Azcárraga y Televisa, una historia criminal
Pura calentura…
“Yo quiero ser presidente del PRI”: Ernesto Cordero. ¡Zaz!
Vaya tropiezo para sorpresa de quienes lo escuchaban en Mérida durante el último evento del día en el marco de su campaña por el liderazgo del Partido Acción Nacional.
No obstante la confusión, el candidato panista continuó su discurso sin reparar en la pifia… se siguió como hilo de media –diría la abuela–. Poco después, al enterarse del dislate atinó a decir: ¡Dios me libre!, ¡toco madera!… y sólo faltó un exorcismo.
–¿Al retador panista lo habrá traicionado el inconsciente?
–¿Son consecuencias de la fiebre azul?
El resbalón yucateco del “suspirante” mata de risa. Se multiplica en medios de comunicación y –sobre todo– en redes sociales donde circulan más “memes” de Mister Bean, como lo apodan algunos maledicentes; agradecible detalle hilarante en medio de una contienda de bostezo y pastelazo.
Ya no hay duda. La calentura panista provoca delirios tremendos; golpea la memoria y desubica a quienes antes presumían solidez intelectual y doctrinaria.
Hasta hace poco los militantes de Acción Nacional entendían a la perfección su ubicación en la escena política, pero de un tiempo acá viven extraviados, confundidos entre la gimnasia con la magnesia; no distinguen entre jerarquía y disciplina… principios políticos jubilados por decreto foxista.
Los líderes del blanquiazul dejaron de serlo; su presidente –en este caso presidenta– no es más el jefe nacional como solían referirse al líder en turno desde los tiempos de don Manuel Gómez Morín.
El desdén legislativo a la firme postura de Cecilia Romero contra las leyes regulatorias en materia de telecomunicaciones podría parecer inaudito… pero no lo es. La autoridad del CEN panista quedó fracturada desde los tiempos en los cuales el corderísmo desconoció al maderismo de don Gustavo… o tal vez desde las épocas del boicot ruin y traicionero a la campaña presidencial de Josefina Vázquez Mota.
Los panistas carecen de faro y de brújula cuando no encuentran la diferencia entre lo interno y lo externo, entre lo político y lo jurídico.
Ahora se ponen sus moños –azules–. Condicionan la aprobación de las leyes energéticas a una investigación “a modo” sobre el escándalo provocado por la empresa petrolera Oceanografía; se desfiguran al abstenerse de avalar a Monte Alejandro Rubido, en berrinche disfrazado de protesta por el asesinato del alcalde panista de Tanhuato, Gustavo Garibay García… como si el nuevo Comisionado Nacional de Seguridad fuera responsable de esa tragedia.
El PAN se desmorona… juega a los espejos para convencerse de que sus enemigos están afuera, mientras adentro fingen que se matan; deambulan en la agonía… entre “moches”, corrupción y transas.
La ilegalidad se exhibe como parte de una estrategia diseñada para destruir a quien pretende quedarse con los restos del naufragio… aunque a este paso, tales restos servirán de muy poco.
El PAN ha dejado de ser indispensable… y será prescindible si alguien no detiene la degradación del partido del bien común.
En las entrañas panistas no hay cuartel; ahí están quienes apuestan al fracaso, quienes a pesar de haber mamado principios, doctrina y presupuesto desde la infancia, ahora prefieran acariciar la idea de inventar un nuevo partido sobre las cenizas del viejo… y todo antes que dejar el poder a merced del enemigo.
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