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MÉXICO, DF., 11 de enero de 2016.- En su carta de renuncia el dirigente del PRD Agustín Basave asegura que sabía de las heridas de guerra del PRD, pero no hay consciencia de la crisis política ni graves predicamentos económicos.
Aquí la carta íntegra:
LIC. ÁNGEL ÁVILA ROMERO
Presidente del Consejo Nacional del Partido de la Revolución Democrática
Presente.
Llegué a la Presidencia Nacional del partido consciente de la enorme dificultad del reto. Sabía de la complejidad de un partido horizontal, heterogéneo, con tendencias centrífugas, hundido en la peor crisis de su historia. Sabía de las heridas de guerra que han marcado a sus corrientes, de las pugnas entre dirigentes, de la cercanía al priismo de algunos de ellos, de las corruptelas en varios de nuestros gobiernos. Pero también sabía del tamaño de nuestra militancia, de la convicción y la esperanza de millones de afiliados a lo largo y ancho del país; gente limpia, sedienta de un liderazgo con nuevo rumbo. Y sabía de la urgente necesidad que tiene México de contar con un partido de izquierda socialdemócrata, eficaz combatiente de la desigualdad y la corrupción que zahiere al país, inequívocamente opositor a este gobierno corrupto e inepto.
Con todo, debo confesar que no había medido las enormes animadversiones tribales, mayores a las rivalidades con cualquier otro partido. Creí que la consciencia de la crisis que atravesamos y el instinto de supervivencia podrían contrarrestar la injerencia de diversas instancias gubernamentales al interior del partido y las luchas por el control interno y por la interlocución con el gobierno, que hoy están desgarrando al PRD. Pensé que el hecho de que casi todas las corrientes tuvieran la audacia de apoyarme para llegar a la Presidencia Nacional, sabedores de mi pública y vehemente oposición al proyecto del PRI de restaurar el autoritarismo, el régimen de partido hegemónico y el presidencialismo sin contrapesos, constituía una esperanza de que yo podría construir un apoyo mayoritario para lograr el renacimiento de nuestro partido. No me cabía la menor duda de que tarde o temprano surgiría un diferendo que me obligaría a confrontar a alguna o algunas de ellas para afianzarme como presidente, pero confié en tener tiempo para construir un movimiento de opinión pública que me diera la fuerza necesaria para hacerlo.
Pero la confrontación se precipitó. Y quedó de manifiesto que varios de los dirigentes que me dijeron que mi ventaja sería situarme por encima de los grupos esperaban, en el fondo, que yo diera trato preferencial al suyo si no es que de plano me decantara como un miembro de facto de su expresión. He aquí el meollo del asunto: en realidad no hay consciencia de la terrible situación política que vivimos y, dicho sea de paso, tampoco de nuestros graves predicamentos económicos, porque pese a que este año recibiremos 30% menos en prerrogativas y tendremos que pagar varias multas, casi todos exigen un aumento a su presupuesto, aún quienes ya cuentan con una considerable infraestructura. La verdad es que existe una disputa por jirones de nadería.
Por ello, y porque no existen las condiciones para que yo pueda encabezar un partido de verdadera oposición, he decidido renunciar a la Presidencia Nacional de Partido de la Revolución Democrática. Sé que mis malquerientes se van a cebar en mí; unos dirán que mi renuncia prueba que soy un académico ingenuo y temperamental, otros que mi antipriismo y mi aliancismo fueron excesivos, y los peores, los que están al servicio de este PRI-gobierno que ha elevado la corrupción a niveles históricos, me seguirán calumniando y recurrirán a todo tipo de descalificaciones. Las aves carroñeras, por desgracia, abundan en el entorno político. Eso sí, voy a dejar muy claro cuáles son las razones de mi decisión.
