Pablo Jair Ortega/Columna sin nombre
Adiós Romero Deschamps
El lunes pasado, el senador Carlos Romero Deschamps no se presentó a trabajar. El polémico líder del sindicato petrolero decidió guardarse, antes de ser humillado. No tuvo fuerzas, ni ganas de defender a los “suyos”. Prefirió optar por la prudencia… y la distancia; cualquier declaración habría sido usado en su contra.
Más sabe el diablo por viejo, dice el refrán…
Objetivamente, el dirigente es sin duda la víctima más notable de la reforma energética. De nada le sirvió su larga militancia, sumisión y servicio al viejo priismo corporativista.
Don Romero terminó donde tenía que acabar. El gobierno federal lo sacó de la jugada, al eliminar del debate petrolero cualquier influencia del gremio y su liderazgo… y de paso, tiró lastre.
La derrota del sucesor de La Quina es múltiple, por donde quiera mirarse.
Primero, el cambio al régimen de pensiones de Petróleos Mexicanos es, sin duda, un retroceso en las ventajosas condiciones de trabajo y retiro de sus trabajadores… de lo cual, por cierto, ellos no tienen la culpa.
El segundo golpe es político. Arrinconada, la cúpula sindical ni las manos metió. En el nuevo gobierno priista, igual que en los viejos tiempos, el que manda, manda… ya se demostró con el pavoroso caso de La Maestra Elba Esther Gordillo… y así lo entiende Romero Deschamps.
El tercer golpe es simbólico. Se pregona que en este sistema no hay intocables; que nadie podrá presumir impunidad e inmunidad. El viejo mito del poder absoluto del sindicato petrolero ha sido desactivado sin encontrar mayor resistencia.
En el balance, el liderazgo sindical de Pemex ha elegido entre lo menos malo. Sacrificar los privilegios de futuras generaciones, es más fácil que sacrificar cuotas e ingresos. De lo perdido, lo que aparezca.
Para los dirigentes, el trato no es malo.
Carlos Romero Deschamps pasará los próximos tres años nadando de “muertito”, como lo viene haciendo desde la discusión de la aprobación constitucional de la reforma energética, el año pasado.
En 2018 concluye su período como Senador de la República… pero también terminarán 15 años como mandamás de las huestes del STPRM… y difícilmente logrará la reelección.
El señor Senador pasará al retiro con el 100 por ciento de su sueldo mensual; poco más de 25 mil pesos. A lo mejor es contratado por el Secretario de Hacienda en calidad de asesor, pues ha demostrado genialidad absoluta en el manejo de sus magros ingresos, y tanto, que con ese modesto salario le alcanzó para comprarse, entre otras muchas cosas, un yate, nombrado El Indomable… sin descontar minucias como aquel relojazo Audemars Piguet, de oro puro… para ver pasar el tiempo que le quede libre, mientras su vida acaba viajando a alguna de las lujosas propiedades de su hijo, en Miami, recorriendo el mundo con su hija Paulina –con todo y perritos–, o asoleándose en su condominio de interés high social, en Cancún.
Sin duda, don Carlos extrañará el poder. Para los políticos, eso es más importante que el dinero. No volverá a saludar al Presidente; no encabezará celebraciones del 18 de marzo; nunca más aspirará a vivir del presupuesto, para no morir en el error; políticamente quedará apestado… y eso huele, y sobretodo, duele.
POSDATA: El poeta Ramón de Campoamor regala una sentencia, a la medida de todos los que no quieren ni aman a Romero Deschamps: “la envidia es la polilla del talento”… por si acaso.
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