue la feligresía. En el silencio, que me gusta, platico con él, ante él me confieso, enciendo una pequeña veladora, que para mí simboliza la luz con la que quiero que me alumbre el camino del bien y, claro está, deposito mi diezmo –a él o para su causa sí–. Le pido que me ayude a ser justo en lo que escribo y publico, pero que nunca deje de indignarme ante la injusticia, ante el atropello, ante el abuso, ante la corrupción, ante la impunidad, y que sea yo capaz de denunciarlo y que me proteja ante las represalias, así como también que me ayude a darme cuenta, a admitir mi error y a tratar de enmendarlo cuando lo tenga. Luego salgo del templo, paso a llenar mi vaso-termo de café en un Oxo y me dirijo a escribir.
Pero también recé ayer una parte del Salmo 51 de la Biblia, el Salmo Miserere (oración del arrepentimiento): “Tenme piedad, oh Dios, según tu amor,/por tu inmensa ternura borra mi delito,/lávame a fondo de mi culpa,/y de mi pecado purifícame./Pues mi delito yo lo reconozco,/mi pecado sin cesar está ante mí;/contra Ti, contra Ti solo he pecado,/lo malo a tus ojos cometí”, un bello Salmo que Juan Pablo II lo definió como “El más intenso y repetido salmo penitencial, el canto del pecado y del perdón, la más profunda meditación sobre la culpa y sobre la gracia”.
Pero ayer esto fue premonitorio. Porque apenas me dispuse a trabajar leí el comunicado dominical del Arzobispado de Xalapa que firma como responsable el vocero presbítero José Manuel Suazo Reyes, muy respetado para mí, ¡y zas, que, según su punto de vista y el de la iglesia de Xalapa, soy precisamente eso, un pecador!
Suazo volvió al polémico tema de las palabras del arzobispo Hipólito Reyes Larios, el de la “epidemia” de las madres solteras que, ha quedado comprobado con el respectivo audio, el calificativo en efecto se cambió o se distorsionó por el de “plaga”, y ardió Roma. El prelado alcanzó notoriedad nacional e internacional pues la prensa le dio palo, algo similar, aunque en el terreno religioso, a lo que le sucede con frecuencia a Javier Duarte de Ochoa, en el terreno político.
Hace bien el presbítero en cumplir con su tarea como vocero al defender a la institución que representa y a los personajes que la encarnan. No sólo está en su derecho sino que es su deber, su obligación. Para eso lo pusieron. Defiende con argumentos dado su nivel, no podía ser de otro modo. Y, al menos en mi caso, sería injusto si no se le concediera en mucho, o en casi todo, que tiene razón y que la prensa, los medios, sus representantes, o sea quienes escribimos y publicamos, por un prurito profesional debemos comprobar la exactitud de las fuentes de información. Ese llamado es irreprochable y nos debe hacer reflexionar en que debemos cuidar no caer en el error. Y ya luego trae a colación lo que el papa Francisco calificó como los tres pecados de los medios de comunicación: la desinformación, la calumnia y la difamación, en alguno de los cuales o en todos habríamos caído quienes nos ocupamos del tema.
A mi juicio, Suazo no se comporta ni bondadoso ni indulgente con mis compañeros de la prensa como cabría esperar de un religioso hijo y representante de Dios en la tierra, y en lugar de apelar al perdónalos porque no sabe lo que hacen, frase llena de caridad y con la que Jesús nos enseña a perdonar, el vocero acude a la Ley del Talión, al ojo por ojo y diente por diente, y revira con términos como “perversamente se adjudicó al Arzobispo”, o “un medio de difusión local difundió el veneno”, o “se trata de un pecado diseñado por una mente enferma”.
No estoy de acuerdo con que trate de crucificar así a mis compañeros reporteros.
Seguramente alguien cometió el error, pero no de mala fe, de pensar que “plaga” era un equivalente de “epidemia”, esto es, lo tomó como un sinónimo, pero me niego a aceptar que haya sido por perversidad, con veneno y menos producto de una mente enferma. Por otra parte, el que calla otorga, pues no obstante que narra que la nota con el concepto erróneo se publicó horas más tarde, él, como responsable de la comunicación social del Arzobispado, no reaccionó ni desmintió ni aclaró sino que dejó correr la versión pues no fue sino hasta el martes cuando emitió un boletín aclaratorio cuando el tema era motivo de escándalo internacional. Yo mismo me ocupé del asunto y di por cierto el concepto y me convertí, una vez más, en pecador, ahora de los medios de comunicación. Por mi culpa, por mi culpa, por mi grande culpa (siguiendo su recomendación ahora cuando quiera ocuparme del arzobispo voy a tratar de buscarlo para preguntarle si lo que dijo o le atribuyen es cierto).
Más allá de este asunto y polémica, el mismo Suazo, o sus consejeros, o como se les llame en la jerarquía religiosa, debieran recomendar al prelado más cuidado en lo que dice y en lo que hace. Por ejemplo, monseñor Sergio Obeso Rivera, de grata memoria, y Dios nos los conserve mucho tiempo y con salud, jamás tuvo un desliz que se pudiera mal interpretar. Al arzobispo Reyes Larios le llovió cuando, por ejemplo, le fue a echar porras a Erick Lagos al Congreso no obstante el dispendio de recursos públicos que hizo, o, por ejemplo, un hecho hasta ahora no revelado, cuando fue a bendecir las nuevas instalaciones de la Sedarpa, en abril, sin que viniera al caso, ante las autoridades y los trabajadores de la Secretaría, de pronto les dijo que le había llamado el senador Héctor Yunes Landa para informarle que no podría asistir pero que por su conducto les enviaba un cordial saludo, lo que puso a todos con cara de what pues no se trataba de un acto político y menos nadie había invitado a Yunes Landa.
Suazo Reyes, sin duda, es un hombre preparado, académico, inteligente y no dudo que bueno. Me gustaría más que en lugar de arremeter contra la prensa denunciara más la corrupción y la impunidad, pero no con generalidades como lo hace, que mostrara una Iglesia más comprometida con las causas sociales, en fin. Yo le pido a Dios para él la bendición. Que lo perdone por los duros calificativos contra mis compañeros, por defender a la persona antes que privilegiar la bondad y la indulgencia con que trata Dios a sus hijos. ¡Chin, ahora sí, cuando no es el Gobierno es la delincuencia organizada, y ahora ¡la Iglesia!
(De todos modos sería interesante saber qué dice el arzobispo Reyes Larios cuando mientras que él habla de una “epidemia” para referirse al fenómeno creciente de las madres solteras, el papa Francisco afirmó el pasado jueves 25 de junio en Ciudad del Vaticano, en un mensaje claro de apertura ante los retos de la familia moderna, que la separación en algunos casos “es inevitable” y hasta “moralmente necesaria”, sobre todo cuando reina la violencia en el hogar, y remató con un “Pidamos al Señor una fe grande para ver la realidad con la mirada del Señor”.)