Carlos Ramírez/Indicador político
Esta semana en Guanajuato fueron comentados en medios dos viajes, el del gobernador Miguel Márquez a Japón, y el de la presidenta municipal de León a Las Vegas. Abordaré esa cuestión.
Los políticos casi siempre son seducidos por la posibilidad de desplazarse fuera del País con gastos pagados, con cualquier pretexto. Es usual enterarnos de viajes de funcionarios y políticos a España, Francia o Italia a promocionar a sus municipios o estados. Normalmente se trata de periplos turísticos disfrazados de agendas de trabajo. La pachanga se pone buena, y los vinos se escancian sin medida en las largas convivencias nocturnas por el viejo continente. Hace tiempo, de visita en España, el embajador de México me confesaba los problemas constantes que debía enfrentar por la desordenada conducta de las múltiples delegaciones oficiales mexicanas que visitaban la madre patria. El comportamiento escandaloso requería, a veces, la presencia del diplomático mexicano para atemperar los ánimos festivos de nuestros coterráneos y enviarlos a dormir a sus hoteles. Es curioso, pero el gen hispano, muy diluido en muchos de nosotros, se impone, nos llama y convoca. Nunca estará de más un viajecito a Madrid, Barcelona y Andalucía. Por eso muchas de estas salidas no se justifican y resultan sospechosas.
Diferente ha sido el viaje a Japón que realizó el Ejecutivo estatal. Agenda repleta de compromisos, planeación pulcra del secretario de Desarrollo Económico y atracción de inversiones por cerca de mil millones de pesos así como compromisos de inversión a futuro. Acercamiento con Oriente, para vitalizar el desarrollo industrial de nuestra entidad. Pero lo que más llamó la atención, fue el desglose pormenorizado de gastos que presentó el gobernador a su regreso. Se gastó un poco más de un millón de pesos en la gira, una buena inversión conociendo los costos estratosféricos del País del sol naciente. Fue un fructífero tour de trabajo, bueno para Guanajuato.
Durante la semana también nos enteramos del vuelo, directo a Las Vegas, de la alcaldesa de León. Hay que aclarar que se trataba de un viaje de placer, al cual la funcionaria tiene derecho. Pero lo que ha llamado la atención son los detalles al rededor del viaje. Para empezar, la funcionaria creía que podría abandonar León subrepticiamente, porque algo escondía. Pero de inmediato fue reportado que el viaje se hacía en avión privado, prestado por un magnate leonés. A su regreso, ya descubierta, intentó atrincherarse tras los argumentos de que todo se encuadraba en su derecho a la privacidad para escamotearle a los medios la información. Se equivocó.
Ahora la alcaldesa se encuentra metida en un serio problema, porque aceptó un regalito cercano al medio millón de pesos. También el obsequiante del servicio aéreo, verá afectados todos sus negocios con la administración municipal, ya que la funcionaria deberá excusarse del conocimiento de cualquier asunto relacionado con el dadivoso personaje. Todavía peor, ahora la presidenta deberá enfrentar acusaciones por aceptar regalos indebidos. La ley de responsabilidades de los funcionarios públicos se cierne sobre ella. Preocupante para León, resulta la inconsciencia de la alcaldesa sobre la ilegalidad de su conducta.
Pero lo importante para el ciudadano común y corriente, será establecerles a los gobernantes la conducta que deben observar en sus viajes, sean privados u oficiales, exigiéndoles apego a la ley y transparencia en ambos casos.
Con sus actos los dirigentes de una sociedad, usufructuarios del poder, deben construir autoridad. Esa es la verdadera forma de hacer política en serio y gobernar bien. Unos podrán ir al Oriente de trabajo y otros a Las Vegas a descansar, siempre y cuando las cosas se hagan correctamente. Ese es el tema.