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CIUDAD DEL VATICANO, 26 de diciembre de 2013.- El Papa Francisco dedicó este día el mensaje de la primera Navidad de su pontificado a pedir la paz para los lugares del mundo donde reina la violencia y tuvo también palabras para los inmigrantes y las víctimas de las catástrofes naturales.
El Papa, asomado al balcón de la Logia central de la Basílica de San Pedro para la tradicional bendición Urbi et Orbi (A la ciudad y al mundo), comenzó su mensaje diciendo en italiano: «Hermanos y hermanas de todo el mundo: ¡Feliz Navidad!».
En su mensaje recordó que «las guerras destrozan tantas vidas y causan tanto sufrimiento», y después en una larga plegaria fue enumerando los lugares de la tierra donde existen conflictos, rogando para que llegue la paz.
Una paz, explicó el Papa argentino, «que no es un equilibrio de fuerzas opuestas. No es pura ‘fachada’, que esconde luchas y divisiones. La paz es un compromiso cotidiano, que se logra contando con el don de Dios, con la gracia que nos ha dado en Jesucristo».
Ante una plaza de San Pedro a la que acudieron 70 mil personas, según datos del Vaticano, Jorge Bergoglio recordó a «los niños que son las víctimas más vulnerables de las guerras», pero instó también a pensar «en los ancianos, en las mujeres maltratadas y en los enfermos».
Sigamos rezando al Señor para que el amado pueblo sirio se vea libre de más sufrimientos y las partes en conflicto pongan fin a la violencia y garanticen el acceso a la ayuda humanitaria», dijo el Papa.
También recordó la República Centroafricana, «a menudo olvidada por los hombres», y pidió al Señor que «reine la paz también en aquella tierra, atormentada por una espiral de violencia y de miseria, donde muchas personas carecen de techo, agua y alimento, sin lo mínimo indispensable para vivir.
«Que se afiance la concordia en Sudán del Sur ‒rogó Bergoglio‒, donde las tensiones actuales ya han provocado víctimas y amenazan la pacífica convivencia de este joven Estado».
El primer Papa latinoamericano suplicó para que se «convierta el corazón de los violentos, allá donde se encuentren, para que depongan las armas y emprendan el camino del diálogo», y pidió a Dios que vele «por Nigeria, lacerada por continuas violencias que no respetan ni a los inocentes e indefensos».
También hizo un llamamiento para que llegue la paz a Tierra Santa, donde se espera viajará el próximo año.
Bendice la tierra que elegiste para venir al mundo y haz que lleguen a feliz término las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos», añadió.
No olvidó a Irak y pidió para que «sanen las llagas de la querida tierra azotada todavía por frecuentes atentados».
«Protege a cuantos sufren persecución a causa de tu nombre. Alienta y conforta a los desplazados y refugiados, especialmente en el Cuerno de África y en el este de la República Democrática del Congo», fue otra las súplicas del Pontífice.
El Papa, que eligió la isla de Lampedusa como su primer viaje en Italia, pidió a Dios «que los emigrantes, que buscan una vida digna, encuentren acogida y ayuda».
«Que no asistamos de nuevo a tragedias como las que hemos visto este año, con los numerosos muertos en Lampedusa», agregó.
El Papa también rezó para que «El Niño de Belén toque el corazón de cuantos están involucrados en la trata de seres humanos, para que se den cuenta de la gravedad de este delito contra la humanidad».
Tuvo un pensamiento también por «los niños secuestrados, heridos y asesinados en los conflictos armados, y sobre los que se ven obligados a convertirse en soldados, robándoles su infancia».
Y en esta plegaria de Navidad, recordó como «la codicia y el egoísmo de los hombres explota indiscriminadamente» el planeta y pidió «protección» para aquellos que han sufrido desastres naturales, como el pueblo filipino azotado por el tifón.
El Pontífice terminó su mensaje pidiendo que en esta Navidad «dejemos que nuestro corazón se conmueva».
No tengamos miedo de que nuestro corazón se conmueva. Lo necesitamos. Dejemos que se caliente con la ternura de Dios. Las caricias de Dios no hacen heridas y nos dan la paz y la fuerza que necesitamos», añadió improvisando el Papa.
Tras el mensaje, el Pontífice impartió, como es tradición, la bendición «Urbi et Orbi», a la ciudad y al mundo.