No renuncio porque se haya rechazado una u otra alianza con el PAN. Renuncio porque después de votar unánimemente que yo negociara con ese partido, el Comité Ejecutivo Nacional desestimó y desvirtuó los resultados de esa negociación -que a mi juicio es la mejor que se ha conseguido en el PRD, pues por primera vez iríamos en paridad en términos del número de estados donde decidiríamos las candidaturas- y sobre todo porque el comunicado que firmaron el pasado 7 de enero quince miembros del CEN tuvo dos significados inadmisibles: 1) el desaseo institucional de realizar una votación mediática sin informar de ella previamente a la Presidencia del partido, una votación que por cierto se preparó el mismo día en que sostuve reuniones con los liderazgos de las expresiones para lograr un acuerdo que yo ideé y en el que yo aceptaba una cantidad menor de alianzas a la pactada con la dirigencia panista en aras del consenso interno; y 2) la desautorización de mi eje táctico de negociación, el que revela la famosa grabación filtrada, el de no admitir la coalición en Puebla -la entidad más adversa para nosotros, donde una parte del perredismo ha sido bastante golpeada- a menos que se libere a nuestros compañeros y se acepte una candidatura común encabezada por nuestra candidata en Tlaxcala -el estado donde una candidatura común nos daría las mayores probabilidades de ganar-, con lo cual me dejaron en estado de indefensión. Y es que, al votar públicamente por el quid pro quo de Oaxaca más “otra entidad del interés del partido aliado” -todos sabemos que el PAN siempre ha vinculado a Oaxaca con Puebla-, los firmantes del comunicado prácticamente invalidaron mi proyecto negociador, el mismo que todos los jefes de corrientes habían respaldado en una reunión a la que convoqué expresamente para ese propósito. Ningún presidente de partido en ninguna parte del mundo puede sostenerse en semejantes condiciones de debilidad, con su credibilidad como representante de su instituto político seriamente mermada de cara a sus interlocutores externos. Y si puede sobrevivir tras ser desautorizado a tal grado, debe renunciar por elemental dignidad.
Pero el asunto es más grave, porque las alianzas que en ese texto se proponen, como las cuatro que se propusieron en el CEN el 22 de diciembre pasado -que en la lógica del PRD es el peor de los mundos posibles, puesto que incluyen el peor estado (Puebla) y excluyen el mejor (Tlaxcala)- así como las dos que se aprobaron, responden a intereses tribales, no partidarios. Se eligieron las entidades con dos criterios: beneficiar a una corriente y no contrariar al PRI-gobierno. Esa es la verdad. Y el audio de esa sesión que en un acto de traición se filtró a los medios tenía como propósito precisamente reventar las alianzas que el priismo quiere impedir a toda costa, primordialmente la de Veracruz y secundariamente la de Hidalgo y, de paso, beneficiar al gobernador poblano. No comparto la interpretación aritmética de la excepcionalidad que dispuso nuestro Congreso Nacional para las alianzas “más allá de la izquierda”, que asume que las condiciones excepcionales significan aliarnos con menos de la mitad de los estados en juego, porque considero que lo excepcional está en el gran daño que el PRI le está haciendo al país y a los estados que gobierna, algunos de los cuales padecen verdaderas satrapías. Tampoco coincido con la tesis de que aliarnos con el PAN es intrínsecamente erróneo, y he escrito varios artículos donde sostengo que las alianzas de amplio espectro, programáticas y de gobierno, pueden ser buenas para el PRD, para el PAN y sobre todo para la gente de esos estados. Con todo, respeto a quienes por convicción defienden esa interpretación y juzgo válidos los argumentos que se esgrimen contra las alianzas en función del fracaso de varias de las que se realizaron en el pasado. Lo que no acepto es que otros usen esos argumentos como parapeto para ocultar otras intenciones, moralmente indefendibles.
A las personas que me invitaron a contender por la Presidencia del PRD les advertí que yo no sirvo para florero, y que de llegar al cargo lo asumiría a cabalidad. Luego algunos columnistas, de los que practican el nado sincronizado con coreografía oficial, me atacaron hasta el cansancio con la cantaleta de que yo sería o ya era un títere de las tribus perredistas. Pues bien, si algo de decencia hay en ellos deberán admitir que erraron el tiro. Ironías de la vida: ahora se me acusa de autoritario, de pretender que mi voluntad prevalezca sobre la de la de las corrientes. No es cierto, puesto que he acatado la voluntad mayoritaria del CEN en contra de mi postura en casos como el de Colima y he flexibilizado mi propuesta bajándola de ocho a seis estados. Pero ha quedado claro que no me plegué a los designios de facciones internas y que me opuse terminantemente a actuar para servir a los intereses del PRI-gobierno. Y es que, como lo he dicho muchas veces, es este y no otro el dilema del PRD: o demuestra que tiene los arrestos para resistir el embate corruptor del régimen y ser un auténtico partido opositor o acepta que se le dicte qué hacer en el ámbito electoral o en materia legislativa. O actuamos o no actuamos con apego a la ética política; o somos o no somos oposición.
