Bryan LeBarón/A 5 años, no dejemos solo a nadie
La gente está harta: obispo de Veracruz
Escuché con atención, el sábado pasado, las razones de Javier Duarte de Ochoa, el jefe del priismo en Veracruz, aparte de Gobernador, investidura de la cual no se puede despojar en ninguna circunstancia.
Lo dice abiertamente –y creo que ya no hay ninguna duda– que políticamente tiene un gran y único propósito: dejar en su lugar, a partir del próximo 1 de diciembre de 2016, a otro priista, “sea quien sea, se apellide como se apellide”.
Ha dicho que para tal propósito sigue una estrategia, que empezó a aplicar al mes de que tomó posesión, el 1º de enero de 2010. Se advierte que tiene una gran preocupación: no cargar con el peso de ser el primer gobernador en la historia del estado que pierda la gubernatura a manos de la oposición.
El pasado 12 de marzo, en otro desayuno, cuando todavía estaba caliente el tema de la gubernatura de dos años, que tres meses antes había sido aprobada por la Legislatura, evidenció que el tema ya le preocupaba.
En aquella ocasión dio una larga explicación del porqué la minigubernatura. Contó entonces su acuerdo al respecto con el presidente Peña Nieto y las consideraciones que le había hecho sobre la conveniencia política de sacarla adelante.
Con vehemencia, como hizo el sábado pasado, expresó: “¡Señores, se los vuelvo a repetir: mi reforma no tiene nombre y apellido de ningún candidato al gobierno. Se los digo hoy 12 de marzo de 2015: mi candidato como persona y militante veracruzano va a ser el del PRI, que tiene que ganar” (“Prosa aprisa”, “El Gobernador, ayer, larga jornada”, 13/03/2015).
Afirmó entonces: “Soy un demócrata, creo en la alternancia, pero que le pase a otro pendejo”, para justificar porqué había promovido la gubernatura de dos años, porque veía el riesgo de que por diversas circunstancias la oposición pudiera ganar en 2016.
Y en esas está, cuando ya entramos legalmente al proceso electoral que desembocará el próximo año y estamos a poco más de dos meses de que el PRI, su partido, del que es jefe político en Veracruz, nomine a su candidato a sucederlo en los primeros días de enero.
Por lo que observé y le escuché, no tiene ninguna duda de que su partido va a ganar y de que va a atajar y a inhabilitar a los únicos que le pueden competir desde la oposición: los panistas Yunes Linares-Márquez, por extensión los enemigos públicos número uno personales y políticos.
Ese día nos detalló todos los elementos que asegura que tiene para estar no sólo optimista sino seguro de su futuro triunfo y no titubeó cuando aseguró que los Yunes azules serán procesados legalmente por los señalamientos que les han hecho tanto en la PGR como en la Fiscalía local.
En ese sentido, me llamó la atención el párrafo con el que remató ayer su columna “Razones” Jorge Fernández Menéndez en Excelsior, párrafo que insertó con el subtítulo “Veracruz ¿cambia de rumbo”. El texto habla por sí solo:
“Algo ha pasado en Veracruz porque en las dos últimas semanas se han dado varias decisiones que parecen encaminar una estrategia hacia las elecciones que no se tenía en forma concertada entre el gobierno federal y el local. Primero, acusaciones en todos los niveles contra Miguel Ángel Yunes y sus hijos, que todo indica que tendrán efectos legales. Inmediatamente después, la rapidísima designacion como cónsul en Barcelona del exgobernador Fidel Herrera. Y este domingo, Manlio Fabio Beltrones le tomará protesta como presidente del Partido Revolucionario Institucional al diputado Alberto Silva, para encaminar la sucesión local, donde el propio Silva es aspirante” (¿está diciendo que Silva será el candidato?, pregunto).
El jueves pasado decía yo (“Duarte gana la partida e impone a Silva”), ante el abierto pronunciamiento a favor de Silva de los sectores del PRI, que eso demostraba que Duarte había hecho valer su derecho como gobernador a imponer al dirigente, pero, “más importante que eso, que el presidente Peña Nieto, que es el líder natural de su partido –el formal lo es Manlio Fabio Beltrones–, lo respaldó”.
Todo eso por el lado del PRI. Creo que a estas alturas ya no hay duda tampoco que, en efecto, todo lo que está pasando y va a pasar es con el consentimiento y apoyo del Presidente, y la única explicación razonable para ello es que tanto el Gobierno Federal como el del Estado, tanto Peña Nieto como Duarte de Ochoa, van a buscar retener el poder a toda costa, al precio que sea, bajo la premisa de que el fin justifica los medios, evitando que el PRI pierda y la única forma de asegurarlo es evitando que Yunes obtenga la candidatura de su partido porque lo ven como un peligro real si alcanza la nominación.
Una confirmación del apoyo federal sería el anuncio que hizo anoche el Gobernador del pago del 90 por ciento de la deuda pública (tres veces repitió que era “heredada”, se entiende, lógicamente, que del gobierno de Fidel Herrera Beltrán, al que le llueve por todos lados) con ingresos de dos fondos federales y uno estatal para lo cual presentó una Iniciativa con proyecto de decreto a la Legislatura, monto que sería casi todo lo que se debe y que él se había comprometido a saldar a más tardar en diciembre, con lo que de paso apagará mucha de la inconformidad social prevaleciente hasta ahora, además para efectos de su quinto y penúltimo Informe de Gobierno.
Por la seguridad con la que se expresa el gobernador y jefe priista sobre el futuro político de Veracruz y por el mensaje que constituye el comentario de ayer de Fernández Menéndez, no habría que descartar que van a descarrilar a los Yunes, pues el sistema político priista es avasallante cuando quiere, pero seguramente ya tienen calculado el costo que les va a significar proceder contra ellos, pues es dable pensar que los azules van a caer –si caen– peleando, defendiéndose, pues no se cree que como mansos corderitos estén esperando a que lleguen por ellos y los degüellen en honor al dios Poder tricolor, incluso el coordinador del PAN en la Cámara de Diputados, Marko Cortés, declaró que el PRI va a perder Veracruz.
Políticamente, pues, es posible imaginar un escenario agitado en los próximos meses en Veracruz, y en medio de todo están los ciudadanos, el pueblo, cuya posición bien resume el obispo de la Diócesis de Veracruz, Luis Felipe Gallardo Martín del Campo, quien ayer manifestó que los ciudadanos están hartos de gobernantes, legisladores, jueces y partidos políticos que sólo velan por sus intereses olvidándose de la sociedad. “El prelado indicó que esa percepción aplica para Veracruz y para el resto del país. ‘En definitiva, la gente está harta, harta, de manera que o se corrigen o van a acabar mal’” (José Juan García, Avc Noticias), una voz que, por lo demás, no va a ser escuchada.