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Vandalizan y roban en escuela de Fortín
ATOTONGA, Ver., 16 de agosto de 2015.- La Mesa es una de las congregaciones indígenas más alejadas del municipio de Altotonga, para llegar hay que viajar en terracería casi cinco horas. Ahí vive Jacinta Hernández, quien fue a la ciudad para saber qué pasa con la entrega de los apoyos que desde hace dos años le otorga la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) para la compra de útiles escolares y otros beneficios.
Jacinta cuenta que tiene cinco hijos, el primogénito de 15 años y el menor de cuatro. Dice que el próximo año espera volver a embarazarse, y que en su tierra “las familias son grandes, así se acostumbra”. Recordó que para llegar a Altotonga madrugó, salió de La Mesa desde las 6:00 de la mañana.
Quizá por eso el dinero no alcanza; en su casa se come carne cada Navidad o a veces cuando hay algún evento de relevancia en su pueblo, aunque presume que su vivienda ha sido construida de material y lámina, sin apoyos del gobierno; cuenta que pocas en el lugar son como la de ella.
“Nosotros casi no comemos carne, sembramos verduras y comemos eso y huevos también, a veces pollo, pero mejores carnes sólo en Navidad o en ocasiones especiales. Ahorita sembré calabacita de árbol y semilla de la china”.
“Bueno, siempre nos levantamos muy temprano en el rancho, el esposo se va desde temprano a la milpa todo el día, yo me pongo a echar tortillas, hacer la comida, la limpieza de la casa y cuidar a los chamacos, los más chiquitos, porque a los grandes con esas cosas de la escuela, aunque quiera, no los puedo apoyar”.
Jacinta Hernández no sabe leer ni escribir con precisión y no le avergüenza; en la misma situación, refiere a manera de excusa, se encuentra la mayoría de las mujeres de donde viene.
Ella ha escuchado sobre los círculos de lectura del Instituto Veracruzano de Educación para los Adultos (IVEA) y se muestra interesada; a sus 35 años piensa aprender porque sus hijos saben mucho y luego no entiende de lo que platican respecto de la educación. Afirma que su esposo, aunque tampoco está alfabetizado, la anima a que vaya a la escuela mientras él trabaja en el campo.
También mencionó que lo más pesado de sus quehaceres en el hogar es el acarreo de pesadas cubetas de agua desde el río hasta su casa, ya que en esa zona no tienen suministro del líquido.
“La acarreo de un pocito al lado del río, eso sí es bien pesado, me la pongo en la cabeza y camino así como un kilómetro, a veces me llevo a mis hijos, pero ellos por sus tareas no me pueden apoyar mucho”.
Jacinta y su familia viven en pobreza, como miles en el país, aunque la realidad es que la devaluación del peso ellos poco la perciben, pues se han acostumbrado a comer cuando se puede, matándoles el hambre un taco de manteca con sal y frijoles.