En estos dos meses hice todo lo que pude por fortalecer a nuestro partido. Trabajé al máximo de mi capacidad, entregué todo mi tiempo y mi empeño. Creo que no cometí errores graves, pero es evidente que mi esfuerzo fue insuficiente. Es hora de hacerme a un lado para que quienes me desacreditan se hagan cargo de la Presidencia. Ya hemos perdido demasiado tiempo en deliberaciones cupulares y las dirigencias estatales están prácticamente paralizadas, esperando que el CEN tome decisiones, y urge acabar con el lamentable espectáculo que a raíz de la filtración estamos protagonizando ante la opinión pública, que afecta todavía más nuestra de por sí deteriorada imagen de rijosidad y desorden. A estas alturas deberíamos de estar procesando en detalle todos los programas y las candidaturas. Por respeto a nuestros compañeros y compañeras en los estados no debemos prolongar esta disputa estéril que tanto perjudica al partido, y por respeto a mí mismo debo renunciar. Que me sustituya quien tenga los instrumentos para solucionar esta enésima reyerta interna, quien tenga apoyo para meter en razón a las partes en pugna. Yo ya no puedo hacerlo, porque la segunda corriente del partido, ADN, me ha convertido deliberadamente en parte del conflicto y me ha imposibilitado ejercer el papel de árbitro que me corresponde. Aquí hay una triste paradoja: la expresión que más me impulsó a la Presidencia es ahora la que me empuja a renunciar. Aún si se pudiera resolver el actual diferendo, yo quedaría en una posición insostenible, con una gobernabilidad precaria, puesto que tendría al menos cinco miembros del CEN dispuestos a sabotearme, empezando por el secretario de Organización. No es un dato menor lo dicho por él, seguramente dictado por el coordinador de su expresión: revela que no creen que pueda haber una persona en el PRD sin el chip tribal, y que por tanto yo, aunque he sido aliancista desde hace muchos años, soy incapaz de tener mi propia idea de cómo enfrentar las elecciones, mi propia ruta política, y soy manejado por el líder de un grupo emergente para implementar un plan que impida su edificación de un nuevo bloque mayoritario y, peor aún, para llevar a la Presidencia de la República a un político a quien yo he enfrentado mientras ellos han avalado, pactando con él y otros actores externos su paquete de alianzas. No por ridícula esta presunción conspiracionista es menos ofensiva para mi persona.
En suma, no estoy dispuesto a presidir a medias un partido, y menos a conducirlo al abismo, a donde en mi opinión se dirigirá si el acuerdo de alianzas no se decide en Benjamín Franklin sino en Bucareli. Sería ominoso que los operadores priistas se salieran con la suya por flaquezas perredistas. Me los puedo imaginar riendo a carcajadas, felices porque avanzan en su objetivo de retener la gubernatura veracruzana. En fin. Si otros quieren convertir a nuestro partido en un satélite del PRI, que pese sobre su conciencia. Yo regresaré a mi trinchera en la Cámara de Diputados y seguiré luchando desde ahí por hacer de mi partido una izquierda autónoma, de oposición inequívoca. Por último, aclaro que no renuncio a mi militancia en el PRD porque la inmensa mayoría de nuestros compañeros y compañeras de base son gente buena que hace a nuestro partido susceptible de redención y porque, aunque menguada, mantengo mi esperanza de hacer de nuestro partido la opción de izquierda socialdemócrata que México necesita.
Le solicito formalmente a usted, licenciado Ávila, convoque al Consejo Nacional para que conozca de mi renuncia y decida quién habrá de sustituirme, y para que determine qué alianzas podremos realizar.
Atentamente,
México, DF, a 11 de enero del 2016
Democracia ya, Patria para todos
Agustín Basave
Presidente Nacional del PRD