Andi Uriel Hernández Sánchez/Contrastes
Circo, maroma… y gato encerrado
Cirqueros cero, animalistas uno; asambleístas ¿quién sabe?
Así quedó el marcador el pasado lunes, cuando la Asamblea legislativa del Distrito Federal (ALDF) aprobó por amplísima mayoría (41 a favor, cero en contra y 11 abstenciones), la reforma a la Ley de Espectáculos Públicos que prohíbe el uso de animales en los circos –fijos o itinerantes– montados en el DF.
A los responsables de hacer las leyes de nuestra “Ciudad con (Miguel) Ángel” se les hizo poco el delito de maltrato animal establecido en el Código Penal y arriaron contra empresarios cirqueros, lanzando por delante el irreprochable argumento de la defensa animal.
El autor de la iniciativa, el diputado verde Jesús Sesma Suárez, apeló a la obligación de la especie humana de solidarizarse y defender la dignidad de aquellos seres que a diferencia de nosotros no son “biorracionales” – así lo dijo-.
Según el legislador, la naturaleza de los tigres y de los leones no es pararse en dos manos ni pasar por un aro lleno de fuego, la naturaleza de los caballos no es estar haciendo acrobacias… y seguramente tiene razón.
El problema de la nueva ley es que se trata de una medida selectiva. Sesma Suárez y su partido ecologista eligieron a los circos como blanco de su activismo, pero fueron muy cuidadosos en no incluir acuarios, jaripeos, charreadas, pelas de gallos y corridas de toros.
Al parecer, la naturaleza animal solo se pelea con las pistas circenses pero no con la muerte en el ruedo o los espectáculos acuáticos. O tal vez –como el propio Sesma reconoce– existen sectores como el taurino, económica y políticamente muy poderosos. Se trata de hacer leyes no de ponerse con sansón a las patadas.
La ALDF no es pionera en la supuesta defensa animal; circos con osos, tigres, caballos o elefantes están prohibidos en Guerrero, Colima, Morelos, Chihuahua y Querétaro, estado en el que por cierto, la fiesta brava ha sido declarada patrimonio cultural. También en municipios como Naucalpan, Zapopan, Culiacán y Apodaca, Nuevo León –desde ayer– donde los niños habrán de conformarse sólo con payasos, enanos, magos, malabaristas, bastoneras, monociclistas, tragafuegos, tragasables, trapecistas, forzudos, hombres bala y mujeres araña… pero nada más.
Además de la protesta de 300 cirqueros y cirqueras en el Zócalo, los dueños del espectáculo ya anunciaron la presentación de amparos en cascada y todos los recursos legales posibles ante la Suprema Corte para impugnar una ley con dedicatoria, endeble en sus principios y contrapuesta –según ellos– a las normas federales encargadas de regular la utilización de animales en cualquier tipo de espectáculos.
Por cierto, el incumplimiento de la nueva medida –aplicable dentro de un año una vez publicada en la Gaceta del DF– contempla multas de 800 mil pesos. Los “cirqueros” apuestan a la negativa del Jefe de Gobierno a promulgar la nueva norma.
El otro hueco en todo esto es el operativo. Cuestionado sobre el destino de los animales desechados, el líder de la asamblea, Manuel Granados, se limitó a decir que eso no le corresponde, es decir, el problema es de otros… y lava sus manos; el diputado Jesús Sesma ha dicho estar en pláticas con administradores de santuarios internacionales para depositar ahí a tigres y elefantes desempleados; Armando Cedeño, Presidente de la Unión de Empresarios y Artistas de Circos Mexicanos, afirma que la nueva ley es un error, pues matará la tradición circense de la ciudad de México y aseguró que en todo esto hay “gato encerrado” porque el Partido Verde ya solicitó al Gobierno Federal apoyos por 35 millones de dólares para construir santuarios en nuestro país, es decir, habría fabricado un problema para beneficiarse económicamente con su solución.
Pero eso nunca pasa en México… ¿o sí?
@JoseCardenas1 | [email protected]| josecardenas.com.mx