Jorge Robledo/Descomplicado
Paloma negra
Si la memoria no hace trampas, el movimiento de las autodefensas michoacanas comenzó en el municipio de Cherán con motivo de la explotación maderera, a la cual se oponían los lugareños quienes pretendían evitar la extorsión criminal y conservar el monopolio de la rapa de montes y el contrabando de troncos.
A partir de aquel brote, el recurso autodefensivo se extendió por la zona de Tierra Caliente con sus vertientes de disfraz, simulación, encubrimiento y enmascaramiento de actividades cuyo origen supuestamente defensivo pretende evitar la presencia de grupos de la delincuencia organizada.
Hoy nos damos cuenta de algunos de los verdaderos rostros incrustados en la corriente autodefensiva. Las blancas palomas comienzan a dar color, y al menos Hipólito Mora –ganadero y productor de limón– parece ser un pájaro de cuenta.
Con la detención de Hipólito –fundador de las autodefensas y uno de sus líderes más emblemáticos– el gobierno entra y sale por distintas puertas. Captura o mata delincuentes abiertamente identificados con los grupos delictivos –como el caso de El Chayo–, o exhibe la realidad de los defensores civiles espontáneos –¿vengadores tolerados?–…
¿No se suponía que Hipólito era bueno… muy bueno?
Autoridades lo señalan como sospechoso del doble homicidio de Rafael Sánchez Moreno, El Pollo –otro líder de autodefensas, rival de Hipólito– y su chofer, José Luis Torres Castañeda, El Tico, cuyos cuerpos aparecieron calcinados el sábado pasado en La Ruana… quienes según el acusado respondían a las órdenes de Los Templarios.
Según el Comisionado Federal, Alfredo Castillo Cervantes, Mora sabía del crimen y podría haberlo autorizado…
En contraste, aliados de Hipólito Mora afirman su inocencia.
Inocente o culpable, lo cierto es que el caso da la razón a quienes han alertado sobre el peligro de “pactar con el diablo”.
La alianza gobierno-autodefensas ha sido desde el principio una apuesta arriesgada; un arma de doble filo. El Gobierno decidió utilizarlos para contener a Los Templarios, con el peligro de empoderarlos hasta convertirlos en un monstruo incontrolable.…
Primero fue la exigencia de Estanislao Beltrán, Papá Pitufo, para imponer autoridades municipales afines a las autodefensas. Después vino la expulsión ilegal del Alcalde de Apatzingán azuzada por las arengas incendiarias del Padre Goyo, el cura parlanchín quien oficia con chaleco blindado. El colmo ocurrió el lunes, cuando Luis Antonio Torres, Simón el Americano, acorraló en la Ruana a Hipólito Mora quien salió huyendo… con ayuda de Fuerzas Federales.
El proceso de descomposición de los grupos de autodefensa es progresivo; hay descontrol creciente… ya no se trata de saber quiénes son buenos y quienes no.
En Michoacán no se vislumbra la paz. Los Templarios podrán estar agazapados, pero los sospechosos aliados del Gobierno también disparan balas de peligro.
“La seducción paramilitar puede ser una tentación comprensible en la desesperación de una guerra pero, como política, es demencial; la salida paramilitar es suicida como política de Estado”, advierte el analista Jesús Silva-Herzog Márquez… y desde Washington, la organización Human Rights Watch apunta: “Los grupos justicieros pueden transfigurar en un monstruo de Frankenstein o en algo peor, una incontrolable hidra de diez mil cabezas”.
Dicho de otro modo, cría cuervos y te sacarán los ojos.
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