Carlos Ramírez/Indicador político
El Chayo muere… y muere
El Gobierno de Felipe Calderón nos engañó a todos.
El 9 de diciembre del 2010 el entonces vocero de la Seguridad Nacional, Alejandro Poiré Romero, nos dijo con orgullo y ufanía, cómo el Gobierno de “su jefe”, había eliminado al líder de La Familia Michoacana, Nazario Moreno, mejor conocido por su nombre de armas.
Con el abatimiento de uno de los templarios más buscados, ocurrido el domingo durante un operativo manejado por la Marina Armada de México –otra vez–, El Chayo ha muerto dos veces. Una, en los inconvenientes terrenos de la política ficción… y otra a balazos en Tumbiscatío.
La primera muerte de Nazario Moreno fue un una idea genial; oportuna y espectacular. Se burló sin piedad de la necesidad desesperada de Felipe Calderón y Genaro García Luna, por llevar un valioso trofeo a las vitrinas de su guerra contra el crimen.
La caída de El Chayo fue –según el comunicado oficial de entonces– “el golpe mas severo que haya recibido esta organización en toda su historia criminal”. Aquel supuesto golpe mortal a la mafia michoacana fue un bálsamo para justificar la estrategia de seguridad calderonista.
Las autoridades cayeron en el juego perverso. El guión fue escrito puntualmente por el “iluminado” líder mesiánico quien inspiraba en la “justicia divina” las acciones de su maquinaria depredadora, como fue la decapitación de cinco Zetas cuyas cabezas rodaron sobre la pista de una discoteca en Uruapan en 2006… fecha de su “debut” en sociedad.
Hace tres años, la narrativa oficial convirtió el abatimiento del notorio delincuente en un acto de fe fundado en indicios; nunca se mostraron evidencias… ni siquiera una fotografía para documentar la muerte del Más Loco… o El Pastor, como también le llamaban los suyos.
Mientras el Gobierno panista celebraba, Nazario Moreno resucitaba; junto con José Méndez Vargas –El Chango– y Servando Gómez Martínez –La Tuta–, El Chayo controlaba la seguridad pública michoacana, imponía funcionarios municipales y dirigía la firma de contratos de obra pública… siempre con empresas propias; extorsionaba, secuestraba, traficaba drogas e intercambiaba hierro por precursores chinos para la fabricación de metanfetaminas, bajo una nueva razón social: Los Caballeros Templarios en lugar de La Familia Michoacana. El nuevo cártel siguió operando… y no sólo eso, se fortaleció para dominar otros negocios ilícitos en la región de Tierra Caliente y Tierra Costa.
Con “la cola entre las patas”, Alejandro Poiré hoy reconoce “imprecisiones” en la información generada hace tres años, tres meses y que ahora sí, la segunda es la vencida… ¿y la primera –la falsa– está lejos de quedar en anécdota?
La muerte de Nazario Moreno –la verdadera–reafirma el fracaso del Gobierno de Felipe Calderón para enfrentar la misión autoimpuesta de hacer frente –como nunca antes– a las bandas criminales.
Urgen explicaciones hasta de la forma como nos contaron aquella historia, porque la manipulación ofende… y la opacidad insulta.
El caso de Nazario Moreno es equivalente a lo sucedido con El Pantera, otro operador templario quien había sido dado por muerto en el sexenio pasado y que hace unos días cayó en un tiroteo con fuerzas federales.
–¿Será que Los Caballeros Templarios –por lo visto– aspiran a la resurrección?
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