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Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
¿Quién da la cara?
XALAPA, Ver., 2 de marzo de 2015
Todo ejercicio de poder es de manera cotidiana la administración del conflicto.
Todo gobierno necesita estar preparado para enfrentar las crisis que de manera obligada deberá enfrentar y superar.
Es largo, casi eterno, el listado de conflictos y crisis públicas que ha enfrentado el gobierno de Javier Duarte.
La seguridad pública que era una simple pantalla en el gobierno anterior se resquebrajó en mil pedazos apenas tomó posesión.
Una decena de muertos producto con un enfrentamiento entre delincuentes y fuerzas armadas en los primeros días de enero del 2011 en la capital fue la recepción.
La colusión o permisividad de anteriores gobiernos con un grupo delincuencial salió a flote.
Hoy la sociedad veracruzana sigue pagando las consecuencias.
Quien no recuerda la imagen que dio la vuelta al mundo de los cuerpos de 35 personas que fueron arrojadas con toda impunidad en el bulevar de Boca del Río.
La muerte de once comunicadores, que ha colocado al estado un pendón que lo cataloga como uno de los estados más riesgosos para el ejercicio periodístico.
La deuda heredada de la anterior administración que es el origen de la compleja situación financiera que hoy se enfrenta.
La lista de eventos parece inacabable.
Javier Duarte es el mandatario que más crisis ha tenido que sortear.
Le ha correspondido lidiar con los saldos heredados de sus antecesores, a lo que se suman los conflictos naturales del día a día de un estado tan complejo como Veracruz.
En este escenario de crisis recurrente, hay un factor que ha prevalecido: la soledad del mandatario a la hora de enfrentar y tratar de sortear los vendavales.
Los titulares de despacho, esconden bajo la alfombra los problemas que existen, bajo la tesis de que si no se ven desaparecen.
Ocultan información, minimizan datos para evitar el enfado del gobernante, y cuando la crisis estalla, lo dejan solo frente al conflicto.
Ejemplos se cuentan por cientos, pero en la historia más reciente podemos mencionar el tema del Hay festival a cargo del secretario de turismo, Harry Grappa Guzmán, quien no supo, no quiso o no pudo enfrentar el problema.
No tuvo visión para medir el alcance de la carta de cientos de intelectuales que juzgaron y condenaron a Veracruz exigiendo la cancelación del encuentro literario.
Es posible que ni siquiera haya leído el contenido de la misiva.
Al gobierno tomó de sorpresa la cancelación del evento, el secretario de Turismo había asegurado al mandatario que la carta en cuestión era un simple ejercicio de catarsis que no prosperaría.
El resultado: la cancelación del Hay Festival y la difusión internacional del juicio sumario de intelectuales del mundo al Gobierno de Veracruz.
Un hecho más cercano en el tiempo: los resultados de la Auditoria Superior de la Federación a los recursos federales entregados en el 2013, donde la entidad se ubicó entre los tres estados que mayor número de observaciones registraron.
Irregularidades que de no ser solventadas serán consideradas daño patrimonial y la Federación deberá iniciar procedimientos legales en contra de servidores o ex servidores que en su momento estuvieron a cargo del ejercicio de esos recursos públicos.
Lo que se pensó no pasaría de ser una noticia más que se evaporaría en unos días, se ha convertido en una bola de nieve para la Administración estatal.
Por omisión, descuido o ineficacia las observaciones de la Auditoría Superior de la Federación no fueron atendidas en tiempo y forma.
De acuerdo a los mismos reportes que aparecen en los expedientes de las observaciones que son de dominio público a través de la página de ASF, en agosto del año pasado la Contraloría General del Estado empezó a recibir los requerimientos del organismo fiscalizador federal para que se aclararan las irregularidades detectadas.
Por lo visto, y de acuerdo a la propia declaración del responsable de la dependencia, Ricardo García Guzmán no le dio tiempo de cumplir con su responsabilidad, lo que derivó en el cúmulo de observaciones hechas públicas en días pasados, con el respectivo costo político para el Gobierno.
El primero, como siempre, en salir al paso del tema fue el propio Gobernador, quien señaló que las observaciones están en proceso de ser solventadas y que fueron resultado del depósito erróneo de fondos federales en cuentas diferentes.
En otro encuentro informal con la prensa, el Contralor, Ricardo García Guzmán y el Secretario de Gobierno, Gerardo Buganza Salmerón aseveraron también que todas las observaciones serían resueltas una por una.
El propio Contralor declaró en un arranque de sinceridad que no le dio tiempo de entregar las documentaciones para solventar, que se quedó con las cajas de documentos.
En contraparte en entrevistas nacionales el titular de la Auditoría Superior de la Federación calificó el caso Veracruz como “muy complicado”.
El tema, sobre todo en tiempos electorales, es oro molido para los opositores, o aquellos a los que cuando conviene se colocan ese traje.
Julen Rementería en la pasada sesión de la Comisión Permanente del Congreso local, hizo escarnio del tema, se desgarró vestiduras, en un acto histriónico que nadie impidió y menos rebatió, puso en el micrófono parte del audio de una entrevista al Auditor Superior donde hacía referencia al caso Veracruz.
Es muy probable, que la Contraloría logre resolver con la Auditoría Superior de la Federación este tema; solvente las observaciones, pero el sello de descuido y desorden no se borrará.
Como se decía al inicio, el ejercicio del poder va acompañado de la crisis y el conflicto, pero esto se agrava cuando se gobierna en solitario.
Javier Duarte es desde la perspectiva de la mayoría de los servidores públicos de su gobierno, el que debe responder y atender las crisis.
Para eso es Gobernador, dirán en su lógica de confort.
Y en ese vaivén incesante de la política, el único que se desgasta es el huésped de palacio por quien nadie da la cara.