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XALAPA, Ver., 25 de octubre de 2015.- En distintas regiones del estado como Chicontepec, Tempoal y Naolinco las celebraciones de Todos los Santos y el Xantolo han dado identidad mundial a los veracruzanos, y pese a la crisis económica la tradición prevalece, pero de forma austera, al menos en Xalapa.
En esas franjas de Veracruz, el grueso de los habitantes espera durante todo el año la fecha y a escasos días de fin de mes las ofrendas están prácticamente listas para colocarse en los altares a partir del 31 de octubre.
Con regocijo, mujeres y hombres comparten la responsabilidad de la elaboración de los recaudos para los tamales y las harinas para el pan; los varones compiten entre sí por cortar las mejores varas y flores para el altar que dará la bienvenida a los difuntos.
Sin embargo, en la región centro de la entidad, específicamente en la capital del estado, xalapeños refieren en un sondeo que la crisis económica repercute en la pérdida de las tradiciones mexicanas, como la de Todos Santos.
Algunas de las voces coinciden en que aun “rompiendo el cochinito” ya no se puede celebrar esta fecha como hace años, pues tan sólo la flor de muerto se vende a precios muy elevados.
Por ello, señalan que recuerdan a los seres que se les adelantaron a la muerte con una sencilla ofrenda, sin faltar desde luego la visita al panteón; comentaron que los recursos para gastarse en esta fecha se va “apartando” en las dos quincenas de octubre. El precio estimado es de entre 600 y 800 pesos para la ofrenda, la flor y las veladoras.
Al respecto, Juan Martín Valencia Ochoa, dijo: “Antes sí poníamos un altar grande, con muchas flores y tamales de todo tipo que comprábamos porque no somos mucho de hacerlos, era un buen dinero el que se invertía para mantener viva la tradición pero ahorita ya no, desde hace como cinco años ya sólo vamos al panteón el día 2 a llevar flores, limpiamos la tumba y ahí estamos un rato”.
Consideró que “el encarecimiento de la vida ha derivado en la pérdida de las tradiciones, además de que los jóvenes están interesados en otros asuntos, ellos celebran la noche de brujas, el Halloween. En algunos pueblos es donde todavía se puede observar un poco las tradiciones, de esta zona Naolinco es un claro ejemplo”.
Por su parte, Karla Trujillo Reineque expresó que en su familia sí mantienen la tradición, pero de acuerdo a sus posibilidades económicas, actualmente se procura economizar y recordar a sus difuntos en medida de lo que sus finanzas lo permiten.
“Mi mamá es la que más se pone las pilas para ello, yo sólo le coopero en lo que puedo para poner un altar, pero desde luego es sencillo, algo muy modesto. Ella dice que aunque sea de poquito hay que poner la ofrenda a mi abuela y sus hermanos, siempre va al panteón pero días antes de la mera fecha, porque no le gustan las aglomeraciones. Lo que nunca falta es el mole más que los tamales, creo que lo más caro de la celebración es la flor, los vendedores abusan y al menos nosotros no invertimos tanto, sólo colocamos un florero, obvio con cempasúchil, pero sin hacer arcos ni nada de eso”.
También, María Guadalupe Salas Domínguez recordó que desde niña en su casa no falta el altar de muertos este 1 y 2 de noviembre; aseveró que cuando su papá vivía se “echaba la casa por la ventana”, pero hoy apenas alcanza para comprar pan, flores y pasta para hacer mole.
“Es que aunque uno quiera ya no se pueden hacer esos gastos, son otros tiempos. Es una tradición muy bonita, de hecho de las más importantes de nuestro país; en el mundo se nos conoce como el único que celebra a la muerte, nos hemos tenido que adaptar a los tiempos actuales, hemos aprendido a vivir con poco dinero y gastarlo sólo en lo necesario. Creo que vale la pena hacer un sacrificio para no dejar pasar la fecha, pero montar un altar con todo lo que le gustaba a los difuntos ha de costar al menos unos 500 pesos, y en estas fechas en que todos andamos tan gastados es un dineral”.
Asimismo, Ricardo Sandoval García comentó que desde hace mucho tiempo —ya olvidó cuántos— en su hogar no se elabora altar de muertos ni se colocan ofrendas, pero sí asisten al panteón a limpiar la sepultura y llevar flores.
“Uy no, tiene años que no ponemos altar. El día 2 se va al panteón un rato, llevamos flores, pero no de muerto, porque esas están muy caras, lavamos la lápida y ahí estamos con los difuntitos. Dejamos de poner altar porque cada año los precios de las cosas estaban más caras, un día le dije a mi esposa que no había dinero y al otro año ya no me dijo nada y pues yo me hice de la vista gorda, es mejor ir al panteón y no sólo en Día de Muertos sino recordarlos siempre”.
Además Javier Ortiz Martínez mencionó que sólo enciende veladoras en su casa, sin altar ni ofrendas. Por la misma situación, “en estos tiempos el horno no está para bollos”, dijo.
Sin embargo, reconoció que le gustaría contar con el dinero para ello pues consideró que Todos Santos es una tradición que no debe extinguirse pero su economía no le permite hacer gastos fuera del presupuesto quincenal.
Juan Carlos Acosta, en ese sentido, opinó que no necesariamente se tiene que hacer toda una fiesta para recordar a los familiares muertos. En lo personal, procura que el 2 de noviembre se coloque una ofrenda, pero si no se puede, por la situación financiera, en nada cambia el sentimiento hacia sus difuntos.
“Con mucho gusto ponemos altar cuando se puede, el año pasado sí pusimos, hace como tres no. Es muy difícil en estos tiempos hacer estos gastos, qué bueno que haya gente que conserva las tradiciones, sé de quienes hacen fiestas en grande y echan la casa por la ventana, pero se preparan con semanas de anticipación, aquí en la ciudad es distinto, es muy difícil vivir cada día por lo caro que está todo. Ojalá este año también pueda poner mi altar como a mi mamá le gustaba y si no, pues no pasa nada”.