Carlos Ramírez/Indicador político
El agua de doña Isi
Doña Isi siempre me recuerda a Eleanor Abernathy, personaje de la caricatura Los Simpson que creo es más reconocida como “La Loca de los Gatos”.
Si bien no me gusta esa caricatura ante la decepción de muchos amigos que les sorprende mi poco gusto por la serie amarilla, siempre me ha llamado la atención ese personaje por una simple razón: ¡Me encantan los gatos!
Pero doña Isi no anda con gatos… sin embargo, cuando la veo, no dejo de recordar a ese personaje de caricatura… quizás por el suéter que siempre cubre sus brazos cuando mete las manos a los contenedores o bolsas de basura en búsqueda de botellas de plástico.
II
El pasado sábado, la saludo y le digo que tenía muchas mañanas que no la veía. Sin dejar de revisar tres grandes bolsas de basura que dejaron fuera de un contenedor, me dice que anduvo enferma, del colesterol; de repente, me dice: “¡Mira!”, mostrando un recipiente de plástico lleno de frijoles refritos. Los abre y me dice: “Se les quemaron”.
Abre más la bolsa y encuentra otros plásticos con comida. Los toma y ya no los abre, pero me dice que los va a revisar más tarde para ver si está buena la comida.
La cara de doña Isi es toda bondad, pura dulzura y con un dejo de abuela tierna por las gafas que sostiene su nariz. Me dice que también tenía mucho tiempo que no me veía… (“sí, el mismo tiempo que yo tampoco a ella”, pienso y me arrepiento de inmediato porque lo dijo con sinceridad).
Me empieza a contar que para contrarrestar el colesterol se hace unos licuados de avena por la mañana, (“porque está barata”, me aclara) y por la tarde, se prepara un agua de pepino.
¡Y ahí voy! Le recomiendo que igual deje el pan, el azúcar y las tortillas y su respuesta me deja en la lona:
—¡Pero si los pobres nos llenamos de tortillas!
III
Me levanto del madrazo emocional que sin saber me dio doña Isi, y me despido. Un dulce “Dios te bendiga” se vuelve una puñalada entre el pecho y la garganta y continúo mi camino con Harry. Damos la vuelta a la manzana, entramos al parque y allí, en medio, sentada, doña Isi ya limpia varios recipientes… “Ya se echó a perder la comida”, me dice con cara afligida para transformarla en alegría de inmediato: “pero los trastes están buenos… los lavo bien y sirven”.
—Tenga cuidado…
—Sí, lavo muy bien las cosas; las lavo con cloro… hasta la fruta. La gente tira mucha comida…
—Así es doña Isi…
—Fíjate que el otra vez me encontré una caja de pepinos… los revisé y estaban buenos y que me los llevo a la casa…
Platicamos de una y otra cosa y nos despedimos… cuánta razón tiene doña Isi… la gente desperdicia cantidad de comida sin saber que mucha a veces no tiene para comer…
Le platico a Brenda mi encuentro con doña Isi… les platico a ustedes mi encuentro con doña Isi por una simple razón que no me percaté hasta hace unos días recapitulando la charla con esta señora: el agua que se prepara para contrarrestar su colesterol es de los pepinos que recogió de la basura… ¡y hasta hace poco me cayó el veinte! Algo ha de estar mal cuando las políticas sociales de las que se ufanan nuestros políticos chocan con la vida de la señora Isidra, o doña Isi, como todos le dicen…
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