Carlos Ramírez/Indicador político
Fuera máscara
Miente el tango “Volver” cuando canta “veinte años no es nada”. Veinte años son todo… son una vida, también la del Subcomandante Marcos, quién por decisión propia ha dejado de existir.
El acta de defunción está fechada en La Realidad, Planeta Tierra, a las 2:08 de la madrugada del domingo, cuando Marcos hizo el anuncio en un homenaje a Galeano, zapatista recientemente asesinado: “Nos dimos cuenta que ya había una generación que podía miramos de frente, que podía escuchamos y hablamos sin esperar guía o liderazgo, ni pretender sumisión o seguimiento. Entonces Marcos, el personaje, ya no era necesario. La nueva etapa en la lucha zapatista estaba lista…”
El tampiqueño cuelga el pasamontañas, quema la boina… y apaga la pipa. “Entre la luz y la sombra, el encapuchado (…) ya no hablará a nombre del EZLN.”
¿Suicidio, eutanasia, muerte natural o simplemente desaparición?; no importa tanto el fondo como la forma.
Fiel a sí mismo, el guerrillero global juega, se burla y desliza la duda… se divierte provocando a los amantes del complot y el enigma. Obliga a seguidores y detractores a buscar entre líneas; habla de botargas, hologramas y engaños. Gran parte de su historia fue un juego de engaños armado para llamar la atención, atraer reflectores y colocar su mensaje.
En un principio, el Sup fue maestro de la oportunidad. Apareció en el momento justo cuando Carlos Salinas y sus incondicionales celebraban el inminente ingreso de México al primer mundo; el movimiento zapatista irrumpió estruendoso para recordarnos lo lejos que estábamos –y estamos– del desarrollo y la justicia social.
El misterioso sujeto tras el pasamontañas se convirtió en el rostro del movimiento. Inteligente, cautivador y hábil, logró colocar el tema indígena en la agenda nacional. Usó las circunstancias para anular las tentaciones represivas; obligó al gobierno priista a sentarse a negociar. A pesar del desafío armado y de su supuesto anonimato, logró convertirse en un interlocutor; logro llevar las demandas del EZLN a la máxima tribuna del país en los albores de la administración foxista.
Convirtió su lucha en el primer movimiento de impacto global de la era de la información. Entendió su tiempo y utilizó la novedosa herramienta del internet para generar una legión de seguidores dentro y fuera del país. Escritores, intelectuales, militantes y simples simpatizantes de las causas progresistas cayeron rendidos a los pies del líder zapatista.
Rafael Sebastián Guillén Vicente dejó de ser un emblema guerrillero para convertirse en un auténtico rockstar. Su habilidad mediática fue al mismo tiempo su mayor talento y su talón de Aquiles. La atención al movimiento pronto se convirtió en moda. La defensa de la causa transfiguró en culto a la personalidad. Marcos dejó de ser el mensajero para convertirse en el mensaje… en el fondo el zapatismo dejó de importar. El propio Subcomandante acepta su papel de distractor.
El saldo de dos décadas es contradictorio. El tema de la desigualdad ganó fuerza momentánea. Marcos y sus fieles lograron acuerdos que nunca terminaron de concretarse. Nunca logró aterrizar los ideales en una verdadera forma de organización social; los territorios zapatistas son ahora más pobres que hace 20 años. Visto fríamente, el experimento no cuajó y la dinámica política y social del país dejó rezagado al movimiento encapuchado.
El SupMarcos y su genial impostura desparece…
–¿Importará mucho que la historia se resista a darlo por muerto?
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